Opinión | INVESTIDURA

El grito y el silencio

Cuando el PP llega a la conclusión de que no necesita a Catalunya en las urnas se le inflama el patriotismo (trasnochado y excluyente) español

Feijóo y Aznar

Feijóo y Aznar / MARCIAL GUILLÉN / EFE

Organizó el ayuntamiento de Barcelona un minuto de silencio por las víctimas del terremoto de Marruecos. Ya saben, esa expresión de luto y condolencia por una desgracia. Pero el homenaje se frustró porque manifestantes en contra de la amnistía a los encausados independentistas siguieron con lo suyo. Es decir, con sus “¡Puigdemont a prisión!” y “¡Socialistas traidores!”. Hay que estar ciego de intolerancia y soberbia para decidir que tu abucheo pasa por encima de dos mil muertos. 

Aquel grito me sonó a eco. Recordé el homenaje a las víctimas del 17A del año pasado, cuando una treintena de atacados por la misma ceguera, pero con distinta bandera, rompieron el silencio con su bronca. La ruindad imponiéndose al dolor callado de los familiares de los asesinados. 

Andaba pensando en los gritos que enmudecen la razón, cuando José María Aznar instigó una gran movilización social contra la posibilidad de la amnistía (de la que aún nada se ha concretado). Ahondando en su infinita (y bélica) capacidad de enlodar la atmósfera, el expresidente afirmó: “Hay que decir de nuevo ¡basta ya!”. Sí, el mismo grito de la plataforma contra el terrorismo de ETA. 

El guion, de tan sobado, es ya una regurgitación ácida. Una cascada de forzados intentos de sinónimos. Catalunya = independentismo = terrorismo = MAL. Y, claro, ante ese vómito, solo cabe movilizar a la España de bien. Esa que se apresuró a estampar su firma cuando el PP realizó su particular referéndum contra el Estatut: 4.028.000 rúbricas recogieron, y dio el pistoletazo de salida al ‘procés’. 

Ante la imposibilidad numérica de investidura de Alberto Núñez Feijóo, la estrategia del PP es meridiana: dinamitar los posibles pactos del PSOE (ya de por sí, material inflamable), forzar a Pedro Sánchez a convocar elecciones y ellos empezar la campaña con el trabajo hecho. Cuando el PP llega a la conclusión de que no necesita a Catalunya en las urnas se le inflama el patriotismo (trasnochado y excluyente) español. 

Sí, el guion ya está escrito. Incluso con sus buenas dosis de desmemoria. Si hace quince años se trataba de olvidar que Aznar hablaba catalán en la intimidad (cuando le interesaba), ahora se pretende echar paletadas de olvido a los contactos entre PP y Junts de ¡hace apenas unos días! Tanto tacticismo tramposo invita a tomárselo como parodia más que como tragedia, pero nada es inocuo. Desde luego, no lo es para la convivencia. Y todo puede ser peor. Cuando el PP llevó sus 876 cajas cargadas de anticatalanidad al Congreso de los Diputados, Vox no existía.