Opinión | GAFAS PLURALES

Ojo, la gilda es mía

Hay un brote expansionista en los bares de la capital que lleva a servir como producto casi propio este pequeño manjar donostiarra

Gildas de Hevia (Madrid), unas de las más clásicas de la capital.

Gildas de Hevia (Madrid), unas de las más clásicas de la capital.

En Madrid existe un afán por no descapitalizar, y otro que camina en paralelo por hacerse poco a poco con lo que no es suyo. Integrándolo, haciéndolo propio. Por una vez, no es cosa de Ayuso. Hay un brote expansionista que se ha anclado en los bares de la capital desde hace un tiempo ya largo y que lleva a las tabernas, clubs, cervecerías o tascas madrileñas a apropiarse de un pequeño manjar y servir como producto gourmet casi propio la Gilda. La Gilda, que es el pintxo donostiarra por excelencia.

Se ha puesto de moda, como Madrid, supongo. Bares que mezclan electrónica con un bocado de anchoa, guindilla y aceituna que acompaña al vermú o engaña el estómago antes de la siguiente copa. En la Latina, en Ponzano, en el centro, o fuera de la M-30, donde Madrid sigue siendo Madrid aunque al de fuera le cueste años descubrirlo. Allá donde hay barullo, gente en las calles, terraceo... gildas.

No le hace falta presentación. Este pintxo tiene mucho de cine, como la ciudad donde se creó. A alguien en un histórico bar del centro de San Sebastián se le ocurrió que la acidez y el picante del encurtido recordaba, en aquellos años 40, al picaresco gesto de Rita Hayworth quitándose el guante ante el público en la película del mismo nombre. Eso que a poder ser se come en apenas un par de bocados nació en el Cantábrico, pero parece que echa raíces en este alto de la meseta.

Bienvenido sea ese bocado del norte en Madrid, sea para quitar el hambre o la morriña. Viendo su éxito, auguro la llegada de su pintxo hermano en breve: probad a pedir un Indurain.