ANÁLISIS

El esfuerzo estéril del ahorro privado en España

Tres tabús y algunos conceptos falsos sobrevuelan sobre el hecho de reservar una parte de los ingresos ordinarios: la imposibilidad de llevarlo a cabo, aceptar la complementariedad de las pensiones públicas y el rendimiento obtenido

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Hucha de ahorros.

Hucha de ahorros. / Pexels

Lo que gira alrededor del ahorro privado en España está repleto de tabús y conceptos falsos. El primer tabú lo encontramos al tratar la mera posibilidad de que los ciudadanos puedan ahorrar y ahorren. Por supuesto, una familia con unos ingresos muy bajos, de salario mínimo, carece de posibilidades de ahorrar. Pero a partir de aquí, para rentas superiores, aunque no muy elevadas, renunciar a algo de consumo para constituir un fondo de emergencias no es solo viable sino recomendable y muy común afortunadamente.

Un segundo tabú se encuentra en aceptar la necesidad de ahorrar para complementar en el futuro la pensión pública de jubilación. En España, a quien lo plantea se le acusa veladamente de querer privatizar las pensiones públicas. Complementar la pensión pública es una necesidad incluso si no tuviéramos dudas sobre la viabilidad futura y la sostenibilidad del sistema de pensiones. Pero las administraciones, temerosas de ser acusadas de no garantizar las pensiones, prefieren no hacer hincapié en las bondades del ahorro privado para la jubilación y para cualquier otro objetivo. El Estado patriarcal perdería en caso contrario su correa de dependencia férrea a los ciudadanos.

El más dañino

Por fin, un tercer tabú, quizá el más dañino, sería hablar de si disponemos de una adecuada colocación del ahorro acumulado por los particulares y si obtenemos un rendimiento consistente del mismo. Un tupido velo de silencio planea sobre la constante pérdida de poder adquisitivo del dinero ahorrado con tanto esfuerzo, pero con tan escasos resultados.

Nadie está interesado. Ni los gobiernos, para no generar dudas sobre la jubilación futura; ni los bancos centrales, que han favorecido en los últimos años el endeudamiento barato o gratuito y el hundimiento de los ahorradores con los tipos bajos o negativos; ni las entidades de crédito, que van a superar el reciente episodio de subida de tipos sin casi remunerar su pasivo; ni, por supuesto, la sociedad y los mismos ahorradores que, faltos de educación financiera y con el síndrome de lo que se conoce como ilusión monetaria, desconocen el trágico efecto real de la pérdida de poder adquisitivo que genera la inflación y los impuestos.

Contra el primer tabú, en este país mucha gente ahorra. Al nivel de sus posibilidades, pero consistentemente. Se dijo que el ahorro de la pandemia fue un hecho insólito. Cierto, pero desde entonces, ahorramos un porcentaje de la renta disponible mayor que el de antes de la crisis sanitaria. Y no será por los incentivos generados. Para rematar el segundo tabú, el gobierno ya se ha encargado de cargarse el solitario e insuficiente incentivo fiscal de los planes de pensiones, no sea que pierdan ni algunas migajas de recaudación o nos demos cuenta de la importancia del ahorro privado. En otra ocasión daremos con más detalle cifras comparativas con otros países de los niveles de ahorro. Ahora apuntemos lo que se oculta con el tercer tabú, el de la deficiente colocación del ahorro.

El ahorro financiero, que representa en España el 30% del ahorro o riqueza bruta de las familias (el resto es inmobiliario) pero constituye una gran parte del ahorro líquido y movilizable para la jubilación, asciende a 2,8 billones de euros. Estos activos se han mantenido relativamente constantes en porcentaje de la renta bruta disponible de los hogares en los últimos años, pero creciendo en términos reales ligeramente. Estos 2,8 billones de euros se distribuyen a grandes rasgos en 1,05 billones (37%) en efectivo, cuentas y depósitos; 0,87 billones de euros (31%), en acciones y capital; 0,41 billones (15%), en fondos de inversión diversos; 0,34 billones de euros (12%), en seguros y fondos de pensiones, y el restante 5%, en otros activos.

Menos del 1,6% anual

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¿Y cuál ha sido el rendimiento de este ahorro financiero en, por ejemplo, los últimos 10 años? El del 37% en cuentas, efectivo y depósitos, ha sido negligible, muy próximo a cero. El rendimiento del 31% de capital corresponde a participaciones muy distintas, en bolsa y en empresas privadas que podría corresponder al crecimiento de la economía, el 3,5% anualizado. Por fin, los fondos de pensiones, los seguros y el resto no superan el magro 1,59% del 15% en fondos de inversión. En definitiva, un rendimiento promedio global anualizado en los últimos 10 años de menos del 1,6% anual (17,2% acumulado) que queda por debajo de la inflación en un 2,5% de rendimiento real negativo.

Según una estimación aproximada, la mitad de los activos financieros en manos del público han tenido en los últimos 10 años un rendimiento monetario cero o muy cercano con lo que han perdido cerca del 20% en poder adquisitivo. Tabú y dramático para los ahorradores.