Opinión

Aprender a lidiar con las exuberancias irracionales

La independencia de los bancos centrales ha sido fundamental para lograr llevar a cabo las políticas monetarias necesarias para controlar la inflación 

Pensar que la inflación ya está controlada y los tipos bajarán es anticipar demasiado, defiende De Guindos

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El presidente de la Reserva Federal (Fed), Alan Greenspan.

El presidente de la Reserva Federal (Fed), Alan Greenspan.

En la historia sobre la influencia de los bancos centrales en el devenir económico de los países y los mercados hay fechas simbólicas. En Europa, la más relevante ocurrió el 26 de julio de 2012. Su entonces presidente, Mario Draghi, pronunció que haría "lo que fuera necesario para preservar el euro, y créanme, será suficiente". Cumplió su palabra y aquellos que daban por muerta a la moneda única y anticipaban el rescate de España e Italia y, encadenado, el fin del sistema, fracasaron en sus predicciones. El BCE actuó como nadie habría imaginado. Empezó su largo historial de compra de deuda que, a la postre, sirvió durante la pandemia para confirmar su papel como garante final. 

Eso ocurrió en Europa hace ya once años y medio. En Estados Unidos la fecha que marca el antes y el después de la Reserva Federal (Fed) contemporánea ocurrió el 5 de diciembre de 1996. Alan Greenspan gobernaba el consejo de banqueros centrales. Los mercados financieros vivían los felices años noventa. Bill Clinton acababa de ser reelegido presidente. La liquidez inundaba a las empresas de la nueva economía que se estaba descubriendo a través del desarrollo de la world wide web. Amazon llevaba dos años de vida. Google y Meta / Facebook aún no existían. Apple languidecía en el mercado y General Electric y Microsoft competían para ser las empresas más valoradas del mundo. El Dow Jones había multiplicado por dos su valor desde 1992 y los inversores observaban con más atención el índice tecnológico Nasdaq.

En una conferencia, Greenspan se preguntó: "¿Cómo sabemos cuándo la exuberancia irracional ha escalado excesivamente los valores de los activos, los cuales pueden llegar a ser sujetos de prolongadas e inesperadas contracciones? ¿Cómo afecta esta evaluación a la política monetaria?". Los ‘greenspanólogos’ asumieron que, con aquellas dos preguntas, justificaba la opción de la Fed de poder subir los tipos de interés para, indirectamente, explotar de forma controlada potenciales burbujas financieras. Estas burbujas no solo podían generar inflación. En caso de que pincharan a destiempo, podían arrastrar a un país a la recesión. Gracias a la manija monetaria, los bancos centrales elevan directamente los tipos de interés a corto plazo que influyen, indirectamente, en la rentabilidad de la deuda en sus distintos plazos.

La independencia de los bancos centrales es una de las patas de los estados democráticos. En el caso de Europa, la creación del Banco Central Europeo (BCE), que agrupa a los países que forman parte de la zona euro, ha sido uno de los hitos económicos de la Unión. Ha tenido sus críticas porque subir tipos afecta de forma distinta según la inflación que tengan los países. Sus ventajas son indiscutibles. Se fundamenta sobre el pilar de la independencia. ¿Alguien se imagina la política monetaria en manos de un Banco de España acosado por la presión política del partido o coalición de Gobierno de turno? 

El BCE tiene como objetivo que la inflación en la zona euro sea del 2% a medio plazo. Tras haber alcanzado el 10% hace un año, vuelve a acercarse a este porcentaje cuando nadie lo creía posible y sin haber causado una grave desaceleración económica. Los mercados anticipan que los bancos centrales, aquí y en EEUU, empezarán a bajar tipos de forma moderada el próximo año. En el caso de Europa empujados por el ánimo de reestablecer crecimientos sólidos en la economía alemana.

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Los inversores anticipan, pero desde el BCE se pide prudencia. Esta semana, el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, alertaba en las jornadas financieras organizadas por ‘activos’ sobre este exceso de expectativas. Es pronto para anticipar el control de la inflación y una bajada de tipos. Hay aún muchos interrogantes y la evolución de los precios depende de factores diversos. Para empezar, cómo las subidas de salarios afectarán a los costes de los productos y servicios que, en última instancia, se reflejarán en los precios.

Luis de Guindos fue ministro de Economía del Gobierno de Mariano Rajoy que recibió una economía destrozada tras la etapa de José Luis Rodríguez Zapatero. Tuvo que aplicar un nuevo plan de choque, rescate de la gran mayoría de las cajas de ahorro incluidas, aquel 2012 donde España estuvo al borde de la hecatombe. En el recuerdo la prima de riesgo -diferencial entre la rentabilidad que ofrece el bono alemán a diez años y el español- que superó los 600 puntos. Hoy está por debajo de cien y las preocupaciones son otras. No vale despistarse y los Gobiernos deben hacer los deberes fiscales sin poner en peligro el crecimiento. Cuidado con las exuberancias irracionales en los mercados y en la política económica.