OPINIÓN

Por qué Ilunion (ONCE) quiere ganar dinero

Dar valor al trabajo es tan fundamental como dar valor a ganar dinero. Los beneficios empresariales son decisivos para poder ser socialmente responsable. Los accionistas decidirán cómo

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Uno de los hoteles de Ilunion.

Uno de los hoteles de Ilunion. / Joan Castro

¿Para qué sirve una empresa? ¿Cuál es su objetivo? ¿De quién debe ser propiedad? Aparentemente, tan absurdas, estas tres preguntas han generado tanto o mayor debate, estudios académicos y revoluciones que filosofar sobre el sentido de la existencia. De los defensores del capitalismo salvaje -basta con ver algunas propuestas del presidente electo de Argentina, Javier Milei- hasta los comunistas que apoyan el Gobierno de España, extremos ha habido siempre. El 13 de septiembre de 1970, el economista Milton Friedman publicó un artículo en The New York Times que marcó época. Se titulaba: La responsabilidad social de una empresa es incrementar sus beneficios

Escribió: "Las discusiones sobre la responsabilidad de los negocios son notables por su fragilidad analítica y falta de rigor. ¿Qué quiere decir que las empresas tienen responsabilidades? Solo las personas pueden tener responsabilidades". Friedman defendía que son los accionistas de las empresas quienes usarán libremente los dividendos generados por unos beneficios para poder dedicarlos a lo que deseen. En resumen: una empresa debe ganar dinero y enriquecer a sus accionistas para que estos puedan luego tomar las decisiones que deseen. Y aquí hay tantos modelos y políticas como estilos y modelos de propiedad.

Incluso entre aquellas empresas cotizadas en bolsa, definidas como públicas en el argot anglosajón porque todo el mundo puede tener una acción de ellas, hay grandes diferencias. Un informe publicado por la OCDE en 2019 señalaba que los inversores institucionales privados detentaban en su conjunto el capital del 41% de las compañías cotizadas en el mundo. Estos inversores se dividen en tres categorías: fondos de inversión, fondos de pensiones y compañías de seguro. Los capitales de estas gestoras están formados por la liquidez proporcionada por ellos mismos y por terceros, empresas, administraciones o ciudadanos.

El segundo gran grupo propietario son los fondos dependientes de los estados. Aquí se incluyen desde la Sepi española, que participa en empresas cotizadas como Indra, Enagás y Redeia, entre otras, hasta el fondo soberano noruego, el Estado francés y el Partido Comunista Chino. En el estudio de la OCDE acumulaban el 14% de la capitalización mundial, un porcentaje que desde entonces ha subido gracias al mayor activismo de nuevos fondos como los árabes.

Un tercer y cuarto grupo de propietarios son las corporaciones privadas y los inversores individuales estratégicos. Son el resto. Aquí se incluyen aquellos accionistas que representan a las familias fundadoras de las empresas cotizadas (desde los Ford y los Walton en Estados Unidos hasta los Entrecanales, del Pino y Ortega en España) y nuevos entrantes que muestran nombres y apellidos en los accionariados.

Ofrecer una estrategia social

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Desde la crisis económica iniciada en 2008, profundizado por la pandemia, el discurso académico al que se han apuntado los gestores de los grandes fondos de inversión ha virado como un péndulo. Al menos, en palabra. Ya no se habla de que el valor de una empresa es exclusivamente ganar dinero, sino que también se valoran otras acciones que deben producirse paralelamente. De la RSC a la ESG, cualquier compañía que hoy quiera llamar la atención tiene que ofrecer a los inversores una estrategia social determinada, apoyada en su gobernanza. Hay que ganar dinero, pero no de cualquier manera. Ya no se trata solo de generar valor para el shareholder (accionista) sino para el stakeholder (sustantivo que incluye a todos los agentes sociales que rodean la actividad empresarial). Sería muy interesante saber qué diría hoy el premio Nobel de Economía de 1976 sobre este debate y si lo consideraría, como algunos defienden, contrario a las tesis que él publicó. Es trabajo para los académicos discernir los vericuetos de una discusión donde prima algo tan básico como que el fin no justifica los medios.

Es necesario que haya rentabilidad económica para que la haya social. ¿Hay alguien que discute una sentencia tan de perogrullo? Que defienda esta premisa el principal ejecutivo del grupo de empresas de la ONCE, Ilunion, es suficiente. Alejandro Oñoro es la portada de esta semana de 'activos' por una sola razón: su ejemplo y el de la compañía que dirige. Gracias a sus políticas activas de creación de empleo para personas con discapacidad también ha demostrado algo que hoy se echa de menos en el lenguaje político: "Todo el mundo tiene el derecho y el deber de trabajar". Y es que dar valor al trabajo no es precisamente uno de los atributos que distingue la ideología de algunos de los miembros del actual Gobierno. Ilunion no cotiza en bolsa ni está contemplado que lo haga; pero sí es un modelo que seguirá estudiándose por muchas empresas, públicas o privadas.