CRISIS ENERGÉTICA

La energía solar fotovoltaica: ¿qué falta en España?

6
Se lee en minutos
Una de las plantas solares que Soltec tiene en Cáceres.

Una de las plantas solares que Soltec tiene en Cáceres.

Es innegable que de la energía se derivan muchos de nuestros actuales problemas económicos (por el alto precio de los combustibles fósiles, que generan inflación), medioambientales (por la quema de los altamente contaminantes gas y petróleo) y geopolíticos (por la dependencia energética que hemos establecido de potencias extranjeras, algo que erosiona nuestra seguridad nacional). Se trata de una cuestión evidente, máxime tras las consecuencias desatadas por la guerra iniciada por Rusia contra Ucrania. Podría decirse, de hecho, que buena parte de la tensión existente entre las oligarquías y las teocracias extranjeras y las democracias occidentales se está produciendo en el terreno de la energía.

En este contexto, España puede convertirse en una gran fortaleza para la Unión Europea, erigiéndose como potencia mundial en producción de energías renovables. El objetivo: proporcionar a los ciudadanos españoles y europeos electricidad segura, limpia, barata y autóctona.

Podemos hacerlo, además, basándonos en una estrategia nacional que pivote en torno a una tecnología con un potencial inmenso en España: la energía solar fotovoltaica. Por tres sencillas razones: porque somos ricos en radiación solar, con unas 3.000 horas anuales promedio (un elemento infinito que proporciona la naturaleza), porque tenemos abundante suelo para ubicar las plantas y porque contamos con empresas punteras capaces de realizar esta tarea.

De esta manera, la electricidad será una de nuestras principales fuentes de exportación, de atracción de empresas y de consolidación del tejido industrial español, generando riqueza y competitividad (siendo, además, la gran aliada de la lucha contra el cambio climático y del hidrógeno verde, ya que su producción se realizará con energía solar, principalmente).

Se ha trabajado mucho y bien durante los últimos años (ahí están los más de 21.000 MW de potencia instalada de energía solar fotovoltaica en el sistema eléctrico nacional). Pero no es suficiente: es necesario ir aún más lejos.

¿Qué falta en España para lograr convertir a nuestro país en una auténtica potencia global en energía solar?

En primer lugar, para lograrlo, debemos triplicar nuestras interconexiones eléctricas con Europa. Las interconexiones son un vector clave para la creación de un auténtico mercado eléctrico europeo y para alcanzar los objetivos de descarbonización y electrificación. Si la península ibérica no aumenta rápidamente su capacidad de interconexión eléctrica con Francia, las ventajas de las energías renovables no se podrán extender a Europa, y seguirán siendo un recurso de mercados locales o nacionales. En estos momentos la interconexión eléctrica actual entre España y Francia supone alrededor de un 4% de la capacidad de producción instalada de electricidad (2.8 GW). El objetivo de España debería ser elevar la capacidad de interconexión hasta los 15 GW antes de 2035 para poder exportar, al menos, entre el 15% y el 20% de la capacidad de producción instalada actualmente.

En segundo lugar, hay que lograr la estabilidad de precios, de la mano de una buena regulación que no permita desigualdades dentro del mercado europeo. Una buena herramienta para conseguirlo es incentivar los Power Purchase Agreement (PPA) o los Contratos por Diferencias (CfD), mejorando los incentivos existentes en el mercado de los PPAs a escala europea (en estos momentos, por ejemplo, países como Francia tienen mercados de PPAs extremadamente pequeños, lo que dificulta los mercados transfronterizos). No obstante, es importante que este mercado tenga un carácter voluntario, para permitir así, en una economía de libre mercado, pero bien regulada, que cada promotor de energías renovables elija los riesgos que desea correr.

En tercer lugar, es imprescindible eliminar cualquier penalización al desarrollo de las energías renovables en España y en Europa. Por definición, los precios de la energía solar son bajos, dados sus mínimos costes de construcción y de producción. Y, en consecuencia, la mejor fórmula para bajar el precio de la electricidad es introducir más megavatios en la red generados a importes muy bajos, de manera limpia y autóctona (lo que permitirá desterrar rápidamente el gas como fuente de producción eléctrica). Por eso, cualquier modificación del mercado marginalista europeo debería evitar penalizar o limitar las rentabilidades de los proyectos de energías renovables, centrando sus esfuerzos en la reducción del gas y de los precios que éste marca (cuyas volatilidades están causadas por su alto coste y por la alta dependencia europea de este caro y contaminante combustible extranjero).

En cuarto lugar, para impulsar eficazmente la industria solar fotovoltaica en España es necesario modernizar nuestro sistema tributario. Más concretamente, debemos adaptar las figuras tributarias obsoletas, que fueron diseñadas en contexto muy distintos a los actuales y que ahora generan costes iniciales significativos, sin tener en cuenta los ingresos reales. Además, es fundamental considerar la implementación de deducciones fiscales monetizables para la construcción de nuevos proyectos que promuevan el desarrollo sostenible, la conservación y mejora del medio ambiente, así como el uso más eficiente de fuentes de energía, respetando los principios establecidos por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). De hecho, esta medida ya se está aplicando tanto a nivel internacional (un buen ejemplo es la legislación antinflacionaria impulsada por la Administración Biden, más conocida como la Inflation Reduction Act), como a nivel nacional (otro buen ejemplo es el desplegado por las Haciendas Forales Vascas, que ya permiten una deducción del 30% en el impuesto de sociedades).

Finalmente, deben aumentarse las ayudas para: a) la electrificación de la economía nacional; b) para desarrollar proyectos innovadores de almacenamiento energético que se hibriden con instalaciones de generación de energía a partir de fuentes renovables, y; c) reducir y simplificar las tramitaciones de grandes proyectos de energías renovables, ahora lentas y complejas. No lograremos ser una potencia de energía solar fotovoltaica si no creamos un gran mallado eléctrico y una gran industria de baterías para el almacenamiento de energía. Y tampoco lo conseguiremos si seguimos necesitando años y años de lentas tramitaciones burocráticas y administrativas para construir proyectos de energías renovables. Sin descuidar las imprescindibles y necesarias exigencias medioambientales, España debe ser más ágil a la hora de evaluar, aprobar o rechazar los proyectos de eólica y solar.

El nuevo Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 propuesto por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico apunta en la buena dirección. Pero debe ser una cuestión de Estado pasar de las propuestas a los hechos, a gran velocidad (en esta materia, los tiempos son clave). Un irrenunciable pacto de Estado construido sobre la base de que la economía verde no es ideología, sino necesidad económica, social y medioambiental, tal y como ha defendido el presidente del Grupo Español para el Crecimiento Verde, Gonzalo Sáenz de Miera.

Noticias relacionadas

En 2030 España debería tener una potencia total instalada en el sector eléctrico de 214 GW, de los que 76 GW tendrán que ser de energía solar fotovoltaica (incluyendo 19 GW de autoconsumo). Para lograr estos objetivos, será necesario movilizar una inversión cercana a los 300.000 millones de euros, procedentes tanto del sector privado como del sector público, con el imprescindible impulso de Bruselas.

España puede y debe llegar a un 50% de energías renovables sobre el uso final de la energía y alcanzar el 81% de energía renovable en la generación eléctrica. ¿Qué hace falta para lograrlo?: fraguar ese pacto de Estado para tomar hoy las decisiones adecuadas que nos permitan creer y saber que podemos hacerlo, en muy pocos años.