OPINIÓN

Opositores, presencialismo y productividad

Me abruma el 'súpersábado' de oposiciones. Así ha bautizado Gabriel Ubieto el primer día de este julio electoral, en el que coinciden la convocatoria más grande de la historia del Departament d’Educació en Catalunya y la repetición de las oposiciones del fiasco

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Los interinos de la Administración podrán convertirse en funcionarios sin hacer oposiciones

Los interinos de la Administración podrán convertirse en funcionarios sin hacer oposiciones

Me abruma el ‘súpersábado’ de oposiciones. Así ha bautizado Gabriel Ubieto el primer día de este julio electoral, en el que coinciden la convocatoria más grande de la historia del Departament d’Educació en Catalunya -36.304 aspirantes para 14.238 plazas- y la repetición de las oposiciones del fiasco -3.463 interinos optan a convertirse en funcionarios-. Casi 40.000 almas quieren participar en el proceso de estabilización de la función pública catalana. Las mujeres son mayoría, con una edad media de 49 años y una antigüedad de 13 años de servicios prestados. Dicen de ellas que buscan estabilidad laboral, equidad salarial, horario fijo y conciliación. 

No están solas en este año 2023 marcado por los planes de reducción de la temporalidad impuestos desde Bruselas y por la necesidad de afrontar el relevo generacional de los funcionarios ‘baby boomers’ a punto de jubilarse. El retrato robot de los opositores incluye también a personas que buscan saltar a la función pública después de haber acumulado años de experiencia en la empresa privada. Multiopositores, se autodefinen, que preparan una o dos pruebas a la vez. 

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Aunque la mayoría de las convocatorias son para regularizar la situación de los interinos, el fervor por la oposición debería llevar a gobiernos y agentes sociales a reflexionar sobre las condiciones del mercado laboral en España, un país de largas jornadas de trabajo, elevado presencialismo personal y digital-, baja productividad frente al resto de Europa -PIB generado por horas trabajadas-, amplias brechas salariales y dificultades para conciliar. 

Convendría lograr un gran pacto de país para acabar con el presencialismo mal entendido, racionalizar la organización de la jornada laboral -siempre mejor de forma voluntaria y con incentivos que coercitivamente- y avanzar en productividad -con objetivos y métricas transparentes-. Pero nada de esto se vislumbra en el horizonte antes ni después del 23J. Lástima.