OPINIÓN

La revolución del vídeo inteligente

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Inteligencia artificial

Inteligencia artificial / Pexels

Que la inteligencia artificial lo está cambiando todo —y lo que todavía está por venir— es un hecho. Pero no es algo nuevo. Posiblemente asistimos a una irrupción más amplia, empezamos a percibir cómo afecta a nuestras vidas cotidianas, ChatGPT ya es uno más de la familia… Pero la tecnología basada en inteligencia artificial hace mucho tiempo que llegó para mejorar nuestra calidad de vida. Un claro ejemplo es el del vídeo.

Si nos centramos en el ámbito de la seguridad, las cámaras de vídeo no son nuevas, ni mucho menos. Pero históricamente, eran elementos pasivos de lo que ocurría, testigos mudos de cualquier evento o acontecimiento. Hacía falta la intervención de un ser humano para visualizar las imágenes e interpretarlas. Las cámaras nos ponían ojos en muchos lugares, pero el cerebro seguía siendo humano.

Con la incorporación de la inteligencia artificial a los dispositivos de vídeo, éstos empezaron a pensar y a tomar decisiones por sí mismos. Las cámaras empezaron a tener capacidad para distinguir objetos —por ejemplo, un animal de un hombre—; para establecer límites y líneas que permitieran detectar presencias en zonas no autorizadas; para contar personas; para reconocer matrículas de vehículos o caras para controlar accesos… Y empezaron a hacer todo eso de forma autónoma, a partir de unos parámetros que se pueden programar, y a generar alarmas y avisos sólo cuando se daban ciertas condiciones. El ahorro en horas y el aumento en eficiencia fue exponencial.

Pero se sigue innovando, se sigue trabajando en las necesidades de cada industria para que las cámaras de vídeo aporten soluciones cada vez más específicas. Una cámara que reconoce la matrícula de un coche es capaz de gestionar un parking de manera autónoma: se puede permitir a un vehículo el acceso sin necesidad de retirar un ticket; indicarle dónde hay una plaza libre para que el conductor no de vueltas innecesarias; informar al usuario de dónde está ubicado su coche cuando vuelve a recogerlo unas horas después y no recuerda en qué plaza lo ha dejado; y permitir la salida después de cobrarle de forma automática en función del tiempo que ha permanecido en el parking, si la matrícula está asociada a una tarjeta de crédito. Fácil, rápido y eficiente.

Pero se ha dado un paso más: las cámaras recogen datos de los usuarios. Imaginemos un centro comercial con muchos accesos. Gracias a estos dispositivos podemos saber cuántos clientes acceden, su perfil —porque la IA reconoce sexos y edades, por ejemplo—, a qué horas, a través de qué entradas, aforo en tiempo real, días con más afluencia… Y con el software adecuado, se generan informes de business intelligence con una información que es oro molido para los responsables de ese centro comercial, que pueden adecuar la oferta, las promociones, los eventos y también los recursos —el personal que hace falta en cada momento— a la cantidad y el perfil de personas que se encuentran en un momento determinado en el recinto.

La inteligencia artificial embebida en las cámaras está presente en múltiples industrias y sectores. Las ciudades inteligentes basan gran parte de su funcionamiento en el uso de cámaras, que controlan accesos a zonas de bajas emisiones (ZBE), ofrecen datos sobre fluidez del tráfico para tomar decisiones que ayuden a mejorarlo, o detectan incidencias en tiempo real y contribuyen a que se resuelvan más rápidamente.

Las infraestructuras críticas constituyen otro ámbito que no se entiende sin la protección de cámaras inteligentes. Allí se combina la vigilancia perimetral, utilizando óptica visible con tecnología de visión térmica, con sofisticados sistemas de videovigilancia (CCTV), que incorporan todo tipo de parámetros —tipo de objeto detectado, zona, horario…— y sistemas de control de acceso, generalmente basados en reconocimiento facial, para lograr un control absoluto y garantizar la seguridad.

Los avances son constantes, y las respuestas a las nuevas necesidades surgen a un ritmo vertiginoso. Hablamos también de otros sectores, como el mundo del retail, el de la salud, la banca, la educación… En todos ellos están surgiendo soluciones basadas en vídeo inteligente que permite dar un mejor servicio a los usuarios.

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Las posibilidades del vídeo, combinado con inteligencia artificial y algoritmos de Deep Learning, son prácticamente ilimitadas. Y estamos viendo que el correcto aprovechamiento de esas posibilidades tecnológicas aumenta la seguridad de las empresas e instituciones, pero también está trayendo mejoras operativas, reducción de riesgos y, en última instancia, un aumento de la rentabilidad.

Estamos viviendo una revolución y lo mejor está todavía por llegar. Aunque la realidad es que gran parte de ese futuro ya es presente.