OPINIÓN

Necesitamos más mujeres economistas

Es necesario un enfoque diferente de entender la economía que tenga en cuenta un concepto amplio de bienestar, no solo relacionado con la retribución monetaria o las necesidades biológicas, sino también con las emocionales y afectivas

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Leonard Beard.

Leonard Beard. / Leonard Beard.

Las mujeres están infrarrepresentadas en el mundo de la economía, como en otros muchos ámbitos, pero esta desigualdad tiene amplias e importantes implicaciones para el progreso económico y bienestar de nuestra sociedad. Es cierto que hoy tenemos mujeres referentes al frente de las principales instituciones económicas internacionales: Ngozi Okonjo-Iweala (OMC), Ursula von der Leyen (Comisión Europea), Christine Lagarde (BCE) y Kristalina Gueorguieva (FMI), así como las primeras ministra y 'consellera' de Economia de la historia. Pero, a pesar de parezca que las mujeres dirigen la economía, la realidad es que estas instituciones están muy masculinizadas. También en el ámbito de la academia, a diferencia de lo que sucede en la mayoría de ciencias sociales, hay pocas mujeres en la investigación económica: 15% de catedráticas y 25% de profesoras titulares.

Identifico, básicamente, tres razones que justificarían la necesidad de tener más mujeres economistas en posiciones de poder. La primera es porque las mujeres tienden a gestionar mejor las crisis. Diferentes estudios demuestran que las mujeres operan con mayor aversión al riesgo y con menor exceso de confianza que los hombres, por ejemplo, en la toma de decisiones financieras. Si las mujeres hubieran estado al frente de los bancos de inversión y entidades reguladoras norteamericanas (¿Lehman Sisters?) posiblemente la crisis financiera de 2008 habría sido de menor magnitud. Estas mismas características podrían haber hecho que las mujeres actuaran con más antelación o fueran menos optimistas en cuanto a la evolución de la pandemia, y podría explicar por qué los países liderados por mujeres han tenido menos muertos por covid o por qué las hospitalizaciones en la segunda oleada han sido menores, de media, en las comunidades autónomas donde una mujer ocupaba el cargo de responsable de salud pública (Marcos Vera, University College London).

Segundo, las mujeres tienen intereses diferentes y complementarios a los de los hombres, en el ámbito de la investigación económica. Varios estudios han demostrado que las mujeres economistas que se dedican a la investigación están más interesadas en temas como el mercado laboral, el género y la familia, la educación, la salud o la provisión de servicios públicos, mientras que a los hombres les interesan más los temas vinculados con métodos econométricos, la economía financiera o la macroeconomía. Necesitamos más mujeres en el mundo académico de la investigación económica porque la gestión de las crisis que afrontaremos las próximas décadas (climática, tecnológico-laboral, demográfica y provisión de servicios públicos) requerirán conocimientos sólidos sobre estas materias y las mujeres parecen más interesadas al estudiarlas.

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Tercero, las mujeres gestionan para reducir las desigualdades y aumentar el bienestar de la población, no solo para maximizar un retorno monetario. Una razón que explicaría las desigualdades socioeconómicas todavía existentes entre hombres y mujeres es la naturaleza de la teoría económica predominante, en la que el 'Homo economicus' se mueve para satisfacer sus necesidades individuales y el marco natural para satisfacerlas es la competencia (en lugar de la colaboración). Esta teoría presupone que la suma de las prosperidades individuales es igual a la prosperidad de la sociedad. Pero la realidad es que no todos los individuos se benefician por igual de las políticas económicas, ni sufren del mismo modo las situaciones económicas. La existencia de estas desigualdades es lo que explicaría que el crecimiento económico (suma de intereses individuales) no garantice necesariamente un mayor bienestar o progreso social. Por eso es importante equilibrar mejor el poder económico y que las mujeres estén representadas para hacer escuchar sus preferencias e intereses en el diseño de las políticas públicas (reformas laborales, medidas fiscales, política presupuestaria, etc).

También parece necesario un enfoque diferente de entender la economía que tenga en cuenta un concepto amplio de bienestar, que no solo esté relacionado con la retribución monetaria o las necesidades biológicas, sino también con las emocionales y afectivas, como la felicidad, la seguridad, las curas o la sostenibilidad del planeta (principios de la economía feminista). Y esto implica que se utilicen nuevos indicadores que midan la felicidad y el bienestar humano, en la línea de las propuestas que han realizado los Premios Nobel Joseph Stiglitz y Amartya Sen. Con este propósito, desde la Cámara de Comercio de Barcelona venimos realizando desde hace más de un año los Indicadores de Progreso y Bienestar (IPB) que pretenden ampliar el enfoque del análisis económico más allá de la expresión monetaria del PIB, con una recopilación de más de 25 indicadores agrupados en 4 bloques temáticos: progreso, bienestar, sostenibilidad y calidad del crecimiento.

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