CÍRCULOS CONCÉNTRICOS

Grifols quiere parar la hemorragia

La empresa de plasma sanguíneo nombra a su tercer presidente ejecutivo en cinco meses

Raimon Grífols y Víctor Grífols Déu, durante una junta de accionistas de la compañía.

Raimon Grífols y Víctor Grífols Déu, durante una junta de accionistas de la compañía.

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Scranton Enterprises, con sede en Ámsterdam, saltó a la luz más pública en 2018 cuando anunció la compra por 3,7 millones de un club histórico del baloncesto español: el Joventut de Badalona. La Penya, como se conoce popularmente al club verdinegro, forma parte de uno de los hóldings inversores controlados mayoritariamente por la familia Grifols y en el que también participan directivos de la empresa de plasma sanguíneo y el consejero Tomás Dagà, fundador del bufete de abogados Osborne Clarke. En su cartera hay desde el 76% del fabricante de cava Juvé & Camps hasta participaciones en Wallapop más diversas empresas, incluyendo del sector sanitario e inmobiliarias en Madrid y Barcelona.

Scranton controla el 8,13% en Grifols. A este porcentaje hay que sumarle participaciones de otras dos compañías instrumentales de los miembros de la familia: Thorthol, que tiene un 7,09%, y Deria, con un 9,20%. Núria Roura, madre del actual presidente de honor Víctor Grifols Roura suma otro 6,15%. En total, comunicado a la Comisión Nacional del Mercado de Valores: un 30,5%.

Grifols pasó de ser un desconocido laboratorio especializado en el tratamiento de sangre, fundado en 1909, a convertirse en una de las empresas más atractivas de la bolsa. En 2008, dos años después de salir al parqué, en el Ibex35. Los inversores dieron un espaldarazo a la estrategia del grupo, propulsando el valor de sus acciones hasta los 34 euros, con una capitalización de 23.000 millones. Presidido por Víctor Grifols Roura, la empresa se embarcó en una serie de adquisiciones y expansión internacional aplaudida por los mercados. En junio de 2010 anuncia la compra de la estadounidense Talecris por 3.000 millones de euros. El cierre de la operación, al año siguiente, permite a Grifols cotizar en el índice Nasdaq de Wall Street. En 2010, la filtración de los documentos de Wikileaks estima que uno de los polos estratégicos en Europa para Estados Unidos es la población de Parets del Vallès (Barcelona), sede de la fábrica de plasma. El negocio de la sangre y las implicaciones de su tratamiento para tratar enfermedades empezó a generar más que interés.

Grifols crece en el exterior y diversifica sus negocios –apuesta, como ejemplo, por la investigación para combatir el alzhéimer– financiándose con la fórmula más barata que tenía entre manos: la deuda. También lo estaban haciendo otras compañías que generaban grandes expectativas de crecimiento: la operadora de torres de telecomunicaciones, Cellnex, y el líder mundial en piscinas, Fluidra.

En medio de la cresta de la ola, la familia Grifols, a quienes se les vinculó como simpatizantes del movimiento independentista, cambia la cúpula. En 2017, el presidente, Víctor Grifols Roura, cede los poderes ejecutivos a su hermano, Raimon Grifols, y a su hijo, Víctor Grifols Deu. El cargo de ambos, todo una novedad en el sanedrín de los consejos de Administración: consejero delegado solidario ejecutivo. En 2020, en un golpe de efecto, se incorpora al consejo del grupo el exembajador de Estados Unidos en España, James Costos.

En abril de 2022, Grifols compra la adquisición más discutida: la empresa alemana Biotest por 1.413 millones. La deuda de la empresa se dispara por encima de los 9.000 millones y representa ya nueve veces el ebitda (Beneficio antes de intereses, impuestos, provisiones y amortizaciones), un ratio considerado de alto riesgo para los inversores. Subida de tipos a la vista y los fondos empiezan a penalizar la acción, que se hunde. Grifols llega a perder dos terceras partes de su valor. Una demanda –ya retirada– en Estados Unidos de exdonantes y la caída debido a la pandemia del 30% del plasma procedente de donantes de la llamada frontera con México complica su imagen.

La sangre había llegado al río y el consejo decide dar un golpe de efecto . En octubre de 2022, el consejero Steven Mayer, con experiencia en el fondo inversor Cerberus pasa a ser presidente ejecutivo por encima de Raimon Grifols y Víctor Grifols Deu. El padre de este pasa a ser presidente de honor. En los nueve primeros meses del año la compañía anuncia que su endeudamiento neto llega a 9.390 millones , con el objetivo de ir reduciéndolo a cuatro veces ebitda en los próximos 18 meses, estimado en mil millones para 2022. Las ventas estimadas del año –se anuncian resultados el 28 de febrero– se calcula que llegarán a 6.0000 millones, con 1.570 millones de liquidez neta. "No habrá más operaciones corporativas ni más pago de dividendo en efectivo hasta la reducción de deuda", comunica Grifols. Una buena noticia: el volumen de plasma donado aumenta un 25% en nueve meses.

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La semana pasada, Grifols anuncia un plan de choque: 2.200 despidos en EEUU y 100 en España, un 8% de la plantilla. La bolsa lo celebra con subidas de hasta el 8%. El coste: 140 millones. La empresa anuncia que "continúa evaluando alternativas transaccionales para reducir su endeudamiento".

Este martes, nuevo anuncio. Steven F. Mayer decide dimitir por salud y motivos personales. Como presidente ejecutivo, otro consejero: Thomas Glanzmann. Raimon Grifols asciende a vicepresidente. ¿Otra tirita más?