Opinión | OPINIÓN

Que las palabras no atonten la disidencia

Ahora es muy difícil ser disidente, pero ir a la contra de lo establecido es intelectualmente muy sano

La escritora argentina afincada en Francia Ariana Harwicz

La escritora argentina afincada en Francia Ariana Harwicz / Ferran Nadeu

Los chefs tienen como ingredientes fundamentales lo que ahora llaman "el producto". La verdura, la carne, el pescado, las especias, etcétera. Los que nos dedicamos a los libros y al mundo editorial tenemos las palabras. Hay más, pero sobre todo las palabras. Ellas lo hacen todo. La utilización de una o de otra, o que primero vaya la otra y después la una, es donde reposa el mensaje final. Muchos de los y las escritoras a las que entrevistamos reparan en ello. Conocen la importancia. Gestionar bien ese juego no solo incrementa la calidad de la obra, sino que te acerca a unos, pero te aleja de otros. El lenguaje utilizado conecta con grupos diversos, pero no por el contenido, sino por la forma.

Es muy interesante lo que explica la escritora Ariana Harwicz sobre la época que le ha tocado vivir. A todos en general. También a los escritores. Parece que los cánones de cómo narrar para ser considerado de algún bando, de algún colectivo, de alguna familia, de algo, están muy marcados a partir del lenguaje. "Nos dicen cómo tenemos que hablar para no ser transfóbica, islamofóbica, racista, intolerante… ¿Y cuál es el objetivo? Fácil: que no pensemos". Parece una censura fuera de la censura, si eso es posible, o lo que oí cientos de veces a principios de los años 80: la autocensura.

Fue en aquella época cuando el peculiar y excelente periodista cultural Manuel Hidalgo comenzó a dirigir un suplemento de libros llamado Disidencias. El nombre ya lo decía todo. En aquella época ser disidente era más o menos fácil, a pesar de alguna multa o sanción. Ahora es muy difícil. Las palabras marcan el bando. Y si ello es así, la disidencia, que se inspira y basa en el contenido, debe cuidar tanto no tocar las narices, desde su posición, que se convierte en disidencia políticamente correcta. Y eso no es computable. Ir a la contra de lo establecido es intelectualmente muy sano.