La reforestación se ha convertido en una de las medidas estrella entre las empresas que buscan reducir el impacto ambiental que genera su actividad, si bien existen otras medidas que pueden ser más eficaces. Por ejemplo, invertir en proyectos de captura de dióxido de carbono o de prevención de la generación de emisiones.
La compensación de emisiones de dióxido de carbono por parte de las empresas no es otra cosa que dar al planeta una de cal y otra de arena. Es decir, lo que emito por un lado te lo elimino por el otro. Una definición más formal sería esta: se trata de neutralizar las emisiones de CO2 que emite una compañía fruto del desarrollo de su actividad, ya sea industrial, de servicios o de cualquier otra índole. Una iniciativa que cada vez más corporaciones abrazan y que tiene efectos positivos sobre el medio ambiente, si bien algunas voces exponen que para alcanzar la neutralidad no solo va a ser necesario dejar el balance a cero, sino ir un paso más allá para eliminar todo aquel carbono que durante décadas se ha vertido a la atmósfera.
El mecanismo de compensación que más está triunfando en los últimos años en la plantación de árboles o la reforestación de bosques, ya sea en España o en países en vía de desarrollo. Múltiples entidades, como Bosques Sostenibles o Tree-Nation, se ofrecen de intermediarios a las empresas para que reduzcan su huella ambiental ya sea por iniciativa propia o bien animando a los clientes a hacerlo durante el proceso de compra. Los bosques no solo favorecen la biodiversidad sino que actúan como sumideros de carbono, captando y almacenando el CO2 de la atmósfera.
Por ejemplo, Mapfre ha plantado recientemente 497 árboles en Pontevedra para compensar la huella de carbono generada por la celebración de su junta de accionistas, en el marco de un proyecto de reforestación más general denominado Bosque Mapfre. Muchas grandes compañías –con gran volumen de emisiones totales– cuentan con proyectos de estas características, como Repsol, Iberdrola, Iberia o incluso Movistar, que acaba de poner en marcha una aplicación para que sus usuarios tengan la posibilidad de compensar la huella de carbono que generan en sus hogares al usar los servicios contratados de telefonía, internet y contenidos audiovisuales.
No solo las multinacionales han abrazado este mecanismo de compensación, y que también les da buenos réditos a nivel de imagen, sino también pymes y pequeñas marcas, que ofrecen a sus clientes el argumento extra de compensar las emisiones que ha generado el producto que están adquiriendo. Sin embargo, no es suficiente para afrontar el reto que supone el cambio climático. Incluso lo dijo el mismísimo Bill Gates: “Pensar que plantando los suficientes árboles solucionaremos la crisis climática es un completo sinsentido”.
Eso no quiere decir que los proyectos de reforestación no sean una buena idea, sino que no debe ser la única acción de RSC que se ponga en marcha. De hecho, existe una de por sí mucho más eficaz: la reducción de emisiones que genera la propia actividad, de tal manera que plantar árboles sea un complemento, pero nunca el eje principal de la política de sostenibilidad. Dicho de otra forma, no parece lógico ni justo que una compañía energética siga incrementando la quema de combustibles fósiles por mucho que plante un bosque entero; o que una compañía área anime a los pasajeros a compensar su huella mientras incrementan su número de vuelos.
Aparte de reducir las propias emisiones contaminantes, existen otros mecanismos que pueden tener un mayor efecto en dos vertientes distintas: eliminar de la atmósfera más carbono del generado y evitar que las emisiones se lleguen a producir.
Aunque todavía son proyectos en una fase inicial, ya existen algunos ejemplos de plantas de captura directa en el aire, que retiran el carbono de la atmósfera y lo almacenan en la tierra. Es decir, que imitan de manera sintética el mismo proceso natural que efectúa un bosque, con un mayor alcance y sin el riesgo de pérdida causado, por ejemplo, por un incendio forestal. Eso sí, el CO2 captado debe guardarse de manera segura en algún tipo de instalación, lo que incrementa el coste. O bien reciclarse para crear fertilizantes o combustibles biológicos, lo que de nuevo requiere una elevada inversión en I+D.
Sin embargo, las ventajas de este tipo de plantas son notorias, ya que se calcula que una planta de captura directa de aire puede ser hasta 100 veces más eficiente que un bosque por superficie de terreno. Empresas como Climeworks (que ha inaugurado este año una nueva planta en Islandia denominada Mammoth, 10 veces mayor que su antecesora, Orca) aseguran que cada uno de sus colectores captura el equivalente a lo que harían 2.000 árboles.
También existe la posibilidad de capturar y almacenar el carbono en objetos físicos que se pueden utilizar, por ejemplo, directamente en el sector de la construcción para elaborar ladrillos o elementos de cemento. Sea como sea, la inversión por parte de las empresas que quieran compensar sus emisiones en este tipo de proyectos puede suponer un avance que los bosques por sí solos no pueden lograr.
Finalmente, existe otra línea de actuación como método de compensación, que consiste en invertir en proyectos que no estén centrados en eliminar carbono de la atmósfera, sino en evitar que se emita. Es decir, a prevenir antes que a curar. Así, las empresas concienciadas con la emergencia climática pueden subvencionar acciones de eficiencia energética que reviertan no solo en sus propias instalaciones (el cambio a energías limpias, por ejemplo), sino a toda la sociedad. Por ejemplo, promover la substitución de viejas calderas o antiguos electrodomésticos por otros de más eficientes. Porque, ¿no tendría quizás más sentido que una compañía automovilística utilizara el presupuesto que dedica a plantar árboles a rebajar el precio de sus vehículos eléctricos para ir sustituyendo el parque automovilístico?
Las acciones de reforestación son una estrategia necesaria, que ayuda a reducir el CO2 presente en la atmosfera, mejora el paisaje y fortalece la biodiversidad. Pero no puede ser simplemente una medida estética, sino un primer paso en el caminohacia la neutralidad de carbono. Una meta que no será nada fácil de conseguir y para la cual se necesita actuar en muchos más frentes, de forma decidida y valiente. Los árboles nos ayudarán, pero ellos solos no podrán revertir el daño que la humanidad ha causado hasta ahora al planeta.