La Vuelta al Ártico de Omar di Felice: el reto ciclista más extremo del mundo

El ultrafondista italiano recorrerá, en solitario y en pleno invierno, 4.000 kilómetros en seis etapas por las zonas más gélidas del planeta: “Quiero inspirar a que otros cojan su bicicleta”

Soñaba con ser como Marco Pantani y ha acabado planificando la primera Vuelta al Ártico en bicicleta, en solitario y en invierno, porque así de imprevisible es la vida. Muy en el fondo, sin embargo, todo tiene sentido, pues Omar di Felice (Roma, 1981) no envidiaba del ‘Pirata’ su capacidad para conseguir victorias, sino la que tenía para inspirar a chicos como él para que se subieran a una bici y recorrieran kilómetros y kilómetros con ella.

“Aunque llegué a ser profesional en 2008, en el Amore & Vita, era honesto conmigo mismo. Siempre tuve claro que no pasaría de ser un gregario, que no iba a ser un gran campeón como Pantani o como lo era Alberto Contador en mi época. Y yo lo que buscaba era inspirar a otra gente a coger la bicicleta, ya no para competir, sino para que la usaran a diario. Así que busque otra manera de hacerlo”, explica por vídeollamada.

Y como a este romano, hijo de un italiano y una argelina, le encantan el invierno y el frío, otra rareza más de su currículum, decidió reorientar su vida hacia los desafíos extremos, hacia las aventuras “para probarme a mí mismo, de forma más limpia”, alejadas de la competición y del pestilente clima de dopaje que en su época asfixiaba al ciclismo profesional. Así lleva más de una década, ya con 41 años en su carné de identidad.

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En realidad, todo comenzó, como una revelación jacobea, en 2012, cuando decidió hacer la mochila para completar en solitario el camino que separa Lourdes de Santiago de Compostela, 1.200 kilómetros en cuatro etapas. La experiencia le encantó y decidió reorientarla hacia carreras invernales de ultrafondo por toda Europa primero, por todo el mundo después. Al principio, como mero aficionado, mientras trabajaba como diseñador web, y a partir de 2016 a tiempo completo, gracias a sus patrocinadores.

Di Felice compagina esas carreras con aventuras en solitario, la faceta que más le apasiona. Ha emprendido desafíos en solitario en las zonas más septentrionales y frías del planeta, como Groenlandia, Alaska, Mongolia… Hace un año, también en pleno invierno, decidió realizar él solo una vuelta ciclista al Himalaya, la primera y única de la que hay constancia, 1.300 kilómetros sin compañía alguna con final en el campo base del Everest, a 5.364 de altitud sobre el nivel del mar.

“En realidad, fue más alpinismo que ciclismo, muy diferente a lo que había hecho hasta entonces, porque en muchos tramos me tenía que echar la bicicleta al hombro para poder avanzar. Puse mis límites a prueba, estando a 4.000 o 5.000 metros me costaba respirar y tuve que parar muchas veces a aclimatarme para poder seguir. Al final, conseguí llegar al campo base del Everest. Por la pandemia, no había absolutamente nadie, así que ahí estaba yo, solo ante la mayor montaña del mundo, sin poder abrazarme a nadie para celebrarlo, solo a las rocas”.

Ya por entonces barruntaba la idea de llegar con su bicicleta tan al norte como fuera posible: el Ártico. Pero no fue hasta el pasado mes de diciembre cuando, durante un entrenamiento en la piscina, sacó unos instantes la cabeza del agua y pensó: “Lo hago, una voz interior me dijo que era el momento”. Otra revelación.

Se fue de inmediato a su casa y comenzó a preparar un recorrido que, en seis etapas, le llevará a recorrer 4.000 kilómetros y 40.000 de desnivel positivo acumulado alrededor del Círculo Polar Ártico, por algunas de las zonas más inhóspitas del planeta. Su aventura arrancará el 2 de febrero y, si todo va según lo previsto, finalizará cuando lo haga el invierno, alrededor del 21 de marzo.

El viaje, de este a oeste, arranca en la península rusa de Kamchatka y terminará, si todo va bien, mes y medio después en Alaska tras atravesar ocho países.

Por el camino, Omar Di Felice encontrará caminos helados, volcanes activos, glaciares que se derriten, fiordos, inmensos bosques y hasta osos polares.

La elección de las etapas respondió a la búsqueda de lugares icónicos del Círculo Polar Ártico y también a su objetivo de concienciar contra el cambio climático, dado que además de ciclista de ultrafondo es activista, participante en la cumbre del clima que se celebró en noviembre en Glasgow. Cada día del recorrido, hablará a través de sus redes sociales sobre su aventura y también sobre aspectos relacionados con la sostenibilidad medioambiental que vaya encontrando por el camino.

Él mismo ha preparado la compleja logística de un viaje que transcurre por ocho países diferentes: Rusia, Finlandia, Suecia, Noruega, Islandia, Dinamarca (Groenlandia), Canadá y EEUU (Alaska). En condiciones normales, entre visados y permisos, ya sería complejo de organizar, pero la pandemia lo complica todo aún más, con la exigencia de llevar pasaportes covid válidos en todos los países y de pasar pruebas PCR antes y después de cruzar cada frontera internacional. El clima de tensión que viven Occidente y Rusia también le ha obligado a garantizarse un posible regreso de emergencia a casa si se llegara a una situación de guerra mientras está en suelo ruso.

Este sábado volará a Moscú, como primera escala, para iniciar un viaje que incluye un buen puñado de traslados en avión, tren y autobús entre las diferentes etapas. Junto a él se llevará su bici de gravel, kits de reparación, comida en forma de barritas, ropa para diferentes climas, un saco de dormir y una tienda de campaña, dado que en muchos puntos del recorrido no podrá pernoctar a cubierto. Solo en la etapa de Laponia cuenta con no dormir al raso ninguna noche. Y no es seguro que pueda evitarlo.

La otra bicicleta, una Fat Bike que usará en Svalbard, Islandia y Groenlandia, los terrenos más extremos, le esperará en Tromso (Noruega). Tras completar esas tres etapas intermedias, regresará a esa misma ciudad escandinava para retomar la bici de gravel que utilizará también en la etapa americana de la aventura. A ratos, los traslados parecen casi tan agotadores como la vuelta en sí.

¿Y cómo se prepara un desafío de estas características? “De vez en cuando hago una o dos semanas de entrenamientos más cortos e intensos, pero no es lo habitual. Tengo que hacer grandes distancias, así que salgo con la bicicleta simplemente a hacer muchos kilómetros, sin marcar un gran ritmo, solo horas y horas. El domingo hice mi último entrenamiento largo durante ocho o nueve horas, solo con el objetivo de ir sobre la bicicleta. En este tipo de desafíos no es necesario ir rápido, lo que necesitas es poder estar todo el día pedaleando y poder hacerlo un día tras otro. Hay una gran exigencia física, pero el desafío es sobre todo mental y tienes que prepararte para poder afrontarlo”.

Durante su travesía, el plan es levantarse muy pronto para poder aprovechar todas las horas de luz, que en el Ártico en estas fechas no son muchas: “En Svalbard, por ejemplo, solo hay dos o tres horas de luz solar al día, así que también tendré que pedalear de noche con focos, porque la idea es pasar entre ocho y diez horas al día sobre la bicicleta. Son seguidas, pero cada dos horas tendré que parar para comprobar la movilidad de los dedos de las manos y de los pies, para prevenir congelaciones”.

Si todo va bien, y muchas cosas pueden ir mal (problemas físicos o mecánicos, retrasos en los vuelos, climatología demasiado adversa, imprevistos relativos al covid, “sencillamente no ser demasiado bueno para hacer todo lo que tengo previsto”…), Di Felice llegará a Alaska hacia el 22 marzo. Quién se lo iba a decir cuando en 1994, siendo un niño de 13 años y viendo el Giro de Italia por televisión, decidió que quería ser como Marco Pantani. No lo logró, claro, pero ¿qué más da? Al fin y al cabo, muchos han ganado el Tour de Francia, pero ninguno ha hecho lo que él va a hacer. El Ártico le espera.

El Periódico de España


Reportaje: Sergio R. Viñas.
Fotografía y vídeo: Cortesía Omar di Felice y Mirror Media.
Gráficos y producción digital: Nacho García.