Las 7 maravillas del mundo antiguo

¿Cómo serían en la actualidad?

Por Anna Abella

En el siglo II, en su parodia de ciencia ficción ‘Icaromenipo’, el filósofo Luciano de Samósata enviaba a su héroe a la Luna, donde reconocía la Tierra al ver el Coloso de Rodas y el faro de Alejandría, dos de las siete maravillas de la antigüedad, creaciones audaces e inéditas por su escala y majestuosidad.

En el ensayo ‘Las siete maravillas del mundo’ (Ático de los libros; 27,96 €), la historiadora británica Bettany Hughes, autora de más de 50 documentales para la BBC o Netflix, recurre a los últimos hallazgos para contar todo lo que hay que saber de estas legendarias construcciones. "Lo que las hace maravillas es la voluntad de perdurar y trascender con la que se construyeron, no solo para el disfrute de la gente de su época sino para las futuras generaciones. Solo hay que ver la única que sigue en pie, la Gran pirámide de Guiza, que continúa siendo un símbolo", explica.

Hughes recorre detalles como los que se resumen bajo estas líneas en un libro que incluye reproducciones antiguas de las 7 maravillas y recreaciones de cómo serían en la actualidad.

EL COLOSO DE RODAS

"Los autores contemporáneos decían que se agotaron las reservas de bronce del mundo para hacerlo", cuenta Hughes sobre el imponente Coloso de 70 toneladas de peso y unos 33 metros de altura que en el siglo III a.C. se irguió en el puerto de la isla de Rodas, al sur del mar Egeo, sobre un pedestal de mármol blanco de 15 metros de alto.

La enorme estatua, que representaba al dios Helios y fue obra del escultor Cares de Lindos, simbolizaba la victoria militar de los habitantes del lugar sobre el macedonio Demetrio Poliorcetes cuando este osó intentar conquistar la isla con una gran flota. Otros relatos afirmaban que los rodios lo crearon fundiendo el bronce de las armas y barcos del enemigo vencido. En su base, testimonia la historiadora, se han hallado enormes pozos de fundición.

  • El Coloso de Rodas, pintado en 1760 por un artista anónimo.

Unas fuentes dicen que el Coloso llevaba una corona de rayos, antorcha y capa; otra le añaden lanza y escudo. Fuera como fuere, un terremoto lo destruyó en el 226 a.C. y sus restos, que los rodios decidieron dejar en el lugar, se cree que fueron vendidos como chatarra a un comerciante judío por los musulmanes que invadieron Rodas en 654 d.C., aunque Hughes lo duda. "Entonces a los árabes se les culpaba de todo. Creo que tanto los locales como los visitantes fueron llevándose poco a poco los trozos y el bronce se usó para otras estatuas", especula.

  • Reproducción moderna de cómo sería el Coloso hoy.

LA GRAN PIRÁMIDE DE GUIZA

La Gran Pirámide de Guiza es la única de las antiguas siete maravillas que sigue en pie. El historiador romano Plinio el Viejo consideraba esta colosal mole de dos millones de bloques de piedra caliza (cada uno de unas dos toneladas de peso) de 146 metros de altura una "ostentación ociosa e insensata de la riqueza real".

Se decía que llevaron allí el cadáver de Alejandro Magno. "Creo que está en el mar de Alejandría, pero es un buen sitio para que te entierren", sonríe la historiadora sobre la que fue la tumba del faraón Keops, quien ordenó alzarla hacia el 2570 a.C.

  • La Gran pirámide de Keops, en la actualidad. Foto: Khaled Elfiqi.

Siguen en pie también las incógnitas sobre cómo los antiguos egipcios fueron capaces de construirla. "Lo que es seguro es que no fueron aliens", bromea Hughes, que se inclina por la ayuda de "la fuerza de la energía hidráulica" para alzar las pesadas piedras, porque en la época el Nilo estaba más cerca y el río, además, permitía transportarlas y luego arrastrarlas en trineos hasta la edificación. "Según papiros encontrados, los trabajadores se dividían en equipos y competían para ver cuál construía más y más alto. Aún se ven las marcas de sus cinceles en la piedra".

  • Reproducción moderna de la Gran Pirámide de Guiza según cómo sería en perfecto estado original.

JARDINES COLGANTES DE BABILONIA

"Eran lugar de retiro para la realeza, que se pavoneaba allí de su riqueza. Alojaban a la élite, diplomáticos e invitados y las inscripciones les muestran pasándolo bien, escuchando música o bebiendo mientras detrás se ve una cabeza colgando de un árbol… Era su forma de mandar un mensaje de poder", explica la historiadora sobre los Jardines Colgantes de Babilonia, que parecía que flotaban en el aire y se cree que estaban dispuestos en terrazas que colgaban a varios niveles elevados.

Así era, en el siglo VI a.C., a orillas del río Éufrates, el paraíso que el rey Nabucodonosor II ordenó construir en las llanuras de Babilonia por amor a su esposa, la princesa Amitis de Meda.

  • Las murallas de la ciudad de Babilonia rodeando los Jardines Colgantes y la torre de Babel, en una calcografía de 1792.

De hecho, 'paraíso' significaba en persa jardín amurallado y el rey buscaba reproducir el ambiente bucólico y de disfrute que ella gozaba en su reino de origen, en las regiones montañosas de los Zagros (hoy, Irán). Era, dice Hughes, según las fuentes occidentales, "un lugar dado a todo tipo de delicias carnales". No en vano, en el imaginario colectivo perduran la Torre de Babel o la Ramera de Babilonia.

  • Ilustración moderna de cómo pudieron ser los Jardines Colgantes de Babilonia.

EL FARO DE ALEJANDRÍA

Fue una de las estructuras más altas de la época: una torre de algo más de 100 metros del altura construida en el siglo III a. C., durante el reinado del faraón Ptolomeo II, financiada por su padre. Tardaron 12 años y Sóstrato de Cnido suena como su posible arquitecto.

El faro tenía una estructura en tres partes, con una base cuadrada, una sección octogonal y una parte cilíndrica; en cada planta había habitaciones. Servía para guiar a los navegantes, con un espejo que reflejaba la luz del sol y una hoguera de noche, pero también era el receptor de los conocimientos que luego se almacenaban en la famosa biblioteca de Alejandría (destruida en el 48 a.C. durante el sitio de la ciudad por las tropas de Julio César, cuando un incendio destruyó 40.000 papiros) guardando en un primer momento los rollos de papiros de los barcos que los funcionarios del puerto confiscaban como impuesto de atraque.

  • Iustración de la base del faro de Alejandría.

Varios terremotos acabaron destruyendo el faro, el último en 1303, y sus restos se reutilizaron en otras construcciones, algo tristemente habitual. En 1968 se redescubrió y en 1994 se hallaron más restos en el puerto, catalogándose miles de piezas.

  • El faro de Alejandría, según una interpretación moderna.

MAUSOLEO DE HALICARNASO

Decorado con bellos relieves escultóricos, medía 134 metros de perímetro y 46 de alto, erguido en una colina. Era el lujoso monumento funerario del sátrapa del Imperio persa en Halicarnaso (Turquía) Mausolo, cuya construcción encargó en el 351 a. C. su esposa, y hermana, Artemisia II de Caria, a los arquitectos Sátiro y Piteo.

La tumba del mausoleo era de mármol, adornada con escenas de batalla, con columnas y un techo piramidal con una cuadriga. En el patio había una plataforma pétrea con una escalera flanqueada por leones también de piedra.

  • Resto de una escultura de león del mausoleo de Halicarnaso.

El mausoleo sufrió invasiones y desperfectos a lo largo del tiempo pero sobrevivió hasta que en 1522 los caballeros de la Orden de Malta se llevaron partes de él para reutilizarlo en la construcción de un castillo para hacer frente al Imperio otomano. Excavaciones británicas hallaron partes de él y estatuas, que enviaron a Londres, así como túneles y una cámara mortuoria destruida por saqueadores.

  • Reconstrucción del mausoleo de Halicarnaso, tal como sería en la actualidad.

ESTATUA DE ZEUS EN OLIMPIA

En Olimpia, la ciudad griega donde se celebraban los Juegos Olímpicos, se elevó la gigantesca estatua de más de 12 metros de alto, del todopoderoso Zeus, realizada por Fidias hacia el 430 a.C., quien esculpió al dios en marfil sobre un armazón de madera con detalles de oro macizo.

Los autores clásicos lo describían como un Zeus sentado en un trono, de torso desnudo, corona de olivo y un manto cubriéndole las piernas. En la mano derecha sostenía una pequeña escultura, también de oro y marfil, de Niké (la Victoria), y en la izquierda, un cetro de punta de águila. El no menos lujoso trono estaba hecho de marfil, ébano, oro y piedras preciosas. Las únicas reproducciones aparecen en monedas romanas.

  • llustración de 1814 de la estatua de Zeus en Olimpia, imaginada por A. C. Quatremère de Quincy.

Según el historiador Suetonio, el emperador Calígula, fascinado por ella, quiso llevarse la estatua a Roma para reemplazar la cabeza con la suya. Envió a sus soldados, pero estos huyeron cuando al acercarse a la estatua oyeron una risa que surgía de ella. Eso dice la leyenda. Para Hughes, fuera como fuese, "Calígula recibió un castigo divino por haberse metido con los dioses: poco después fue asesinado". Con la prohibición del culto pagano por parte del emperador Teodosio I para favorecer el cristianismo, el templo se clausuró y la estatua pudo perderse en un incendio o ser trasladada a Constantinopla, según las fuentes.

  • Reconstrucción moderna de la estatua de Zeus en el templo de Olimpia.

TEMPLO DE ARTEMISA

En Grecia, la diosa Artemisa era símbolo de virginidad, algo que, paradójicamente, en Éfeso (Turquía) trocaron en símbolo de fertilidad. La razón: los pobladores veneraban a la diosa madre y fusionaron su culto con el de Artemisa, a la que una copia romana del siglo II d.C. reproduce con una veintena de pechos.

Así, con polimastia, la mostraba la estatua decorada con metales preciosos que brillaba en el interior del primer templo en su honor que construyeron en el siglo VIII a.C. "El cuerpo de la diosa evoluciona como un símbolo de poder", valora la autora.

  • En la imagen, copia romana de la Artemisa «polimástica» de Éfeso, conocida como 'Bella Artemisa', del siglo II d. C.

Diseñado por Quersifrón de Cnosos, el templo fue un lugar de peregrinación de multitud de adeptos, según se deduce de los restos hallados. Fue destruido por pueblos bárbaros hasta que se volvió a reconstruir sin demasiada suerte: resultó incendiado el 356 a. C., el año en que nació Alejandro Magno, quien se ofreció a pagar uno nuevo el 340 a.C., pero la ciudad de Éfeso se negó. Con el cristianismo, algunos de sus materiales se reutilizaron en otras construcciones, como la basílica de Santa Sofía de Constantinopla.

  • En la imagen, reconstrucción moderna del templo de Artemisa en Éfeso.