Precipicio de cristal

La 'trampa' que aguarda a las mujeres cuando alcanzan el poder

Texto: Juan Fernández
Ilustraciones: Andrea Hermida-Carro

De todos los ámbitos de la vida pública, el del poder es uno de los que más resistencias manifiestan a la consecución de la perseguida igualdad entre hombres y mujeres. Cumbre tras cumbre de altos mandatarios mundiales y reunión tras reunión de consejeros delegados de multinacionales, la foto del bastón de mando continúa teniendo hoy, a punto de consumir el primer cuarto del siglo XXI, una impronta marcadamente masculina y en esa imagen las mujeres siguen brillando por su ausencia o son una rara excepción.

Por su carácter decisorio y representativo, el feminismo sabía que la conquista del poder iba a ser una de las batallas más difíciles que iba a tener que librar en su búsqueda de la paridad. Lo que quizá no calculó es que muchas de las oportunidades para ejercer de jefas, las mujeres las iban a recibir en forma de nombramientos envenenados y justo en el momento más crítico de la historia de las organizaciones que se disponían a dirigir, no cuando el viento soplaba a favor, con el previsible daño a sus carreras.

¿Qué es el "precipicio de cristal"?

En 2005, la psicóloga Michelle K. Ryan y su colega Alexander Haslam, de la Universidad de Exeter (Reino Unido), acuñaron el término “precipicio de cristal” para identificar una situación que venía dándose entre grandes firmas tecnológicas tras el estallido de la burbuja puntocom. Muchas de esas compañías, cuando entraban en números rojos y la quiebra amenazaba en el horizonte, ponían al frente a mujeres con la esperanza de que obraran el milagro de capear el temporal. Si no lo conseguían, como pasó con frecuencia, el desprestigio tendría nombre femenino, no el de los ejecutivos que habían provocado el desastre.

De todos los ámbitos de la vida pública, el del poder es uno de los que más resistencias manifiestan a la consecución de la perseguida igualdad entre hombres y mujeres. Cumbre tras cumbre de altos mandatarios mundiales y reunión tras reunión de consejeros delegados de multinacionales, la foto del bastón de mando continúa teniendo hoy, a punto de consumir el primer cuarto del siglo XXI, una impronta marcadamente masculina y en esa imagen las mujeres siguen brillando por su ausencia o son una rara excepción.

Por su carácter decisorio y representativo, el feminismo sabía que la conquista del poder iba a ser una de las batallas más difíciles que iba a tener que librar en su búsqueda de la paridad. Lo que quizá no calculó es que muchas de las oportunidades para ejercer de jefas, las mujeres las iban a recibir en forma de nombramientos envenenados y justo en el momento más crítico de la historia de las organizaciones que se disponían a dirigir, no cuando el viento soplaba a favor, con el previsible daño a sus carreras.

¿Qué es el "precipicio de cristal"?

En 2005, la psicóloga Michelle K. Ryan y su colega Alexander Haslam, de la Universidad de Exeter (Reino Unido), acuñaron el término 'precipicio de cristal' para identificar una situación que venía dándose entre grandes firmas tecnológicas tras el estallido de la burbuja puntocom. Muchas de esas compañías, cuando entraban en números rojos y la quiebra amenazaba en el horizonte, ponían al frente a mujeres con la esperanza de que obraran el milagro de capear el temporal. Si no lo conseguían, como pasó con frecuencia, el desprestigio tendría nombre femenino, no el de los ejecutivos que habían provocado el desastre.

El término ‘precipicio de cristal’ no se ha popularizado tanto como el del ‘techo de cristal’, pero la situación que describe ha continuado dándose con persistencia, como saben bien algunas ejecutivas y gestoras públicas. Como Marissa Mayer, que fue nombrada CEO de Yahoo en 2012 cuando el portal acumulaba varios ejercicios con pérdidas y acabó dimitiendo; o Mary Barra, que se convirtió en la primera mujer al frente de una gran multinacional del motor cuando le propusieron dirigir General Motors en 2014, justo en el peor momento de la historia de la compañía; o Jane Fraser, la primera mujer a los mandos de una gran entidad financiera cotizada en Wall Street desde que se hizo cargo de Citigroup en 2021 en plena caída de ingresos del banco.

¿Por qué se produce esta discriminación?

En opinión de Cecilia Castaño, catedrática de Economía de la Universidad Complutense y autora de varios ensayos sobre género y gestión de organizaciones, este patrón se repite demasiadas veces: “Cuando vienen mal dadas, los líderes varones acostumbran a echarse a un lado y ceden el testigo a las mujeres para que se coman el marronazo. Es una forma más de machismo, pero bajo la apariencia de una promoción femenina. No son nombramientos que premien trayectorias, son trampas”, denuncia.

A menudo, la elección de una mujer para dirigir una entidad en un momento de crisis se ha defendido apelando a su supuesta mayor capacidad para la empatía la negociación. “Pero esos atributos también son útiles en tiempos de bonanza, ¿por qué no las nombran directoras generales en esos momentos?”, plantea Ana Bujaldón, presidenta de la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (FEDEPE). En opinión de esta ejecutiva del sector del marketing, a menudo esos nombramientos solo esconden operaciones de ‘equality gwashing’: “Las organizaciones que actúan así aparentan dar pasos hacia la igualdad, pero en realidad no tienen una voluntad sincera de alcanzar la paridad”.

El estudio académico donde nació el concepto del ‘precipicio de cristal’ respondía a un artículo publicado en The Times en 2003 que señalaba que las empresas que habían elegido a mujeres para llevar el timón en el lustro anterior habían tenido un mayor índice de fracaso. “La trampa consiste en quedarte con ese dato y no explicar el contexto: que esas compañías ya estaban en crisis, y muchas eran inviables, cuando las pusieron en manos de mujeres, pero si eso no se dice, el daño reputacional se lo quedan ellas”, advierte la politóloga Sìlvia Clavería, experta en género y representación política.

La presencia de la mujer en puestos de responsabilidad ha mejorado en los últimos años. En el Consejo de Ministros hay más ministras que ministros desde 2018, el 44% de los escaños del Congreso hoy lo ocupan diputadas y en las empresas del IBEX-35 ya hay un 39% de mujeres en los consejos de administración. Pero en las cúpulas directivas, donde reside realmente el poder, la situación es bien distinta: solo tres de las 35 compañías que componen el selectivo bursátil están presididas por mujeres.

“Las mujeres continuamos relegadas a los puestos que no toman las decisiones, seguimos siendo las amas de llaves de las empresas”, se queja Cecilia Castaño, autora de un estudio sobre la situación de la gobernanza en la universidad española que llama la atención sobre la discriminación de género que sigue habiendo en esta institución. “Hay muchas vicerrectoras y muchas mujeres responsables de áreas poco brillantes, pero apenas hay rectoras”, subraya la investigadora.

Recientemente, varios estudios han puesto cifras a la compleja relación que hoy sigue habiendo entre la mujer y el ejercicio del poder. El último informe sobre ‘Mujer en el lugar de trabajo’ de la consultora McKnsey, destaca que cada vez hay más altas ejecutivas que optan por dimitir del cargo. “El 43% de las jefas de grandes compañías se sienten quemadas”, advierte el estudio, que avisa de “la gran renuncia” de directoras generales que se avecina.

A menudo, la elección de una mujer para dirigir una entidad en un momento de crisis se ha defendido apelando a su supuesta mayor capacidad para la empatía la negociación. “Pero esos atributos también son útiles en tiempos de bonanza, ¿por qué no las nombran directoras generales en esos momentos?”, plantea Ana Bujaldón, presidenta de la Federación Española de Mujeres Directivas, Ejecutivas, Profesionales y Empresarias (FEDEPE). En opinión de esta ejecutiva del sector del marketing, a menudo esos nombramientos solo esconden operaciones de ‘equality gwashing’: “Las organizaciones que actúan así aparentan dar pasos hacia la igualdad, pero en realidad no tienen una voluntad sincera de alcanzar la paridad”.

El estudio académico donde nació el concepto del ‘precipicio de cristal’ respondía a un artículo publicado en The Times en 2003 que señalaba que las empresas que habían elegido a mujeres para llevar el timón en el lustro anterior habían tenido un mayor índice de fracaso. “La trampa consiste en quedarte con ese dato y no explicar el contexto: que esas compañías ya estaban en crisis, y muchas eran inviables, cuando las pusieron en manos de mujeres, pero si eso no se dice, el daño reputacional se lo quedan ellas”, advierte la politóloga Sìlvia Clavería, experta en género y representación política.

La presencia de la mujer en puestos de responsabilidad ha mejorado en los últimos años. En el Consejo de Ministros hay más ministras que ministros desde 2018, el 44% de los escaños del Congreso hoy lo ocupan diputadas y en las empresas del IBEX-35 ya hay un 39% de mujeres en los consejos de administración. Pero en las cúpulas directivas, donde reside realmente el poder, la situación es bien distinta: solo tres de las 35 compañías que componen el selectivo bursátil están presididas por mujeres.

“Las mujeres continuamos relegadas a los puestos que no toman las decisiones, seguimos siendo las amas de llaves de las empresas”, se queja Cecilia Castaño, autora de un estudio sobre la situación de la gobernanza en la universidad española que llama la atención sobre la discriminación de género que sigue habiendo en esta institución. “Hay muchas vicerrectoras y muchas mujeres responsables de áreas poco brillantes, pero apenas hay rectoras”, subraya la investigadora.

Recientemente, varios estudios han puesto cifras a la compleja relación que hoy sigue habiendo entre la mujer y el ejercicio del poder. El último informe sobre ‘Mujer en el lugar de trabajo’ de la consultora McKnsey, destaca que cada vez hay más altas ejecutivas que optan por dimitir del cargo. “El 43% de las jefas de grandes compañías se sienten quemadas”, advierte el estudio, que avisa de “la gran renuncia” de directoras generales que se avecina.

“Las mujeres vivimos en una dialéctica perversa: por un lado nos piden que seamos como se supone que es la mujer: amable, empática, tierna... y luego, en el poder, nos exigen que nos comportemos como un hombre. Pero somos distintas a los hombres”, reflexiona Carmen García-Ribas, autora de varios ensayos sobre liderazgo femenino. En su opinión, en este dilema radica muchos de los conflictos que se dan hoy en los debates de género, en especial los relacionados con el ejercicio del poder. “Las mujeres hemos aceptado la concepción que los hombres tienen del poder, pero nuestra cultura es otra. Mientras sigamos imitándoles, seguiremos teniendo problemas a la hora de ser jefas”, advierte la analista.

Texto: Juan Fernández
Ilustraciones: Andrea Hermida-Carro
Coordinación: Rafa Julve