El 28 de marzo de 1998 se puso a la venta en Estados Unidos la primera caja de Viagra, un milagroso fármaco que prometía acabar con los problemas de erección de los varones. A España llegó siete meses más tarde, pero a lo largo de aquel verano se formaron largas colas de clientes en las farmacias de Andorra llegados desde el sur de los Pirineos para hacerse con el comprimido del que todo el mundo hablaba, y por el empezaron pagando con alegría 80.000 pesetas por un bote de 30 unidades. En enero de 1999 ya lo tomaban con regularidad 50.000 españoles bajo prescripción facultativa.

25 años más tarde, el consumo de viagra -denominación comercial admitida por la RAE desde 2018 que hoy pone nombre a la extensa familia de fármacos similares que salieron al mercado después- ha cambiado mucho. Lo que empezó como tratamiento medicinal exclusivo para ese 20% de varones de entre 40 y 75 años que según todos los estudios médicos padecen distintos grados de disfunción eréctil, ha acabado siendo usado con cotidianeidad por hombres de todo tipo y condición que suelen adquirir la pastilla por internet, sin control médico, y la toman a discreción para evitar cualquier remota amenaza de 'gatillazo' o para disfrutar de largas sesiones de sexo y erecciones.

En el camino, la célebre píldora azul acabo convirtiéndose en un icono pop y en el símbolo de toda una época.

La de la viagra es una historia de éxito que nació de un fracaso. A finales de los años 80, la farmacéutica Pfizer andaba tras un remedio que resultara efectivo para tratar la hipertensión y la angina de pecho. A un grupo de voluntarios les ofreció sildenafilo, una sustancia vasodiladatora que si bien no provocó los efectos que perseguía el laboratorio, causó una reacción que levantó las sospechas de los investigadores: todos los que la probaron se resistían a devolver las muestras que no habían consumido durante el experimiento porque, de repente, sus lances sexuales se habían convertido en auténticos festivales.

Advertida de este inesperado pero feliz efecto secundario, Pfizer patentó el fármaco como tratamiento para la disfunción eréctil en 1989 y diez años más tarde, tras superar todos los controles farmacológicos pertinentes, lo sacó al mercado.

Su funcionamiento es tan sencillo como infalible:

Poco después de haber tomado la viagra, el sildenafilo llega al torrente sanguíneo y actúa sobre el sistema circulatorio del pene, que recibe la sangre por las arterias y la evacúa por las venas.

En realidad, el medicamento no hace otra cosa que estimular la producción de fosfodiesterasa 5, una encima natural que genera el propio organismo, y que causa una doble reacción en las zonas cavernosas del pene:

Por un lado, genera una dilatación de las arterias que llevan sangre al pene.

Por otra parte, provoca una contracción de las venas que sacan la sangre del pene.

De esta forma, en las zonas cavernosas del pene se produce una elevada concentración sanguínea, que es la que da lugar a la erección.

Pasadas 3 o 4 horas, el medicamento deja de tener efecto, las arterias y venas vuelven a su estado normal, la sangre sale del pene y el órgano deja de estar entumecido.

La de la viagra es una historia de éxito que nació de un fracaso. A finales de los años 80, la farmacéutica Pfizer andaba tras un remedio que resultara efectivo para tratar la hipertensión y la angina de pecho. A un grupo de voluntarios les ofreció sildenafilo, una sustancia vasodiladatora que si bien no provocó los efectos que perseguía el laboratorio, causó una reacción que levantó las sospechas de los investigadores: todos los que la probaron se resistían a devolver las muestras que no habían consumido durante el experimiento porque, de repente, sus experiencias sexuales se habían convertido en auténticos festivales.

Advertida de este inesperado pero feliz efecto secundario, Pfizer patentó el fármaco como tratamiento para la disfunción eréctil en 1989 y diez años más tarde, tras superar todos los controles farmacológicos pertinentes, lo sacó al mercado.

Su funcionamiento es tan sencillo como certero:

Poco después de haber tomado la viagra, el sildenafilo llega al torrente sanguíneo y actúa sobre el sistema circulatorio del pene, que recibe la sangre por las arterias y la evacúa por las venas.

En realidad, el medicamento no hace otra cosa que estimular la producción de fosfodiesterasa 5, una encima natural que genera el propio organismo, y que causa una doble reacción en las zonas cavernosas del pene:

Por un lado, genera una dilatación de las arterias que llevan sangre al pene.

Por otra parte, provoca una contracción de las venas que sacan la sangre del pene.

De esta forma, en las zonas cavernosas del pene se produce una elevada concentración sanguínea, que es la que da lugar a la erección.

Pasadas 3 o 4 horas, el fármaco deja de tener efecto, las arterias y venas vuelven a su estado normal, la sangre sale del pene y el órgano deja de estar entumecido.

"Al fin pudimos hacer frente con eficacia a los problemas de erección"

Los urólogos son testigos de los cambios experimentados por la sociedad en los últimos años en asuntos sexuales. El doctor Juan Manuel Corral no ha olvidado los tiempos en los que debía usar su mano izquierda para conseguir que sus pacientes le confesaran que sufrían problemas de erección, sometidos por entonces al estigma de una palabra maldita: impotencia.

"Después de muchas vueltas, cuando la enfermera salía de la consulta y te quedabas a solas con él, acababa reconociendo en voz baja: 'es que no funciono bien, doctor'", recuerda el secretario general de la Asociación Española de Andrología, Medicina Sexual y Reproductiva.

Hoy, asegura, esta dolencia se afronta de manera más abierta, libre de las vergüenzas y prejuicios de antaño. Y en ese cambio, la irrupción de la Viagra colaboró en gran medida. "Ayudó a normalizar los problemas de erección, que padecen más hombres de los que pensamos, y a los que pudimos frente con eficacia, al fin, gracias a la Viagra y a los fármacos similares que salieron en años posteriores", explica el especialista.

"La Viagra salvó muchos matrimonios"

Algo tan mágico y misterioso, capaz de aportar placer sexual a quien lo tenía vedado, no podía ser del todo bueno, pensaron algunos, y en seguida empezaron a circular noticias de fallecimientos súbitos tras la ingesta del medicamento. En aquellos primeros años de expectación y dudas hacia el nuevo medicamento, parte del trabajo de los especialistas consistió en confirmar a ojos de la población las bondades del hallazgo farmacológico.

"Aquellas noticias hicieron un grave daño porque asustaron a mucha gente innecesariamente. En realidad, la Viagra y el resto de sustancias de la misma familia que salieron después son inocuas en condiciones normales. Solo deben tomar precauciones para su uso los varones que padezcan problemas cardíacos o estén tomando otros vasodilatadores", advierte Venancio Chantada, secretario general de la Asociación Española de Urología, quien añade: "Los que murieron tras tomar Viagra, no fallecieron por culpa del fármaco, sino porque arrastraban otras dolencias previas o hicieron esfuerzos excesivos en aquellos encuentros sexuales". Con todo, el especialista advierte: "Estamos hablando de un medicamento y, como tal, debe usarse bajo control facultativo. No es bueno que la gente compre y consuma pastillas para la erección por su cuenta y sin consultarlo con un médico".

La irrupción de la Viagra causó tanta curiosidad como sospechas, pero en seguida se convirtió en un fenómeno mediático que traspasó los límites de la dolencia física para la que había sido diseñada. El componente sexual del fármaco era pólvora para la noticia de su hallazgo.

A normalizar su presencia y fomentar su consumo colaboraron numerosos rostros conocidos que a lo largo de estos 25 años de erecciones a la carta confesaron que la tomaron con éxito, o directamente participaron en campañas publicitarias para promocionarla, como hicieron el ex futbolista brasileño Pelé, el cantante venezolano José Luis Rodríguez 'El Puma' y el candidato republicano a la Casa Blanca en las elecciones norteamericanas de 1996 Bob Dole.

Sin embargo, al principio tampoco faltaron voces que desdeñaron la dichosa pastilla azul por considerarla un recurso de hombres "poco machos".

Pocos medicamentos han logrado colarse en la cultura popular con la potencia y el vigor con que lo ha hecho la Viagra. En el último cuarto de siglo, el cine, la literatura y la música han sacado a colación la célebre píldora en numerosas ocasiones. Como hizo la comedia romántica 'Amor y otras drogas', de 2010, en la que Jake Gyllenhaal daba vida a un representante de ventas de la farmacéutica que comercializó la pócima mágica de las erecciones. Enredos y risas servidos en comprimidos.

Incorporada al habla de la calle como sinónimo de fortaleza, el marketing ha estado atento todos estos años para sacar provecho comercial de la palabra-tótem. 'Viagra para las marcas', se atrevió a titular el experto en management Joan Mir Juliá el manual que publicó en 2012 para ayudar a las empresas a "potenciar sus productos y servicios".

En la revisión que hicieron del Diccionario en 2018, los miembros de la Real Academia de la Lengua se rindieron a la evidencia y autorizaron el uso del término viagra -en minúscula y sin cursivas, como una palabra normal y corriente- para denominar, según su definición canónica, al "medicamento utilizado para el tratamiento de la disfunción eréctil masculina".

20 años antes, al poco de que el fármaco saliera al mercado, Francisco Umbral publicó la novela 'Historias de amor y Viagra', en la que el protagonista, un periodista de mediana edad, recibía el encargo de probar la pastilla y contar a los lectores de una revista cómo había sido la experiencia.

"Señora, escuche / si su marido no funciona, / mándelo a la viagra", entonaban a ritmo de corrido mexicano los músicos del grupo 'Los Tucanes de Tijuana' en la canción que llevaba por título el nombre del medicamento, y que lanzaron en el año 2000.

En 2015, cinco músicos suecos capitaneados por el vocalista Sebastian Murphy tuvieron claro qué nombre poner al grupo de post-punk que acababan de crear: Los Viagra Boys. Desde entonces han publicado tres discos de estudio repletos de energía y descargas eléctricas.

Pocos medicamentos han logrado colarse en la cultura popular con la potencia y el vigor con que lo ha hecho la Viagra. En el último cuarto de siglo, el cine, la literatura y la música han sacado a colación la célebre píldora en numerosas ocasiones. Como hizo la comedia romántica 'Amor y otras drogas', de 2010, en la que Jake Gyllenhaal daba vida a un representante de ventas de la farmacéutica que comercializó la pócima mágica de las erecciones. Enredos y risas servidos en comprimidos.

En la revisión que hicieron del Diccionario en 2018, los miembros de la Real Academia de la Lengua se rindieron a la evidencia y autorizaron el uso del término viagra -en minúscula y sin cursivas, como una palabra más- para denominar, según la definición oficial, al "medicamento utilizado para el tratamiento de la disfunción eréctil masculina".

20 años antes, poco después de la salida al mercado del fármaco, Francisco Umbral publicó la novela 'Historias de amor y Viagra', en la que el protagonista, un periodista de mediana edad, recibe el encargo de probar la pastilla y contarle a los lectores de una revista cómo ha sido la experiencia.

Incorporada al habla de la calle como sinónimo de fortaleza, el marketing ha estado atento todos estos años para sacar provecho comercial de la palabra-tótem. 'Viagra para las marcas', se atrevió a titular el experto en management Joan Mir Juliá el manual que publicó en 2012 para ayudar a las empresas a "potenciar sus productos y servicios".

En 2015, cinco músicos suecos capitaneados por el vocalista Sebastian Murphy tuvieron claro qué nombre poner al grupo de post-punk que acababan de crear: Los Viagra Boys. Desde entonces han publicado tres discos de estudio repletos de energía y descargas eléctricas.

"Señora, escuche / si su marido no funciona, / mándelo a la viagra", entonaban a ritmo de corrido mexicano los músicos del grupo 'Los Tucanes de Tijuana' en la canción que llevaba por título el nombre del medicamento, y que lanzaron en el año 2000.

Hasta que llegó la vacuna contra el covid, Pfizer era popularmente conocida por haber inventado el remedio que acabó con la impotencia sexual en el mundo. La asociación de ideas no era caprichosa, pues la farmacéutica se encargó de identificar su marca con la pastilla de los milagros, que no por casualidad compartía color con la identidad corporativa del laboratorio.

La Viagra fue el negocio del siglo. En apenas tres años, las ventas del medicamento llevaron a la farmacéutica al 'top 5' de empresas más rentables de Estados Unidos. Pero aquella gallina de los huevos azules dejó de ser tan rentable a partir de 2013, cuando la patente quedó liberada y los mostradores de las farmacias se llenaron de alternativas que ofrecían lo mismo por menos precio. Entre 2012 y 2019, las ganancias de Pfizer por la venta de viagras se redujeron a la cuarta parte.

Bayer, Lilly, Kern, Cinfa, Normon, Sandoz... Fueron muchas las compañías farmacéuticas que, a la vista del éxito de la Viagra de Pfizer, pusieron sus laboratorios a investigar moléculas similares al sildenafilo para hacerle la competencia. Las primeras en llegar al mercado, en 2003, fueron la Levitra de Bayer, que actúa más rápido que la Viagra, y la Cialis de Lilly, cuyo efecto se prolonga durante 36 horas. Pero después aparecieron la Spedra, el Apostradil y un amplio menú de fármacos tan eficaces contra la disfunción eréctil como lo había sido la pionera píldora con forma de rombo azul. Hasta 20 marcas comerciales y genéricos se comercializan hoy con la misma indicación.

Cialis

Levitra

Caverject

Alprostradil

Tadalafilo

Vizarsin

"Quien la toma sin necesitarla, acaba dependiendo de ella"

Era cuestión de tiempo que un remedio contra la disfunción eréctil acabara siendo utilizado también por quienes no arrastraban ese problema pero querían disfrutar de erecciones de campeonato. ¿Quién iba a resistirse? Sin embargo, el consumo de Viagra entre grupos de población para los que inicialmente no estaba pensada ha tenido un efecto perverso que conocen bien los sexólogos.

"A menudo atendemos a hombres que podrían mantener relaciones perfectamente sin necesidad de la pastilla, jóvenes, sanos y sin dolencias que les impidan tener erecciones por sí mismos, pero que se han acostumbrado a tomarla y han acabado desarrollando una dependencia psicológica del fármaco. Creen que sin ella, ya no pueden funcionar", explica Roberto Sanz, terapeuta de la Sociedad Sexológica Sexpol.

En opinión del experto, la "mitificación" de la Viagra revela graves carencias de educación sexual en la población. "Fomenta una concepción falocentrista del sexo que lo limita a tener erecciones, efectuar penetraciones y sumar coitos, y que desprecia toda la dimensión afectiva y emocional de la sexualidad. Al final, ese uso abusivo de la Viagra acaba empobreciendo la experiencia sexual", advierte.

"Hoy la ofrecen los camellos junto a otras drogas"

Salvo en Reino Unido, donde su venta es libre, la Viagra y el resto de fármacos potenciadores de la erección que hay en el mercado se siguen dispensando a día de hoy en farmacias y bajo prescripción médica. Sin embargo, hace tiempo que internet suplió a la botica como vía preferente de acceso al medicamento. Todos los hombres que se han animado a contar sus experiencias con la Viagra en este reportaje reconocen que acuden al canal online para abastecerse de la pastilla. "Es más rápido, fácil y económico", alegan.

La asociación de la Viagra con la idea del sexo desenfrenado tiene su expresión más conflictiva, según los expertos, en la práctica del 'chemsex': sesiones prolongadas de sexo entre varones de la comunidad gay marcadas por la presencia de estupefacientes. "En estos ámbitos, y en otros relacionados con el ocio nocturno, es habitual que el camello ofrezca Viagra junto al resto de drogas para que sus clientes puedan aguantar más horas en acción", explica Jorge Garrido, director de la oenegé Apoyo Positivo, dedicada a la protección de la diversidad sexual. Desde hace varios años, esta entidad monitoriza el fenómeno del 'chemsex' y en sus informes siempre está presente la Viagra. "El 65% de usuarios de 'chemsex' reconocen que la toman en esos entornos, con el riesgo añadido de combinarla con multitud de drogas", advierte el activista.

Las hemerotecas tienen la facultad de ofrecer fotos estáticas de momentos históricos. En 1998, los periódicos hablaban de la Viagra con la fascinación y la curiosidad de quien asistía a un hallazgo revolucionario que, casi por arte de magia, prometía vigor y placer sexual a hombres que llevaban años renunciando a mantener relaciones íntimas por problemas de salud.

Hoy, en cambio, las noticias que mencionan al fármaco suelen hacerlo a cuento de situaciones oscuras, cuando no delictivas, como las "fiestas de drogas, prostitutas y Viagra" que ofrecían a sus víctimas los responsables de la 'trama Mediador', o los alijos de fármacos ilegales y laboratorios clandestinos que cada dos por tres incauta la Policía entre bandas dedicadas al tráfico de estupefacientes.

25 años después de su llegada a las farmacias, la historia de la Viagra continúa rodeada de paradojas. Es uno de los medicamentos más demandados del vademécum, pero las autoridades sanitarias se declaran incapaces de estimar cuántas unidades se consumen al año porque asumen que la mayoría se compran y venden por internet sin control médico. Forma parte de la cultura popular y su presencia está normalizada entre la población, pero cuesta encontrar varones que reconozcan públicamente que la toman. Más allá de todas estas contradicciones, la de la Viagra es una historia de éxito que revolucionó la sexualidad de la Humanidad al nivel que solo había conseguido 40 años antes la píldora anticonceptiva.

El Periódico de España

Textos:
Juan Fernández
Diseño e infografías:
Andrea Hermida-Carro
Coordinación:
Rafa Julve