Los últimos guardianes del románico

Vecinos voluntarios de los pueblos del norte de Palencia son los custodios de las llaves y los guías de las iglesias pese a no tener apenas estudios. Se teme que nadie coja su relevo y los templos acaben cerrados

"Buenos días, Fidel", saluda elevando el bastón Carlina a uno de sus vecinos, que aprovecha este caluroso mediodía otoñal para leer una revista en un banco pegado a la carretera sobre la que se vertebran las 20 casas de piedra de Villanueva de la Torre, al norte de Palencia, a 16 kilómetros de Aguilar de Campoo.

20 casas, pero, en invierno, son seis vecinos. Literal. "Dos allí, dos acá y dos allá abajo", vuelve a usar la cachava para apuntar Carlina, que vive de toda la vida "en la última casa a la izquierda según se sube a la Iglesia", como nos informa una vecina al preguntar por ella en la entrada del pueblo. Llamamos a la puerta.

- Buenas, Carlina, venimos de Madrid a ver la iglesia, sabemos que ya no suele hacerlo, pero, ¿nos la enseñaría?

- Sí, claro, espere que cierre la puerta de la casa-, contesta con una voz firme tras escudriñarnos sutilmente, como si ni ella misma se diera cuenta. Carlina saca la mascarilla de un bolsillo de su bata cruzada y deja entreabierto el enorme portalón de madera que da al patio de su casa solariega. Macetas con flores de todos los colores se desperdigan por el patio. Se oye el cacareo de las gallinas.

Carlina tiene 91 años, ojos pequeños, inquietos y la frente surcada abruptamente por el paso de los años. Viste camisa negra y camina lento, vigilando cada paso. "Por dentro la maquinaria va bien, hijo, sólo he ido una vez al médico en mi vida; con 72 años, a unos análisis, y no he vuelto, pero la pierna con la artritis...", tuerce el gesto la anciana, viuda desde los treintaypocos y que, desde muy moza, apenas 18 años, se tuvo que ganar la vida en el campo al morir su madre.

Para subir a la iglesia de Santa Marina, construida en el siglo XII, de estilo románico, cuyos grandes atractivos son la torre-campanario y el ábside semicircular, hay que subir una rampa pronunciadísima, que Carlina ha recorrido mil veces. Miles de veces, más bien.

"Pues, fíjate, llevo enseñando la iglesia más de 50 años, en Villanueva no había cura y la llave ya la tenían mis padres", explica la mujer mientras se detiene a observar unas preciosas quitameriendas, esa flor de pétalos morados con el gineceo amarillo que viene cada año a celebrar el otoño y que se multiplica a ambos lados del camino.

Entramos al camposanto, pegado al ábside, del que sobresale por su belleza una ventana de doble arcada de diamantes apoyada en dos columnas con capiteles esculpidos con grifos enfrentados. "Tiene 800 y pico de años y no falta ni un pico; no la he visto arreglar ni una vez", se vanagloria Carlina, que a la vez que custodia de la iglesia es guía del recorrido. Cuando se tercia.

"Ha venido mucha gente, he aprendido cosas, pero ya no tengo cabeza", se excusa la mujer, que señala los canecillos del ábside, algunos de los cuales "están un poco rotos" y entre los que hay una mujer embarazada, y otros de figuras humanas con motivos eróticos, algo no poco frecuente en la zona.

"Querréis entrar en la iglesia, ¿no?".

La enorme llave antigua forjada emite un estridente ruido metálico al introducirla Carlina en el ojo de la cerradura. Lo hace con fuerza mientras sujeta el picaporte y empuja hacia dentro. "Los capiteles son muy bonitos, ahí hay uno de un animal mitad caballo, mitad león, y aquella imagen es del S XII. Decían que iban a venir a restaurarla, pero ya sabes...en los pueblos", explica Carlina antes de detallar las figuras del retablo: "San Agustín, San Francisco, el calvario, y aquel chiquitín San Antonio...".

Algunas de las explicaciones las suelta Carlina de carrerilla, de tanto repetirlas. "A cada uno de los que viene le gusta una cosa; hay muchos que te hablan de las vistas desde la iglesia". Y lo cierto es que son muy bonitas, con los campos de un verde casi fluorescente que se extienden por el horizonte y una torre coronando una pequeña loma al otro lado del pueblo y que es precisamente la que le da nombre a la villa.

"Es un orgullo enseñar la iglesia, pero a ver quien lo hace ahora. Ya les dije que no sigo"


"Es un orgullo enseñar la iglesia, siempre le he tenido mucho aprecio, a ver quién lo hace ahora, yo ya les he dicho que no sigo". Carlina lo deja.

Tras la pandemia, y por la edad, sus hijos le han recomendado que deje de hacerlo. ¿Quién enseñará ahora la iglesia? ¿Quién se encargará de custodiar la llave?

El problema que se cierne sobre el Obispado de Palencia no sólo afecta a Villanueva, sino a numerosos pueblos del norte de la provincia, que junto a Burgos y Cantabria albergan la mayor acumulación de arte románico de Europa, con más de 200 iglesias y ermitas.


Hasta ahora los custodios de las llaves eran vecinos de los pueblos, principalmente gentes que se dedicaban o dedican al campo, y que las abren y las enseñan de forma voluntaria, por un euro de donativo.

Muchos, la inmensa mayoría, no tienen siquiera estudios, pero se han hecho un máster en románico, a fuerza de escuchar a expertos y leer aquí y allá. Durante años no ha sido extraño en esta zona recibir lecciones de arte de paisanos que te abrían la iglesia todavía con las berzas en la mano porque venían de su huerto.

Pero muchos se están retirando. Unos, por mayores, otros, porque se mudan a residencias, y otros tantos porque se mueren, "y no hay relevo generacional", advierte Cristina Parvole, historiadora de la fundación Santa María la Real y promotora de Románico Abierto, una iniciativa que pretende reivindicar la gestión eficiente de un "recurso que está asolado por la despoblación". Una zona de sombras más de la España vaciada.

"Nos encontramos con mucha gente que viene a ver el románico y se encuentra con las iglesias cerradas y, claro, protestan, y esto repercute negativamente". Por eso, desde la plataforma piden que se profesionalice la labor y que haya rutas guiadas por "jóvenes" que hayan estudiado arte.

Su reivindicación llegó a las Cortes de Castilla y León, que crearon hace un par de años un programa de apertura de iglesias con guías profesionales. Pero en fechas muy reducidas. Apenas de mediados de julio a mediados de septiembre. El resto del año están cerradas.

"Ahora nos pasa que a veces no sabemos ni quién tiene la llave ni a quién dirigirnos"

Así ocurre con la iglesia de Santa Cecilia de Vallespinoso, un recinto mágico levantado en el siglo XII sobre un altozano y que fue declarada bien de interés cultural en 1951. O la iglesia del Barrio de Santa María, que hasta este año la enseñaba Ascensión, una vecina de 78 años que, por problemas de salud, también se ha tenido que retirar.

En la Oficina de Turismo de Aguilar de Campoo hay una lista con los nombres y los teléfonos de los custodios de estas iglesias, pero cada vez es más corta, y cada vez responden menos. "Han tenido un papel fundamental. Han funcionado bien, pero hay que dar un paso más porque cada vez son más mayores. Ahora nos pasa que a veces no sabes ni quién tiene la llave ni a quién dirigirte", revela Cristina.

Una de las custodias que se mantienen al pie del cañón Eutimia Arranz, que lleva cuatro años enseñando la iglesia de San Salvador de Pozancos, justo en la frontera con Burgos. "Se llegará un momento en que esto se termine porque no hay relevo, la gente joven no quiere saber nada", revela la mujer, que aparece puntual a la cita vistiendo unos pantalones de lino de colores vivaces.

Tras vivir toda la vida en Barakaldo, se volvió a casa de sus padres en el pueblo al jubilarse. Paco, el "señor mayor" que la enseñaba, se retiraba y el párroco le preguntó si lo haría ella. Esto fue hace cuatro años ya, y aunque admite que "esto es como un trabajo", con su horario de mañana y tarde, excepto el lunes "que no hay visitas", no tarda en admitir que se lo pasa "bomba": "Es que te vienen toda clase de personas, gente que te viene por curiosidad, y otros muy interesantes, arquitectos, médicos...".

Y así, entre arcos, canecillos, cenefas y capiteles de varios motivos "con los que la gente se queda alucinada" comienza la visita de Eutimia, que ya ha echado callo como guía y te descoloca con bromas cuando menos las esperas. "Aquí tenemos una arpía y un arpío", dice señalando un capitel mientras te busca con la mirada, a ver cómo reaccionas. "O es que tú no sabes que los hombres también sois arpíos", desliza con una sonrisa pícara dibujada en el rostro. Todo documento sobre la iglesia que pilla lo devora para aprenderlo. "La mujer de un médico me trajo un tocho así", suelta colocando el pulgar y el índice a una distancia considerable.

"Yo me lo paso bomba; te vienen todo tipo de personas, gente muy interesante"


En el recinto se observa perfectamente el paso del tiempo, por las reformas y los diferentes estilos (románico, gótico, barroco...), que llegan incluso a un murete visigodo, de hace un milenio. Lo que sí reclama Eutimia es una restauración a fondo, porque es perceptible el daño de la lluvia en el tejado y las paredes.

- De lo primero que dice la gente cuando entra es 'uy, lo que hay aquí'. Este verano entre julio, agosto y septiembre habrán venido unos 200 y 300 personas, con esto que tenemos del Covid pensé que no vendría gente, pero ha venido de la península. Se han escapado también algunos de Italia, y otro de Holanda.

Otra cosa que echa en falta Eutimia es que se haga un poco más de comunidad en la iglesia. Que son solo cinco o seis en misa, porque el resto dice que tiene "trabajo" en el campo, pero echa de menos eso de juntarse y echar un rato en compañía: "Esto se va acabando, esto es la España vaciada".

Al menos una de las joyas del románico palentino, quizá la más rara, tiene guardián para rato. Es el Eremitorio Rupestre de los Santos Justo y Pastor de Olleros de Pisuerga, excavado en la roca y que este verano ha tenido 6.000 visitantes. Allí, siempre en guardia, está Abel de Roba, de 64 años.

Desde 2010 despliega sus conocimientos en horario de mañana y tarde. Aquel año, tras retirarse la anterior custodia, el sacerdote se lo ofreció. "Déjate de rollos", le respondió Abel, a lo que el curra replicó: "Si es que nadie quiere cogerla; cógela entretanto". Y hasta hoy. Y seguramente por muchos años más. Sus explicaciones, documentadas en libros, en internet y también en periodos de contemplación -"he pasado mucho tiempo en el coro, la iglesia te habla, la roca te dice cosas"- le granjean las loas de numerosos visitantes.

"He pasado mucho tiempo en el coro. La iglesia te habla, la roca te dice cosas"

- Hay que sentirlo mucho para explicarlo tan bien como lo hace usted-, le dice Mabel, profesora de Historia de la Comunidad valenciana, de viaje por Palencia junto a su marido para hacer la ruta del románico.

"Una de las cosas más especiales es el altar, que está esculpido en la propia roca, y que está girado sobre las naves porque está colocado precisamente en dirección al sol en el solsticio de verano", señala Abel, que se ayuda de un puntero láser para ir explicando "el movimiento" de la iglesia durante los siglos, cambiando a románico, a gótico...

"Enseñar un templo así, excavado en la roca, no es normal, es un caso único", afirma este camionero que tuvo que jubilarse pronto por incapacidad tras un accidente en el camión, para luego desvelar que ninguna de las ventanas "está en línea, porque cada una tiene su función", por aquello de la luz y la "inteligencia natural".

"Los turistas vienen todo el año y cada vez viene más gente y, claro, protestan"

"Olleros es la única que nos garantiza al menos una apertura al año, es la número uno, podemos tener la garantía de que está abierta todo el año", afirma Dolores García, guía habilitada por la Junta de Castilla y León que trabaja en esta zona y que sólo tiene palabras de agradecimiento para los custodios.

"El problema que tenemos es bastante importante porque no se están encontrando sustitutos y los turistas vienen todo el año y cada vez viene más gente y, claro, protestan", concluye la guía, que ha visto cómo, hasta la llegada del Covid, el turismo en la provincia crecía año a año -se pasó de 412.044 turistas en 2017 a 425.135 de 2019-, impelido en muchos casos por el atractivo del románico, que es usado como reclamo principal en las campañas de la Junta. Pero, claro, si las iglesias están cerradas, los turistas dejarán de venir.

Texto: Roberto Bécares
Fotografía: Alba Vigaray
Producción digital: Nacho García

Publicado el 28 de octubre de 2021


El Periódico de España