Yo espío, tú espías…todos espían

La vigilancia digital está por todas partes, de forma legal o ilegal y la practican gobiernos, empresas o particulares.

El espionaje digital se ha democratizado. Ya no lo hacen solo los gobiernos. Las empresas y los particulares también pueden rastrear nuestra actividad online. En la mayoría de casos, con nuestro propio consentimiento, al aceptar las condiciones de uso de muchos servicios o aplicaciones. En muchos otros, sin él, a través de software malintencionado que toma el control de nuestros dispositivos.

Hubo en tiempo en que el espionaje era fundamentalmente una cuestión gubernamental.

La tecnología del momento se ponía al servicio de la seguridad nacional.

Con la sofisticación de la tecnología, los gobiernos masifican las escuchas electrónicas hasta un punto que nadie imaginaba hasta que lo revela el exespía norteamericano Edward Snowden.

Estados Unidos y Gran Bretaña se habían concedido poderes para espiar todas las comunicaciones personales y comerciales de cualquier sistema mundial de telecomunicaciones a su alcance.

Se articula en una organización de agencias que se llama a sí misma Los Cinco Ojos.

El exespía reveló que cualquier email que se enviara a Estados Unidos podía ser analizado. La organización cumplía las normas legales con su ciudadanía, pero no con la de fuera de sus países.

Ante esta masificación del espionaje tecnológico los propios servicios de inteligencia utilizan fórmulas para no ser rastreados.

Por ejemplo, para evitar que se pudiera obtener información de los correos electrónicos, no los enviaban. Los guardaban en la carpeta de borradores de una cuenta compartida.

Hasta el director de la CIA, David Petraus, usó este truco para mantener una aventura amorosa con su biógrafa, Paula Broadwell.

También se recuperan técnicas y sistemas utilizados en la Guerra fría y la Segunda Guerra Mundial.

En Moscú, unos espías británicos fueron atrapados cuando ocultaban un equipo de comunicación electrónica en una roca falsa.

Tras las declaraciones de Snowden, la agencia responsable por la seguridad de los altos funcionarios del Kremlin compró una gran partida de máquinas de escribir.

Los espías no son los únicos que tienen que tomar medidas para no ser detectados. Hoy día, cualquier ciudadano que utilice un dispositivo digital o electrónico está expuesto a ceder datos personales.

En el 2020 unas fotografías de una mujer en el baño aparecieron en Facebook. Habían sido tomadas por un modelo en pruebas del robot aspiradora Roomba.

La empresa enviaba las imágenes a una startup que etiquetaba las imágenes para entrenar la inteligencia artificial. Los trabajadores estaban en todas partes del mundo. Y alguien compartió esas fotos en la red social.

No obstante, los aparatos más comunes para la obtención de datos personales son el ordenador y, sobre todo, el teléfono móvil.

Podemos dar acceso a nuestros datos sin darnos cuenta al clicar en enlaces que nos llegan por SMS o incluso de nuestra red de contactos.

Hay empresas que facturan millones con programas para espiar a las parejas. Sus soluciones se camuflan como aplicaciones de control parental.

Hay que prestar atención a las señales. Si el móvil se comporta de forma extraña o consume muchos datos, puede que tengamos un programa malicioso instalado.

Un primer paso es incorporar buenos hábitos. Por ejemplo, desconfiar de los mensajes con enlaces sospechosos, aunque provengan de conocidos. También estar atentos al funcionamiento del móvil y el consumo de datos. No obstante, tenemos que acostumbrarnos a más.

Otras recomendaciones son no instalar aplicaciones de fuera de las tiendas oficiales, tener siempre el móvil actualizado, tener una contraseña compleja doble y activar la doble autentificación en los servicios.

Pero, sobre todo, piensa que muchos de los datos o accesos los otorgamos nosotros para que las empresas nos ofrezcan servicios más personalizados.

No es espionaje, aunque lo parezca.

Las recomendaciones de buenas prácticas para evitar el espionaje provienen de la Agència de Ciberseguretat de la Generalitat de Catalunya.