Auschwitz
La extrema derecha en auge en Alemania y Austria minimiza el horror nazi 80 años después de la liberación del campo de exterminio

Auschwitz
La extrema derecha en auge en Alemania y Austria minimiza el horror nazi 80 años después de la liberación del campo de exterminio

Por Gemma Casadevall
El 27 de enero se cumplen 80 años de la liberación de Auschwitz. Ese día entraron en el que fue el mayor campo de exterminio nazi, en la Polonia ocupada, los soldados del Ejército Rojo. Llevó décadas investigar y sacar a la luz un horror indescriptible. Por la vía aproximativa de las cifras se plasma en más de un millón de muertos, en su mayoría judíos.
El relato, la voz y la mirada de los supervivientes ha sido esencial para explicar el funcionamiento de un concepto de muerte 'industrializada', que incluía cámaras de gas y crematorios. Cada vez son menos los supervivientes que podrán seguir contándolo de viva voz a las generaciones siguientes. En paralelo se extiende por Europa una ultraderecha envalentonada y, con ella, nuevas versiones del revisionismo y la negación del Holocausto.
EL BLANQUEO ULTRA

En Austria, país natal de Adolf Hitler, han emergido figuras como Herbert Kickl, líder del FPÖ o Partido de la Libertad, fundado en los años 50 por recalcitrantes nazis. El FPÖ había formado ya parte de varios gobiernos federales, aunque hasta ahora como socio menor de la derecha moderada. El pasado septiembre se alzó por primera vez como fuerza más votada en unas elecciones nacionales, con un porcentaje que se acerca al que llevó a Hitler al poder en 1933. Casi un 30% de los votos obtuvo el partido de Kickl, cuya campaña incluyó consignas hitlerianas. Incorporó términos de las corrientes identitarias extraparlamentarias, como 'remigración', una palabra procedente del ideario nazi y alusiva a la deportación de millones de extranjeros. Y triunfó en las urnas tras presentarse como el nuevo 'canciller del pueblo' o 'Volkskanzler', como se hizo llamar Hitler.
Estas connotaciones no intimidaron al electorado austríaco. Aparentemente pesaron en el ánimo del elector dos años de recesión en un país acostumbrado a la prosperidad. Kickl ha recibido el encargo de liderar el nuevo gobierno y materializar su aspiración a ser el 'canciller del pueblo', con los conservadores como socio menor. El término 'remigración' que enarbola ya no se orienta hacia los judíos, un colectivo minoritario formado por unas 15.000 personas, sino hacia la inmigración irregular, principalmente musulmana, a la que Kickl responsabiliza de todos los males, económicos y sociales, del país.
El FPÖ austriaco incorporó en la última campaña electoral términos de las corrientes identitarias extraparlamentarias, como 'remigración', una palabra procedente del ideario nazi y alusiva a la deportación de millones de extranjeros.
En Austria, país natal de Adolf Hitler, han emergido figuras como Herbert Kickl, líder del FPÖ o Partido de la Libertad, fundado en los años 50 por recalcitrantes nazis. El FPÖ había formado ya parte de varios gobiernos federales, aunque hasta ahora como socio menor de la derecha moderada. El pasado septiembre se alzó por primera vez como fuerza más votada en unas elecciones nacionales, con un porcentaje que se acerca al que llevó a Hitler al poder en 1933. Casi un 30% de los votos obtuvo el partido de Kickl, cuya campaña incluyó consignas hitlerianas. Incorporó términos de las corrientes identitarias extraparlamentarias, como 'remigración', una palabra procedente del ideario nazi y alusiva a la deportación de millones de extranjeros. Y triunfó en las urnas tras presentarse como el nuevo 'canciller del pueblo' o 'Volkskanzler', como se hizo llamar Hitler.
El FPÖ austriaco incorporó en la última campaña electoral términos de las corrientes identitarias extraparlamentarias, como 'remigración', una palabra procedente del ideario nazi y alusiva a la deportación de millones de extranjeros.
Estas connotaciones no intimidaron al electorado austríaco. Aparentemente pesaron en el ánimo del elector dos años de recesión en un país acostumbrado a la prosperidad. Kickl ha recibido el encargo de liderar el nuevo gobierno y materializar su aspiración a ser el 'canciller del pueblo', con los conservadores como socio menor. El término 'remigración' que enarbola ya no se orienta hacia los judíos, un colectivo minoritario formado por unas 15.000 personas, sino hacia la inmigración irregular, principalmente musulmana, a la que Kickl responsabiliza de todos los males, económicos y sociales, del país.
En Alemania, el país donde el nazismo planificó lo que debía ser el exterminio de los judíos de Europa, todo apunta a que la ultraderecha se convertirá en la segunda fuerza a escala nacional en las elecciones generales del próximo 23 de febrero. La líder de Alternativa para Alemania (AfD), Alice Weidel, ha dejado atrás todo propósito de aparentar moderación para presentar en campaña la versión más virulenta de sí misma.
También ha hecho suyo el término 'remigración', cuyo uso era hasta hace poco un tabú en ese país. Se ha ganado como aliado a Elon Musk, el multimillonario propietario de una red social que la AfD maneja mucho mejor que el resto del espectro parlamentario alemán. Y ha entrado sin tapujos en el terreno de las mentiras sobre el nazismo. En un chat compartido con Musk aseguró que Hitler era un comunista, ya que bautizó su partido como "nacionalsocialista". Una tergiversación histórica flagrante, ya que Hitler no solo prohibió el Partido Comunista, sino que deportó a sus militantes a campos de concentración. Los comunistas, como los socialistas, eran enemigos del régimen nazi y su única vía de supervivencia fue el exilio.
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Como el líder del FPÖ, Herbet Kickl, en Austria, el término 'remigración' lo dirige a los migrantes irregulares o refugiados. Para Weidel son "delincuentes, violadores y asesinos", abusadores del sistema social alemán y parte de una "invasión descontrolada", principalmente musulmana.
La AfD de Weidel está políticamente aislada tanto en Alemania como por el resto de la extrema derecha europea. El bloque conservador de Friedrich Merz, probable nuevo canciller según los sondeos, la descarta como aliada. La pregunta es cuánto tiempo aguantará el cortafuegos alemán.
Como el líder del FPÖ, Herbet Kickl, en Austria, el término 'remigración' lo dirige a los migrantes irregulares o refugiados. Para Weidel son "delincuentes, violadores y asesinos", abusadores del sistema social alemán y parte de una "invasión descontrolada", principalmente musulmana.
Agentes de policía se reúnen mientras manifestantes llevan una pancarta que dice "Contra la política de extrema derecha" en una protesta contra una reunión del AfD, en Hamburgo. REUTERS/Fabian Bimmer
Agentes de policía se reúnen mientras manifestantes llevan una pancarta que dice "Contra la política de extrema derecha" en una protesta contra una reunión del AfD, en Hamburgo. REUTERS/Fabian Bimmer
La AfD de Weidel está políticamente aislada tanto en Alemania como por el resto de la extrema derecha europea. El bloque conservador de Friedrich Merz, probable nuevo canciller según los sondeos, la descarta como aliada. La pregunta es cuánto tiempo aguantará el cortafuegos alemán.
En paralelo a los brazos parlamentarios de la ultraderecha, se han implantado tanto en Alemania como en Austria movimientos subterráneos como los Identitarios del austriaco Martin Sellner, propagadores del neonazismo en estado puro, o los Reichsbürger, Ciudadanos del Reich, a cuyos cabecillas se juzga por pretender derogar el orden constitucional actual. Protagonizaron un conato de asalto al Reichstag, la sede del Parlamento, en agosto de 2020. Posteriormente se reveló una rocambolesca trama, capitaneada por un empresario que se hace llamar Heinrich XII o Príncipe Reuss y con el apoyo logístico de una exjueza y diputada de la AfD.
Los Reichsbürger, movimiento que no reconoce las fronteras ni autoridades actuales alemanas, dejaron de ser una corriente más bien estrafalaria para representar un peligro para la seguridad nacional. El número de militantes de los movimientos ultraderechistas extraparlamentarios subió de los 33.000 de 2019 a 46.600 en cuatro años, según cifras del Ministerio de Interior. El de los ultraderechistas dispuestos a utilizar la violencia para sus fines ascendió asimismo de los 13.000 de entonces a los 14.500 actuales.
Al aniversario de la liberación de Auschwitz seguirá en mayo el de la Capitulación del Tercer Reich. En ambos casos, la plana mayor de la política alemana entonará el 'Nie wieder' (nunca más). Una frase que las movilizaciones masivas contra la ultraderecha han convertido en un 'Nie wieder ist jetzt' (el nunca más es ahora), con la que se pretende reflejar lo imperativo de combatir a partidos como la AfD o a los movimientos neonazis extraparlamentarios.
La pregunta de cómo no se ha aprendido las lecciones de la historia planea sobre los aniversarios. Un estudio de la Conference on Jewish Material Claims Against Germany (Claims Conference), presentado estos días, revela que un 61% de los alemanes cree que el Holocausto puede volver a ocurrir. El porcentaje de los austríacos que comparten esa preocupación está en el 62%, el de los polacos en el 54% y el de los estadounidenses en el 74%.
La desinformación o las lagunas de conocimiento en los más jóvenes, atribuidas a déficits en los sistemas educativos de sus países, ha encendido las alarmas de la Claims Conference. La distorsión y el revisionismo se extienden. El porcentaje entre los encuestados de entre 18 y 29 años que afirman no haber oído hablar nunca del Holocausto o no estar seguros de haberlo hecho se sitúa en un 12% en la Alemania actual, mientras que en Austria está en el 14%.
Al aniversario de la liberación de Auschwitz seguirá en mayo el de la Capitulación del Tercer Reich. En ambos casos, la plana mayor de la política alemana entonará el 'Nie wieder' (nunca más). Una frase que las movilizaciones masivas contra la ultraderecha han convertido en un 'Nie wieder ist jetzt' (el nunca más es ahora), con la que se pretende reflejar lo imperativo de combatir a partidos como la AfD o a los movimientos neonazis extraparlamentarios.
La pregunta de cómo no se ha aprendido las lecciones de la historia planea sobre los aniversarios. Un estudio de la Conference on Jewish Material Claims Against Germany (Claims Conference), presentado estos días, revela que un 61% de los alemanes cree que el Holocausto puede volver a ocurrir. El porcentaje de los austríacos que comparten esa preocupación está en el 62%, el de los polacos en el 54% y el de los estadounidenses en el 74%.
La desinformación o las lagunas de conocimiento en los más jóvenes, atribuidas a déficits en los sistemas educativos de sus países, ha encendido las alarmas de la Claims Conference. La distorsión y el revisionismo se extienden. El porcentaje entre los encuestados de entre 18 y 29 años que afirman no haber oído hablar nunca del Holocausto o no estar seguros de haberlo hecho se sitúa en un 12% en la Alemania actual, mientras que en Austria está en el 14%.
EL HOLOCAUSTO DE AUSCHWITZ

Auschwitz-Birkenau fue el mayor campo de exterminio construido por el Tercer Reich. Ocupó 200 hectáreas de terreno junto a la ciudad de Oswiecim, el nombre en polaco de Auschwitz y se calcula que fueron asesinadas ahí más de un millón de personas, en su gran mayoría judíos, del total de seis millones de víctimas del Holocausto.

El régimen nazi empezó a organizar su construcción en la Polonia ocupada en 1939 y fue ampliándolo en los años siguientes, mientras en paralelo levantaba los de Treblinka, Dachau, Sobibor o Majdanek, hasta el millar que llegó a tener el Tercer Reich entre el territorio alemán y los países ocupados.
Auschwitz es el símbolo de la monstruosidad del Holocausto, un campo destinado al exterminio de los deportados no hábiles para ser empleados como mano de obra esclava por la industria 'amiga' del Tercer Reich
Auschwitz es el símbolo de la monstruosidad del Holocausto, tanto por sus dimensiones como por el hecho de que, a diferencia de los llamados campos de concentración, estaba destinado al exterminio de los deportados no hábiles para ser empleados como mano de obra esclava por la industria 'amiga' del Tercer Reich.
Campos de exterminio nazis
El régimen nazi empezó a organizar su construcción en la Polonia ocupada en 1939 y fue ampliándolo en los años siguientes, mientras en paralelo levantaba los de Treblinka, Dachau, Sobibor o Majdanek, hasta el millar que llegó a tener el Tercer Reich entre el territorio alemán y los países ocupados.
Auschwitz es el símbolo de la monstruosidad del Holocausto, tanto por sus dimensiones como por el hecho de que, a diferencia de los llamados campos de concentración, estaba destinado al exterminio de los deportados no hábiles para ser empleados como mano de obra esclava por la industria 'amiga' del Tercer Reich.
Campos de exterminio nazis

Unos 900.000 entre el total de 1,3 millones de personas que fueron deportadas al campo de exterminio de Auschwitz o los campos vecinos de Birkenau y Monowitz fueron trasladadas directamente desde sus trenes a las cámaras de gas.
Otros 200.000 murieron de enfermedad, desnutrición, torturas, fusilados o víctimas de los experimentos humanos que llevaba a cabo el médico Josef Mengele. Procedían de toda Europa, así como de la Unión Soviética.
El 27 de enero de 1945 fue liberado por los soldados del Ejército Rojo soviético. Para entonces, la mayoría de los confinados que aún seguían vivos había sido trasladados a otros campos, en las llamadas 'Marchas de la Muerte'. Dentro del campo quedaron unos centenares de presos que miraban con pánico a los soldados soviéticos y sin entender que entraban a liberarlos, según explicó décadas después el cámara ruso Alexander Woronzov. Las imágenes que captó fueron, admitió, lo más terrible que había visto en toda su trayectoria como reportero de guerra.







El tren cruzaba el campo de barracones
Los prisioneros llegaban todos dentro de vagones de ganado








El tren cruzaba el campo de barracones
Los prisioneros llegaban todos dentro de vagones de ganado
SOBREVIVIR PARA CONTARLO

Albrecht Weinberg
99 años. Superviviente de Auschwitz
Albrecht Weinberg, superviviente del campo de exterminio nazi de Auschwitz. GEMMA CASADEVALL
Albrecht Weinberg, superviviente del campo de exterminio nazi de Auschwitz. GEMMA CASADEVALL
"Mientras me quede un hilo de voz vendré a contar mi historia a los niños de hoy. Cada vez somos menos los que podemos hacerlo", explica a EL PERIÓDICO Albrecht Weinberg, superviviente de la maquinaria mortal industrializada que fue Auschwitz. Casi ciego, bastante sordo y a punto de cumplir los 100 años, el próximo marzo, este hombre menudo no tiene este día ante sí a alumnos de Leer, una ciudad de Frisia Oriental (norte de Alemania), sino a un grupo de corresponsales extranjeros llegados de Berlín. Les recibe en su antigua escuela judía. Ahí se exponen también fotos de su familia, libros y la Estrella de David que los nazis les obligaron a coserse a sus ropas antes de arrancarles de su casa para deportarlos primero a Berlín, luego al campo de Theresienstadt y finalmente a Auschwitz. Le usaron como mano de obra esclava y sobrevivió así Auschwitz, como sus hermanos, Dieter y Friedel. Nunca más vio a sus padres.
"Nos trataron como animales; me quitaron hasta el nombre"
"Éramos una familia normal, pero empezamos a notar cambios en el trato de nuestros vecinos en 1936. Ya no podía ir a la misma escuela que los católicos. Tras la Noche de los Cristales Rotos (los primeros pogromos nazis de 1938) todo se precipitó. Nos desposeyeron de todo, nos deportaron. Éramos apátridas, nos quitaron hasta la nacionalidad alemana", relata, sin dramatismos, consciente de que su biografía es una entre el millón largo de judíos que fueron a parar a Auschwitz, pero con la diferencia de que él vivió para contarlo.
Albrecht Weinberg muestra su número de identificación tatuado en su piel por el ejercito nazi. GEMMA CASADEVALL
Albrecht Weinberg muestra su número de identificación tatuado en su piel por el ejercito nazi. GEMMA CASADEVALL
"No todos eran criminales. Había gente corriente", dice, refiriéndose a los soldados nazis o sus funcionarios. Pero trataban "como animales, porque eso puede ser el hombre", a mujeres, niños y adolescentes. Sobrevivió, emigró con su hermana Friedel a Estados Unidos y no regresó a su país natal hasta los 80, por invitación de la ciudad de Leer. Lo hizo por razones de subsistencia, con su hermana gravemente enferma y sin recursos económicos. Nunca se casó, no quería "traer a más judíos al mundo".
Recuerdos y fotografías de Albrecht Weinberg, superviviente del campo de exterminio de Auschwitz. GEMMA CASADEVALL
Recuerdos y fotografías de Albrecht Weinberg, superviviente del campo de exterminio de Auschwitz. GEMMA CASADEVALL
Rehizo su existencia en Leer junto a Gerda Dänekas, su cuidadora, amiga y "compañera de convivencia", 20 años más joven. A ella le corresponde rellenar los huecos en el relato de Weinberg, cuando le falla la memoria o el oído. Termina el superviviente su relato mostrando el número que sigue tatuado en su brazo: 116.927. "Me quitaron hasta mi nombre, para ellos solo era un número". El nombre lo recuperó, pero desistió de buscar la restitución de su nacionalidad de origen, ante los lastres impuestos por la burocracia "típicamente alemana", según Dänekas.

Albrecht Weinberg
99 años. Superviviente de Auschwitz
Albrecht Weinberg, superviviente del campo de exterminio nazi de Auschwitz. GEMMA CASADEVALL
Albrecht Weinberg, superviviente del campo de exterminio nazi de Auschwitz. GEMMA CASADEVALL
"Mientras me quede un hilo de voz vendré a contar mi historia a los niños de hoy. Cada vez somos menos los que podemos hacerlo", explica a EL PERIÓDICO Albrecht Weinberg, superviviente de la maquinaria mortal industrializada que fue Auschwitz. Casi ciego, bastante sordo y a punto de cumplir los 100 años, el próximo marzo, este hombre menudo no tiene este día ante sí a alumnos de Leer, una ciudad de Frisia Oriental (norte de Alemania), sino a un grupo de corresponsales extranjeros llegados de Berlín. Les recibe en su antigua escuela judía. Ahí se exponen también fotos de su familia, libros y la Estrella de David que los nazis les obligaron a coserse a sus ropas antes de arrancarles de su casa para deportarlos primero a Berlín, luego al campo de Theresienstadt y finalmente a Auschwitz. Le usaron como mano de obra esclava y sobrevivió así Auschwitz, como sus hermanos, Dieter y Friedel. Nunca más vio a sus padres.
"Nos trataron como animales; me quitaron hasta el nombre"
"Éramos una familia normal, pero empezamos a notar cambios en el trato de nuestros vecinos en 1936. Ya no podía ir a la misma escuela que los católicos. Tras la Noche de los Cristales Rotos (los primeros pogromos nazis de 1938) todo se precipitó. Nos desposeyeron de todo, nos deportaron. Éramos apátridas, nos quitaron hasta la nacionalidad alemana", relata, sin dramatismos, consciente de que su biografía es una entre el millón largo de judíos que fueron a parar a Auschwitz, pero con la diferencia de que él vivió para contarlo.
Albrecht Weinberg muestra su número de identificación tatuado en su piel por el ejercito nazi. GEMMA CASADEVALL
Albrecht Weinberg muestra su número de identificación tatuado en su piel por el ejercito nazi. GEMMA CASADEVALL
"No todos eran criminales. Había gente corriente", dice, refiriéndose a los soldados nazis o sus funcionarios. Pero trataban "como animales, porque eso puede ser el hombre", a mujeres, niños y adolescentes. Sobrevivió, emigró con su hermana Friedel a Estados Unidos y no regresó a su país natal hasta los 80, por invitación de la ciudad de Leer. Lo hizo por razones de subsistencia, con su hermana gravemente enferma y sin recursos económicos. Nunca se casó, no quería "traer a más judíos al mundo".
Recuerdos y fotografías de Albrecht Weinberg, superviviente del campo de exterminio de Auschwitz. GEMMA CASADEVALL
Recuerdos y fotografías de Albrecht Weinberg, superviviente del campo de exterminio de Auschwitz. GEMMA CASADEVALL
Rehízo su existencia en Leer junto a Gerda Dänekas, su cuidadora, amiga y "compañera de convivencia", 20 años más joven. A ella le corresponde rellenar los huecos en el relato de Weinberg, cuando le falla la memoria o el oído. Termina el superviviente su relato mostrando el número que sigue tatuado en su brazo: 116.927. "Me quitaron hasta mi nombre, para ellos solo era un número". El nombre lo recuperó, pero desistió de buscar la restitución de su nacionalidad de origen, ante los lastres impuestos por la burocracia "típicamente alemana", según Dänekas.