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Los retos de Kirsty Coventry al frente del COI

PI STUDIO

Kirsty Coventry fue elegida este jueves la décima presidenta de la historia del Comité Olímpico Internacional. Una designación con la que el olimpismo, y el deporte en general, comenzó a saldar dos de sus grandes deudas históricas. La primera, claro está, es la que mantiene con el 50% de la población mundial, con las mujeres. Los nueves predecesores de Coventry habían sido hombres, una fiel representación de cómo se ha gobernado el deporte, y también la mayoría de ámbitos de nuestra sociedad, hasta hace nada. La segunda tiene que ver con el origen de Coventry. Nacida en Zimbabue, representa al único continente habitado que jamás ha acogido unos Juegos Olímpicos. Como demostró Samaranch con Barcelona 92, la influencia que se ejerce desde la presidencia del COI sirve para cambiar realidades como esta. Dicho todo esto, a Coventry no se le deberá juzgar ni por su género, ni por su nacionalidad, sino por su labor al frente del olimpismo mundial y su capacidad para transformarlo. La resolución del conflicto con Rusia, la gestión de las atletas trans, la optimización de la lucha antidopaje y la distribución de los ingresos que generan los Juegos Olímpicos deben estar necesariamente en su agenda. Quizá pueda empezar, no obstante, por corregir la estética elitista del organismo, que tras celebrar su última asamblea en un lujoso resort del Peloponeso, ha decidido trasladar la siguiente a Punta Cana. Relacionado con ese aroma a alcanfor, no podemos obviar tampoco que Coventry ha sido durante los siete últimos años ministra de Zimbabue, una dictadura denunciada por Amnistía Internacional por violar los derechos humanos. Que los árboles no nos impidan ver el bosque.