Ciencia y sociedad
El plástico amenaza a los niños: la ciencia alerta sobre pérdida de CI, trastornos hormonales y daños cardíacos
El vaso de plástico del que bebe un niño, el recipiente donde se calienta su comida o el cubierto de una guardería esconden una amenaza invisible

Los juguetes más extendidos en la primera infancia representan una amenaza potencial para la salud en la edad adulta. / Polesie Toys.
Redacción T21
Una nueva y exhaustiva revisión científica alerta de que los aditivos químicos presentes en los plásticos de uso diario están vinculados a un aumento alarmante de enfermedades crónicas —desde obesidad y asma hasta trastornos del neurodesarrollo y problemas de fertilidad— que podrían comprometer gravemente la vida adulta de las generaciones más jóvenes.
La exposición durante la infancia a las sustancias químicas utilizadas para fabricar artículos domésticos de plástico presenta riesgos crecientes para la salud que pueden extenderse hasta la edad adulta. Esta es la conclusión principal de una revisión de cientos de los estudios más recientes sobre el tema, realizada por expertos de la Facultad de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York (NYU).
El informe, publicado en la revista The Lancet Child & Adolescent Health, sintetiza décadas de evidencia científica que vincula los aditivos químicos de productos industriales y domésticos con el desarrollo de enfermedades y discapacidades, especialmente cuando la exposición ocurre en las primeras etapas de la vida.
Hasta en la sopa
El análisis se centra en tres clases de compuestos químicos: los ftalatos, que se utilizan para hacer el plástico flexible; los bisfenoles, que le aportan rigidez; y las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), que ayudan a los materiales a resistir el calor y repeler el agua.
Estos químicos se encuentran en una amplia gama de artículos, desde envases de alimentos y cosméticos, juguetes y hasta recibos de papel térmico, que se utilizan en la gran mayoría de las cajas registradoras de supermercados, tiendas, gasolineras y en los terminales de tarjetas de crédito o cajeros automáticos.
Los expertos han descubierto que, con el uso, el calor o el tratamiento químico de los plásticos, se liberan microplásticos y nanopartículas que acaban siendo ingeridas. Una vez en el organismo, estas sustancias pueden provocar una respuesta inmune excesiva (inflamación), alterar el funcionamiento de las hormonas y afectar al desarrollo cerebral.
Problemas de salud
Los estudios revisados asocian estas toxinas con una amplia gama de problemas de salud a largo plazo, como la obesidad, la infertilidad, el asma y las enfermedades cardíacas. También se han vinculado a la pérdida de conocimiento intelectual y problemas del neurodesarrollo como el autismo y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).
El autor principal del estudio, el pediatra Leonardo Trasande, subraya la gravedad de los hallazgos al afirmar que apuntan al papel del plástico en el origen temprano de muchas enfermedades crónicas que repercuten en la adolescencia y la edad adulta. Su propia investigación estima que el costo sanitario derivado de esta exposición alcanza aproximadamente los 250.000 millones de dólares anuales solo en Estados Unidos.
Referencia
The effects of plastic exposures on children's health and urgent opportunities for prevention. Prof Leonardo Trasande, MD et al. The Lancet Child & Adolescent Health, September 21, 2025. DOI: 10.1016/S2352-4642(25)00212-3
Medidas preventivas
Para mitigar estos riesgos, los investigadores recomiendan a los padres tomar medidas sencillas como reemplazar los recipientes de plástico por otros de vidrio o acero inoxidable, y evitar calentar alimentos en plástico en el microondas o estos recipientes para lavar en el lavavajillas.
A nivel político, los autores abogan por una regulación más estricta para reducir el uso de plásticos no esenciales, una postura que coincide con las negociaciones en curso del Tratado Mundial sobre los Plásticos de las Naciones Unidas.
Los investigadores creen que médicos, escuelas y guarderías podrían contribuir a la concienciación informando a padres e hijos sobre los riesgos, ofreciendo consejos prácticos y utilizando conscientemente alternativas en los centros comunitarios, por ejemplo, para los cubiertos del comedor o los juguetes en las guarderías. Si bien este enfoque no puede eliminar por completo el riesgo, al menos puede reducirlo significativamente.
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