Tú y yo somos tres
La crítica de Monegal: un buitre quiere devorar a Mari y Antonio
Ferran Monegal
Vamos conociendo casos, cada semana, ejemplos, situaciones concretas, desde hace tiempo, de la voracidad de los fondos buitre contra humildes inquilinos indefensos. Es importante que la tele de visibilidad a estos ciudadanos desprotegidos totalmente.
Hace una semana, el reportero Gonzo (‘Salvados’, La Sexta) estuvo en el piso de Elisenda, en la Casa Orsola, en pleno Eixample barcelonés. Lleva 32 años pagando el alquiler religiosamente. Ahora el inmueble es propiedad de un fondo de inversión español (Lioness Inversiones) y la van a echar. «No quieren inquilinos como nosotros, no les interesa. Quieren inquilinos de corta duración y que el alquiler vaya subiendo», contaba Elisenda. El trauma mental, anímico, psicológico, que está sufriendo es aterrador. Cada mañana se levanta con el miedo, la zozobra, de no saber si va a llegar a la noche. En cualquier momento del día pueden ponerla en la calle y quedar a la intemperie, sin techo. Vi este caso sentado cómodamente en casa, y me removí indignado en el sillón. Y me dí cuenta de que es importante indignarse. Que la tele nos recuerde que nos tenemos que indignar. Porque ya hemos olvidado aquel ‘Indignez-vous’ que escribía, decía, gritaba, Stéphane Hessel.
Esta semana me he vuelto a indignar con un caso que nos enseñó ‘La Sexta Explica’. Se trata de Antonio, jubilado de 85 años de edad, y su esposa Mari de 82. Hace 23 años pudieron acceder a un piso de un inmueble de protección oficial. En Alcorcón. Tienen una pensión muy modesta, y pactaron un alquiler de 200 euros. Tiempo después la Comunidad de Madrid vendió el inmueble al fondo Blackstone. ¿Cómo se puede vender a un fondo privado un inmueble protegido? Consecuencia: el alquiler ha pasado a 650 euros, y amenazan con subidas del 60%. Vimos a Antonio en su pisito, con Mari, tomando café. Decía: «Es una lucha contra un gigante. Nos van a desalojar. Ni siquiera actúan como los buitres. El buitre planea en lo alto, en el cielo, y antes de lanzarse espera a que la presa se muera. En nuestro caso no tienen paciencia. Con 82 y 85 años que tenemos, ¡por Dios!, con solo que esperasen un poco...».
Antonio será octogenario, pero su irónica, tremenda y acertadísima parábola del buitre demuestra que tiene las neuronas perfectas. No sé si mientras escribo estas líneas el buitre ya se habrá lanzado sobre ellos. La indignación es necesaria, pero no suficiente.
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