TELEVISIÓN

La crítica de Monegal: Clases de mangantes; el Dioni, el más simpático

El Dioni en ‘Yo soy…’.

El Dioni en ‘Yo soy…’. / Antena 3 TV

Ferran Monegal

Rozando la medianoche está ahora A-3 TV emitiendo una serie documental, unas semblanzas, unos retratos, dedicados a plasmar la trayectoria de chorizos importantes de la 'celtiberia show' (‘Yo soy...’). Comenzaron con Ruiz Mateos, siguieron con Jesús Gil, luego Mario Conde y ayer le tocó al Dioni, el pintoresco ladrón que robó 289 millones de pesetas de un furgón blindado en 1989.

Hombre, no hay color. Ninguno de los muchos chorizos que ha dado, y da, la historia peninsular, ninguno, solo el Dioni, concita un nivel de simpatía popular tan extraordinario. ¡Ah! Este sí ha sido un chorizo campechano. Cuando terminó su breve periodo carcelario se dio cuenta enseguida de que la tele era su lugar natural. En alguna ocasión recuerdo haberle escuchado decir: "Ahora soy popular, es otro tipo de condena". Pero era una pose nada más. Su incrustación, su protagonismo, en infinidad de programas de tele han sido un ‘modus vivendi’ que él ha sabido aprovechar. Atrás quedaron oficios variados, guardaespaldas de Miguel Durán (presidente de T-5 y director general de la ONCE) o de Alfonso Escámez (presidente del Banco Central). Su lugar era la tele, eso lo tenía claro.

En T-5 y A-3 hizo cantidad de apariciones, todas muy celebradas. En T-5, en junio de 2005, en aquellos ‘marcianos’ de Sardà, fue pionero en el arte de hacer ‘show’ con sus percances quirúrgicos, que luego tantos, y tantas, han imitado. Se presentó para ofrecer en exclusiva el levantamiento del parche de su ojo izquierdo, pues había sido operado de estrabismo. Tuvo un éxito bárbaro. El pueblo, la audiencia, siempre ha considerado al Dioni una especie de golfo apandador de barrio, pintoresco y simpático.

Ladrón lo ha sido, en efecto, pero por comparativa natural con otros grandes chorizos pátrios, el Dioni concita benevolencia general. En el orden ornitológico sería como aquella urraca protagonista de la ópera de Rossini, ‘La gazza ladra’, que luego Hergé recreó, con tanto humor en la aventura de Tintín titulada ‘Las joyas de la Castafiore’. O sea, el Dioni ha conseguido dibujarse en la tele como aquello que en el lenguaje caló llaman un ‘mangante julay’, es decir un ladrón ingenuo y entrañable. 

No sabemos cuántos chorizos más, ni de qué clase, va a seguir ofreciéndonos A-3. En el vasto territorio que hay entre Sanxenxo y Abu Dabi encontrarán cantidad de ejemplares.