Tú y yo somos tres

La crítica de Monegal: La pornografía emocional del coronel Tamayo

Estos últimos cinco capítulos de la serie recobran la altura, la dimensión, y el extraordinario ingenio, que quizá había declinado un poco en los cinco primeros de esta quinta temporada final

El coronel del CNI en la serie, Luis Tamayo, (Fernando Cayo).

El coronel del CNI en la serie, Luis Tamayo, (Fernando Cayo).

Ferran Monegal

Me sumo a los elogios que está recibiendo la última entrega de ‘La casa de papel’. Estos últimos cinco capítulos que ahora acaba de lanzar Netflix recobran la altura, la dimensión, y el extraordinario ingenio, que quizá había declinado un poco en los cinco primeros de esta quinta temporada final.

Se han escrito ríos de alabanzas acerca del estupendo elenco de actrices y actores que conforman la famosa banda que capitanea El profesor (Álvaro Morte). Se ha hablado poco en cambio del jefe del otro lado, el coronel del CNI Luis Tamayo (Fernando Cayo).

¡Ah! Es un personaje clave. Es un canalla fundamental, imprescindible, absolutamente necesario. ‘La casa de papel’ no existiría sin el coronel Tamayo. Representa el lado obscuro del tinglado oficial, también llamado el ‘stablishment’ de la cloaca. Es listo. Y tiene una perversa cualidad: sabe cómo adulterar la información para construir relatos manipulados que intoxiquen a la opinión pública.

En estos capítulos finales hay una escena colosal de Tamayo. Cuando se entera de que no solo han muerto algunos integrantes de la banda en el asalto que él ha ordenado, sino que le informan que también han caído cinco militares. ¡Ah! Una mueca de satisfacción se dibuja entonces en su cara.

Y exclama: "¡Eso és, joder, eso és! ¡Quiero imágenes de estos militares con sus hijos, comiendo chocolate, con sus mascotas, de vacaciones... Y luego enseñar al mundo esos cuerpos desfigurados hasta el culo de metralla. Vamos a pasear estas imágenes como si fueran el cadáver del puto Che Guevara. ¡Aquí va a llorar hasta el apuntador!". O sea silenciar a los muertos de la banda pero potenciar y exprimir, con toda suerte de escabrosos detalles, los muertos del bando oficial, y además utilizar sin escrúpulos a los hijos, para impactar en la audiencia y conseguir un giro en la opinión pública.

Ese es su plan. "¡Eso es usar el dolor de unas familias para hacer pornografía emocional!" le dice el subinspector Ángel (Fernando Soto) asustado. Pero Tamayo se relame degustando su estrategia en su pútrido paladar.

No les voy a hacer ningún ‘spoiler’, no se alarmen. No voy a desvelar si el plan de Tamayo acaba en éxito o en fracaso. Pero es evidente que el eje de su maquinación pasa por la tele.

En esta columna lo vengo explicando desde hace años: solo la televisión puede hacer este trabajo de intoxicación masiva. Con una intensidad, y una rapidez, bien demostrada.