SIN RASTRO DESDE EL 5 DE JUNIO DE 2016

José Antonio, siete años desaparecido tras ser humillado y acosado por ser gay: "Te vas a quedar solo, maricón"

Tomó café con su novio en un bar de La Laguna, salieron juntos de allí. Lo que ocurrió luego no está claro. Ocho días después, el coche del hombre apareció a 28 kilómetros

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PI STUDIOS

"Te vas a quedar solo, maricón", "¡Mariquita... José es mariquita!". Todos en La Orotava (Tenerife) creían conocerlo, pero nadie sentía su dolor. Su vida nunca fue fácil. Desde niño creció marcado por el odio. Su delito: ser homosexual. "Cada uno está con quien quiera, José", le dijo su hermana Conchi, cuando le contó que se había enamorado de un chico, "lo importante es ser feliz". José Antonio no lo fue.

Creció solo, cohibido, "humillado" y "acosado" en el colegio y en el barrio, y eso le marcó. En 2013 le diagnosticaron un trastorno bipolar. Sus estados de ánimo, cambiantes, intensos -casi extremos- le acompañaron desde entonces. Tres años más tarde, se perdió su rastro: José Antonio Martín Pérez, 39 años, desaparecido con su coche, un Opel Astra color negro. Se ruega colaboración. Los que lo insultaban no lo buscaron. Su familia experimentó la misma soledad.

"Han pasado casi 7 años y el dolor es insoportable", resume su hermana Conchi. Buscan y no encuentran, desde aquel 5 de junio de 2016 en que su hermano salió de casa: "estaba normal". Saben que tomó unos dulces y un café cortado en un bar con su pareja. Nada se supo de él hasta ocho días después, cuando un testigo afirma que lo vio junto a su coche. Finalmente, apareció el vehículo solo, bien aparcado. A José Antonio nadie lo volvió a ver.

La búsqueda de José Antonio se activo unos días después.

La búsqueda de José Antonio se activo unos días después. / CASO ABIERTO

Un café, un dulce y nada más

Domingo, 5 de junio de 2016. José Antonio sale de casa. Ha quedado con D., su pareja desde hace 8 años. No está triste ni enfadado, está bien. "Joselillo", como le llaman en casa, se montó en su coche, un Opel Astra de color negro. Tenía media hora de trayecto, los casi 30 minutos que separaban su vivienda en La Orotava hasta La Laguna, donde quedó con D.

Su pareja ofreció tres versiones distintas: ninguna de ellas aportaba información que pudiera reconstruir los pasos de José

"José no llegaba a casa", reconstruye Conchi. "Mi madre lo llamaba... y saltaba el buzón". No era habitual, pero decidieron esperar. "Mi padre estaba en cama, tenía Alzheimer, murió un año y medio después". El día 8, sin respuestas, acudieron a denunciar. "Mi madre no pensó nunca que a mi hermano le hubiera ocurrido algo, pensaba que volvería... Ella era más inocente, yo enseguida presentí que había algo feo, algo que no iba bien", lamenta su hermana.

La Guardia Civil reconstruyó sus últimos pasos. Llegaban hasta el bar. El dueño de la cafetería de la Plaza de la Concepción (en La Laguna) confirmó que José y D. estuvieron un rato y salieron juntos del local. El resto, se lo preguntaron a D. No ayudó.

"Este chico da varias versiones de lo que hizo José después de que se despidieran", lamenta Conchi. "A mi madre le dijo que mi hermano tenía las manos sudorosas, estaba agitado y se largó... A mí me dijo que José aparcó frente a su casa y que, cuando fue a coger el coche, vio una finca medio rara, unos chicos raros y que él se fue". Más tarde, aportaría otra versión distinta: "que José conoció a un hombre, que le dieron 500 euros y se metió en una casa".

La Guardia Civil no pudo verificar nada más. "Este chico está medicado, tiene un trastorno y confunde cosas... Recuerdo que a las 72 horas de que denunciáramos él vino a casa, estábamos todos llorando, atacados… D. entró y dijo: 'me voy, no tengo nada más que hacer. Son ya 72 horas, ya no me interesa'". Nunca volvió a ayudar.

Proyecto nuevo   2023 03 14T163015.652

Proyecto nuevo 2023 03 14T163015.652 / CASO ABIERTO

"Se lo han comido los peces"

La búsqueda arrancó tarde y fue fugaz. "Su hermano se ha ido voluntariamente, me dijeron". La familia no daba crédito. "Voluntariamente o no, mi hermano tenía diagnosticado un trastorno bipolar. Es una desaparición de alto riesgo, no tenía medicación". Las batidas las organizó la familia, el dispositivo lo formaron solo tres personas: "mi madre, mi prima y yo".

Miraron en casas okupas, en pantanos, plataneras y barrancos. "Nos sentimos solas, mucha gente del pueblo se acercaba y me decía: 'Si se fue por propia voluntad, ¿qué vas a hacer ya?'". Los peores comentarios, denuncia Conchi, llegaron con el paso del tiempo: "he escuchado salvajadas: 'a tu hermano se lo comieron los peces', me han llegado a decir, 'está secuestrado', 'lo mataron y lo hicieron en pedazos…'. No sé como he conseguido sobrevivir".

Colillas en el coche

Sin noticias, con el teléfono apagado y sin rastro de él, a los ocho días llegó la esperanza. Habían localizado su coche junto al túnel de Martiánez, en Puerto de la Cruz. Nada más llegar, la familia se alertó: "Estaba aparcado perfectamente, y José aparcaba muy mal".

Se lo contaron a los agentes. Hicieron una batida por los alrededores, la primera con expertos, "duró cinco horas". En el interior del coche no había ningún efecto personal de José, solo el cargador del móvil. "No hay nada de interés, no hay huellas, dijeron los investigadores". Indicaron a la familia que podían retirarlo. El mismo día lo movieron de allí.

"Lo llevamos al garaje de mi hermana mayor", recuerda Conchi. De camino, vieron colillas en el lado del conductor y en el del copiloto, "¿Cómo que no había huellas? ¡Las colillas! Creo que es imperdonable que no las analizaran. Podríamos haber sabido quién estaba con él".

Un testigo: lo han aparcado hoy

Antes de retirar el vehículo, el conductor de una furgoneta que estaba aparcada próxima al coche de José Antonio se acercó a la Guardia Civil. "Dice que vio al conductor", reconstruye Conchi. El hombre describiría que vio cómo un hombre salía del coche, "que se apoyó en la barandilla y miró hacia arriba". Conchi intentó conseguir más datos, "si lo vio y era él, quizá podía decir dónde fue, si caminó para el norte, para el sur...". Pero la hermana de José no pudo localizar al testigo, "no le cogieron nombre ni nada".

"Vamos a salir, no se asusten"

Se instaló el silencio. El teléfono de José Antonio continuó apagado, aún lo está. Su padre murió. Pasaron los años y no hubo más. "Nuestra cabeza no se detiene nunca. Él no se fue por propia voluntad, eso lo sé. Solo barajamos dos opciones: el suicidio, porque alguna vez, en momentos duros de su enfermedad, había dicho que si lo hacía no lo encontraría nadie, que sabía un lugar donde hacerlo; u homicidio, alguien lo mató".

La familia continuó sola, hasta que en 2019 sonó el teléfono. "Nos llamó la Guardia Civil y nos dijo: vamos a salir a buscar a José Antonio, no se asusten si ven helicópteros, buzos... estaremos en El Rincón (Tenerife)".

Conchi recuerda alegría: "aunque fuera un huesito queríamos tener de él para incinerarle junto a mi padre". Una prenda, un indicio, una respuesta. "Mi madre y yo cogimos la guagua, luego mi prima nos llevó a Santa Úrsula, desde donde se ve El Rincón". Esperaron y esperaron. "A mi madre y a mí nos dio una insolación... y nunca fueron. Mi madre llamó al día siguiente. Nos dijeron que no había prevista ninguna búsqueda de José. Encima llamándonos mentirosas...".

Los últimos pasos de José Antonio, desaparecido en Tenerife, humillado y acosado por ser gay

Los últimos pasos de José Antonio, desaparecido en Tenerife, humillado y acosado por ser gay / EPE

"Era bueno, merecía más"

Hace casi siete años, José Antonio salió de casa con una sonrisa. Se había comprado "unas cholitas (chanclas) y una camiseta para la playa". Nunca regresó. Desde entonces, nada en su casa ha sido igual. "Sabía hacer de todo. Nos cortaba el pelo, nos maquillaba, pintaba la casa, montaba muebles y encalaba la pared".

Administrativo, el desánimo le hizo abandonar la carrera de Empresariales y Educación Social. Hablaba un perfecto inglés. Ochentero y muy creativo, dibujaba bien. "Era bueno, merecía más y no han sido buenos con él".

"Si está vivo, si no, si alguien lo mató... necesitamos saber", ruega Conchi. Mientras habla, mira sus fotos: "muchas veces pienso que ojalá no esté en el mar, que si está por ahí, sea en una cueva. Así puede que algún día alguien caminando, de paseo, pueda encontrar sus restos". Conchi duerme poco desde entonces, pero sueña a tiempo completo: que lo encuentran, que lo vuelve a ver.