INVESTIGACIÓN

“Lo único que quiero es justicia”, clama el hermano de la familiar de Luis Lorenzo envenenada

“Se marchó llena de vida y volvió en una caja de pino”, comentó un familiar de la mujer a Paco Valdés, vecino de Valduno, que afirma que era “sociable y muy buena gente”

José María Suárez, ayer, en su casa de Somines, en Las Regueras.

José María Suárez, ayer, en su casa de Somines, en Las Regueras. / María Fuentes

Ramón Díaz

“Lo único que quiero es que se averigüe toda la verdad y que se haga justicia”. José María Suárez Arias manifestaba ayer su dolor y su rabia por la muerte de su hermana Isabel, el 28 de junio del año pasado, y las circunstancias que la rodearonEstá “convencido” de que fue “secuestrada y envenenada”, y promete no cejar en su empeño de esclarecer todo lo ocurrido. Sus sospechas, como las de la justicia, se centran en una sobrina suya, la avilesina Aránzazu Palomino Suárez, y la pareja de este, el actor Luis Lorenzo.

Este jubilado, residente en Avilés, y con segunda residencia en Somines (Las Regueras, Asturias), relata cómo a primeros de marzo del año pasado empezó a presentir que algo extraño ocurría con su hermana. Isabel vivía en una casería de la parroquia reguerana de Valduno. No daba señales de vida. “Ella llamaba todas las noches a mi mujer, que estaba entonces enferma, pero dejó de hacerlo. Entonces empezamos a llamarla nosotros y nunca contestaba”, rememora.

La familia de Isabel sospechaba que su sobrina “se la había llevado a Madrid”. Ya lo había hecho anteriormente en alguna ocasión y, pese a que su relación y el contacto con sus hermanos era constante, nunca avisaba de estas “desapariciones”. Y eso no gustaba a sus familiares. A mediados de marzo José María decidió pasar a la acción: presentó una denuncia por secuestro en el Juzgado de Grado, lo que supuso el inicio de las pesquisas de la Guardia Civil.

“Los agentes fueron a casa de mi sobrina, en Madrid, y abrió él (Luis Lorenzo). Le preguntaron si vivía allí mi hermana y contestó que sí; le preguntaron si estaba bien, y también contestó afirmativamente. Entonces le preguntaron si les permitía entrar en la vivienda para comprobarlo, y él les dijo que no pasarían sin una orden judicial. Ahí ya empezamos a temer que algo grave ocurría”, subraya José María.

Semanas más tarde lo llamaron del Juzgado. Después sabría que fue, precisamente, la víspera de su muerte. Pero no pudo acudir a Grado hasta el día siguiente. Cuando estaba llegando a la villa moscona recibió una llamada en el móvil. Era su hija, que le dio la peor de las noticias: “Me dijo que habían traído muerta a Isabel”. De inmediato exigió que se realizara la autopsia al cadáver, “porque no lo veía normal”. El forense aceptó.

“En el Juzgado me preguntaron si mi hermana tenía alguna enfermedad y les dije que ninguna, únicamente que oía un poco mal. Me preguntaron cuánto dinero tendría en el banco y les dije que 60.000 euros y una cantidad que desconozco a plazo fijo. Entonces la jueza me preguntó si estaba dispuesto a ir hasta el final (con la denuncia por secuestro), y le contesté que sí, que estoy dispuesto, cueste lo que cueste”, clamó.

La decisión de realizar la autopsia provocó la suspensión del entierro durante veinticuatro horas. José María y los vecinos recuerdan que en el funeral “se armó la marimorena”, según palabras de Paco Valdés, vecino de Valduno. “La sobrina y su pareja preguntaban qué hacían en la iglesia los hermanos de Isabel. Al terminar la homilía la sobrina se abrazó a la caja. Nos pareció a todos un show”, señala. “Se montó tal guirigay que tuvo que intervenir el cura, exigiendo el fin de la discusión”, asegura Paco Valdés, que estaba en ese momento en el templo.

Pero no acabaron ahí los enfrentamientos: en el cementerio estalló otra disputa y Luis Lorenzo comenzó a grabar a los asistentes y a “amenazar con presentar los vídeos ante la justicia”, recuerda Paco Valdés.

José María recuerda la visita hace un mes a Avilés de una pareja de la Policía Judicial de Madrid. Buscaban información. José María, su esposa, su hija y su hijo fueron llamados al cuartel de la Guardia Civil de Avilés, donde les hicieron “muchas preguntas sobre Isabel y su sobrina". “Y los policías venga a escribir”, destaca el hermano de la fallecida, que les preguntó si conocían los resultados de la autopsia. “Nos dijeron que el caso estaba bajo secreto del sumario”, indica.

“Aseguraron que en un mes lo sabríamos y justo un mes después, esta misma semana, el día 26, nos dijeron que había hallado veneno en el cuerpo de mi hermana”. Restos anormales de cadmio y magnesio. José María lo tiene clarísimo e insiste: “Se lo dije a la jueza en Grado y lo repito ahora, no siendo que me muera, iré hasta el final. Y los tres hermanos estamos totalmente de acuerdo”, resalta el avilesino, que sabe que en su primera declaración su sobrina lo negó todo y Luis Lorenzo se negó a declarar, y que ambos están en libertad con cargos, algo que subraya que no le gustó “nada”, pero que acepta y entiende porque confía en la justicia. También se les ha retirado a ambos el pasaporte y están obligados a presentarse todas las semanas ante el tribunal.

En Valduno, mientras tanto, los vecinos no olvidan a Isabel Suárez. Aunque había nacido en Grado, en la parroquia de Sorribas. Hace más de cincuenta años se trasladó a vivir a Valduno con su marido, Fulgencio Menéndez Muñiz. Residían en una casería de La Fuente, conocida como La Cabañuca, propiedad de la familia de su esposo, que falleció hará veinte años el mes que viene. No tuvieron hijos.

Cuando enviudó, Isabel vendió todas las vacas que tenía el matrimonio y, unos pocos años después, se compró un piso en Grado, aunque nunca perdió el contacto con Valduno. “Venía todas las semanas. Tenía gallinas y otros animales, y siguió en todo momento vinculada al pueblo y a sus vecinos”, apunta Paco Valdés.

La mujer iba todas las semanas en tren al mercado del Fontán, en Oviedo. “Disfrutaba vendiendo huevos, nueces, avellanas, manzanas... Yo siempre la vi útil. Se valía ella sola para todo, estaba perfectamente de cabeza y físicamente era delgada, ágil. No aparentaba los años que tenía (85 en el momento de su fallecimiento)”, subraya Paco Valdés, que añade que era una mujer “sociable, que tenía relación con toda la vecindad. Era muy buena gente y siempre tenía buena disposición para todo”.

Paco Valdés vio por última vez a Isabel Suárez unos tres meses antes de que marchara a Madrid. No supo nada más de ella, hasta que vio en un tablón donde se colocan los anuncios municipales y las esquelas, una de estas últimas que le pareció “muy rara”. Porque bajo el nombre de la fallecida no aparecía el de ninguno de sus familiares, solo un “repertorio” de una persona, su sobrina. Le extrañó, entre otras razones, porque la mujer mantenía una relación “excelente” con sus hermanos y los demás familiares.

Llamó inmediatamente a un familiar de Isabel, que nada sabía de su fallecimiento. “Se marchó llena de vida y volvió en una caja de pino”, comentó a Paco Valdés un familiar de Isabel. Este vecino de Valduno sí destaca que Isabel siempre comentaba lo mucho que quería a su sobrina, “la adoraba, vivía por ella”.

Paco Valdés señalaba ayer que si finalmente queda demostrado que Isabel Suárez fue envenenada “no se merecía esa muerte”. Es un pensamiento común en todo el vecindario, donde extraña que Isabel hubiera cambiado meses antes de su muerte el testamento, nombrando a su sobrina heredera universal de todos sus bienes.

También en Grado las circunstancias que rodean la muerte de Isabel Suárez han provocado honda impresión. Los vecinos del inmueble donde residía en la villa la fallecida, en la calle Arroyo Naranjo, han colocado en el portal un letrero que reza “Justicia para Isabel”. “Es lo que queremos todos. Y si fueron ellos, que paguen”, resaltaba ayer un vecino de Valduno.

Isabel Suárez descansa junto a su marido, como deseaba

Los vecinos de Valduno aseguran que Isabel Suárez y Fulgencio Menéndez eran una pareja muy bien avenida. “Se querían mucho, se les notaba”, asegura una vecina de la localidad. El marido murió en junio de 2002, pese a lo cual Isabel no abandonó Valduno. Ni siquiera cuando compró un piso en Grado, pues seguía acudiendo al pueblo cada semana y pasaba allí algunas temporadas. Ella quería ser enterrada junto a su marido. Ya están juntos, en un nicho del cementerio de Valduno.