Acoso

Un ex guardia civil de Valencia será procesado por acoso a un capitán

El magistrado aprecia "actos graves, hostiles o humillantes" que se prolongaron en el tiempo "de forma reiterada" con "graves efectos laborales" y psicológicos para la víctima y quebranto de la disciplina

Un coche de la Guardia Civil, en una imagen de archivo.

Un coche de la Guardia Civil, en una imagen de archivo. / EFE

Procesado por acoso profesional y expuesto a una condena que el Código Militar fija entre seis meses y cuatro años, con posible pérdida de empleo. Esa es la situación en la que se encuentra en este momento el comandante de la Guardia Civil Eduardo A, exresponsable de la compañía de Paiporta, tras la decisión del juez Togado Militar Central número 2 , que acaba de transformar en sumario la investigación abierta contra el oficial por el trato "humillante" dispensado a su mando inmediatamente subordinado, un capitán, que sufrió "graves efectos laborales" y «de índole psicológica», así como un quebranto de la disciplina como bien militar protegido.

Tal como ha venido informando

 Levante-EMV

, el comandante, actualmente destinado en la jefatura de la Comandancia de València con responsabilidades sobre operaciones, tras ser apartado de Paiporta a raíz de la polémica suscitada por haber hablado a sus mandos de "partirle las piernas" a la entonces alcaldesa del municipio, fue denunciado por el capitán por supuesto abuso de autoridad, en un proceso que comenzó con una información reservada y que terminó en manos del juez militar central.

Tras tomar declaración como testigos de las actuaciones del ahora procesado a tres capitanes, dos tenientes, dos subtenientes, un suboficial mayor, dos sargentos y cinco guardias civiles, la fiscal del caso instó el pasado 25 de octubre el procesamiento del comandante Eduardo A. por acoso profesional y la elevación a sumario de las diligencias previas, tras enumerar los actos "vejatorios" y los "desprecios" sufridos por el capitán, que continúa de baja y en tratamiento psiquiátrico, tres años después, a raíz de lo que vivió en el cuartel de Paiporta.

El juez ha tomado palabra por palabra lo apreciado por el ministerio público y, en el auto de procesamiento de Eduardo A., recoge: "De lo expuesto hasta aquí, se observa que el comandante realizó actos graves, hostiles o humillantes, en el contexto de una relación laboral, de forma reiterada, prevaliéndose de su situación preeminente por su condición de superior del capitán, excediéndose en los límites de lo que sería una situación de tensión o desacuerdo laboral y alcanzando la gravedad para ser susceptibles de reproche penal".

14 meses de hostigamiento

Por tanto, considera que "hay elementos para estimar la concurrencia del acoso profesional [...] tanto por la prolongación en el tiempo de las conductas, prácticamente desde la toma de posesión del destino por el comandante, en agosto de 2017, hasta mediados de octubre de 2018, fecha de la baja médica del capitán", como por los efectos sobre la salud de este, "singularmente la baja psicológica".

Incluso le reprocha al ahora procesado el haber basado sus actuaciones sobre el capitán tomando como "elemento determinante" su edad, "próxima a los 60 años" en aquel momento, ya que, recuerda, "no es una edad avanzada, pero así se lo debe parecer al investigado, pues por dos veces, y sin que nadie de los intervinientes le preguntara por ello, hizo referencia a la misma".

"El hombre de los recados"

Entiende el juez, confirmando el escrito de la fiscal, que, de lo actuado hasta ahora en el marco de la investigación judicial, "se aprecian indicios racionales", aunque matiza que esa es la conclusión "provisional" en este momento procesal, del acoso profesional basándose en cuatro puntos.

Empieza señalando que fue una "conducta sistemática y continuada" y que tuvo "graves efectos laborales para la víctima", de quien recuerda que «fue viendo mermadas sus competencias como jefe adjunto de la compañía de Paiporta, viéndose despojado de sus funciones, hasta convertirse en ‘el hombre de los recados’».

En el tercer punto, especifica que los "problemas laborales" ocasionaron al capitán «problemas de índole psicológica, con los efectos que esto conlleva en un componente de y fuerzas de Seguridad», para concluir, en el cuarto, que se produjo un quebranto de la disciplina como bien jurídico militar protegido, para lo que recuerda que "todos y cada uno de los testigos" dijeron que "solo quieren que esto acabe cuanto antes", lo que le lleva a inferir que ese principio de la disciplina se ha visto "gravemente afectada por el comportamiento reiterado del comandante, ninguneando" a su segundo en el mando.

"Vago", "inútil", "niño perdido"

Para llegar a esa conclusión, el juez ahora, y antes la fiscal, tienen en cuenta, sobre todo, «la pluralidad de declaraciones testificales hechas en sentido contrario a lo manifestado por el investigado", que recogen frases como "dejó al capitán desprovisto de funciones», "puenteaba al capitán", "ignoraba al capitán en las reuniones», en las que o "no existía", o se quedaba "en un rincón" o "no intervenía".

Sobre las "valoraciones peyorativas" que el ahora procesado hacía de su mando inmediatamente inferior, "insistentes y reiteradas", califica el juez, los testigos desgranan una auténtica sarta de descalificaciones que, afirman, le escucharon al comandante cuando hablaba del capitán: "Inútil", "negligente", "no valía para nada", "un vago", "es un niño perdido", "hizo chanzas sobre él nada más llegar".

Y todo ese "trato despectivo, faltas de respeto y desconsideraciones", afirman, lo realizaba tanto en reuniones con la oficialía —"lo han oído todos los oficiales que han ido a ellas, y había un mínimo de una reunión al mes2, declara uno de los capitanes—, como estando a solas con alguno de ellos, hasta le punto de que "era vox populi en el puesto".