Promiscuas, fieras y diversas: así son las hembras según Lucy Cooke

La zoóloga británica desmonta los estereotipos darwinianos en ‘Hembras’, que reivindica que gran parte de la feminidad animal ha sido ignorada por los científicos a conciencia para apuntalar la imagen de la hembra pasiva

Leonas

Leonas / Pexels | Gary Whyte

Natalia Araguás

Los machos llevan una vida aventurera, impulsados por su vigor. Luchan por el liderazgo y por las hembras y retozan con tantas como pueden, mientras que ellas se limitan a observar y, una vez resuelta la trifulca, a seguirles dóciles. Esta darwiniana visión de las especies –una década después de patentar la selección natural, Darwin publicó El origen del hombre y la selección en relación al sexo en 1871 y volvió a sentar cátedra– hacía sentir a Lucy Cooke como una “triste inadaptada” mientras estudiaba zoología en Oxford en los 90. “La hembra es explotada”, peroraba su tutor en la universidad, Richard Dawkins, en El gen egoísta, todo un superventas: “la base evolutiva fundamental de dicha explotación radica en el hecho de que los óvulos son más grandes que los espermatozoides”. 

No conforme con su supuesto destino biológico, Lucy Cooke se dedicó a investigar. Su titánica exploración del mundo animal se ha materializado en ‘Hembras’, que publica en castellano Anagrama Argumentos y antes vio la luz en inglés con el más sugestivo título de Bitch (Zorra). Según recoge el libro, solo el 7% de las especies animales son monógamas, ergo muchas hembras practican sexo con múltiples parejas. También explica que existen las hembras alfa, desde las más benevolentes como los bonobos –aficionadas a darse placer entre ellas– hasta las más brutales como las abejas. Y que hay matriarcas feroces como las suricatas, dispuestas a matar a las crías de sus competidores, mujeres fatales como las arañas hembras caníbales, que se comen a sus amantes durante el coito, y líderes sabias, como la orca matriarca, una de las únicas cinco especies conocidas, incluidos los humanos, que tiene la menopausia. 

La maternidad no es para todos los públicos

“Follar como una leona” –hasta cien coitos al día, en época de celo– forma parte de las mieles de la maternidad en el mundo animal, expone Cooke. La promiscuidad de la madre a menudo protege a la descendencia, según demostró la antropóloga Sarah Blaffer Hrdy con su teoría de la paternidad difusa. Cuando estudiaba a los langures en la India, Hrdy observó que los machos procedentes de fuera del grupo mataban rutinariamente a las crías no destetadas como parte de su toma de posesión: las hembras evitaban el infanticidio apareándose con ellos nada más llegar, ya que así las crías podían ser suyas y no las atacaban. Hacen lo mismo otras especies, desde los delfines hasta las ratas. 

Hembras es un docto paseo por la naturaleza, desmontando los misóginos estereotipos con los que en la época victoriana se trató de ordenarla. Mucho antes de que ‘The Broads’, un grupo de prestigiosas científicas contra “la falocracia científica” como Hrdy, Jeanne Altmann o Patricia Gowaty, inspirasen a la autora, ya se alzaron voces en contra de Darwin. Solo cuatro años después de que se publicase El origen del hombre y la selección en relación al sexo, la eclesiástica y científica estadounidense Antoineitte Brown Blackwell le afeó haber dado “un protagonismo excesivo a todo lo que ha evolucionado en la línea masculina” en su teoría de la evolución. Hubo más mujeres intelectuales que le criticaron: hubo que esperar al siglo XX para que alguien las tuviera en cuenta. 

Más allá de la perspectiva de género que Lucy Cooke aporta a la zoología, el gran aprendizaje del libro, tanto para la autora como para el lector, es el de la vasta diversidad del mundo animal. Todo es natural, porque todo existe: de los peces payaso que cambian de sexo a las hembras de topo, que tienen unos ovarios compuestos principalmente de tejido testicular que no producen esperma pero sí testosterona, que segregan cuando necesitan cavar más rápido y profundo. No son las únicas hembras que parecen tener huevos, también la hiena manchada, más agresiva que los machos. “Descubrir que el sexo biológico abarca en realidad todo un espectro, y que todos los sexos son producto básicamente de los mismos genes, las mismas hormonas y los mismos cerebros, ha sido para mí la mayor revelación de todas”, confiesa Lucy Cooke. En cuanto a la homosexualidad, que en la época victoriana ni se contemplaba al no servir para la reproducción, está presente en numerosas especies. La práctica de sexo genera oxitocina, la hormona del bienestar y el vínculo, como saben bien los monos capuchinos machos, que generan sentimiento de grupo acostándose entre ellos.

La biología es política

“La biología es política por otros medios”, advertía la académica Anne Fausto-Sterling. Darwin queda retratado en ‘Hembras’ como un genio, pero también un hombre de su época, con un conocimiento limitado del género femenino más allá de su prima Emma, con la que se casó y tuvo diez hijos tras elaborar una concienzuda lista de pros y contras. En la lista de razones en contra de casarse que escribió Darwin figuraban los riesgos de perderse “la conversación de hombres inteligentes en los clubes” o caer en “la degradación con una necia ociosa e indolente”. Se impuso ‘casarse’, que tenía como ventajas que su mujer “se ocupara de la casa” y estar acompañado en cualquier caso por “alguien mejor que un perro”. 

“Las teorías concebidas por viejos hombres blancos sexistas sirven bien a los viejos políticos blancos sexistas”, concluye Lucy Cooke, en lo que parece un vaticinio del trumpismo. No es la naturaleza la que impone presunciones heteronormativas: en el mundo animal las posibilidades de la existencia femenina son ilimitadas.