GASTRONOMÍA SOCIAL

Refugios contra la soledad no deseada: "Cuando desaparece el último bar, el pueblo muere"

Desde una perspectiva social, económica y de la salud, diferentes expertos abordan en Madrid Fusión 2025 el valor de los bares y restaurantes como actor indiscutible de la cultura colectiva española

Refugios contra la soledad no deseada

Refugios contra la soledad no deseada / RUBEN RUIZ

Cristina Andrade del Alcázar

Cristina Andrade del Alcázar

Madrid

En España, los bares y restaurantes son mucho más que lugares en los que se sirve comida y bebida. Son espacios sociales para compartir momentos, sensaciones y aficiones, que proporcionan beneficios a nivel individual y contribuyen, además, al bienestar comunitario. Sirven también como punto de encuentro dentro de grandes poblaciones y, sobre todo, de refugio en los pequeños pueblos.

“Cuando cierra el último bar, el pueblo muere y nosotros morimos un poco también cuando dejamos de bajar al bar”, asegura Sergio Gil, presidente de la Fundación Restaurantes Sostenibles, que relata las consecuencias sociales y económicas que está generando la progresiva desaparición de establecimientos hosteleros, sobre todo en lo que se conoce como la España vaciada, afectada ya en gran medida por la despoblación y la falta de recursos. 

Es por eso que la 23ª edición de Madrid Fusión 2025, no quiso dejar fuera este asunto, y abordó en uno de sus espacios de conferencias, la importancia de los bares y tabernas como agentes clave para frenar la soledad no deseada.

Gil quiso dejar claro que “la soledad siempre es no deseada, porque si es deseada se llama estar solo”, y que, por tanto, se trata de “una cuestión social, de comunidad, una posición dentro de un grupo”. El también propietario del Grupo Taberna y Cafetín Barcelona señala en este sentido que “el bar forma parte del engranaje social y de la estructura que hemos ido creando entre todos a lo largo de milenios y que conforma la verdadera esencia del ser humano”. A su juicio, estos establecimientos son “un servicio encubierto, con una complicidad constante y una posibilidad abierta a las relaciones sociales”.

Un símbolo de identidad colectiva

Pero, “¿qué ocurre cuando desaparece un bar?”, pregunta el hostelero. que explica la función que tienen los bares y tabernas en la “fijación de la identidad colectiva” y que, cuando no existen estos espacios de encuentro, los habitantes “pierden el contacto con aquel forastero que pasa por la puerta, con el que contrapone su identidad colectiva”. Entonces, se pregunta, “¿cómo va a identificarse esa comunidad delante de otros?”.

Los bares tienen una función crucial en la fijación de la identidad colectiva

Los bares tienen una función crucial en la fijación de la identidad colectiva / RUBEN RUIZ

Gil apunta a que la riqueza social que se desarrolla dentro del bar permite conocer las diferentes “naturalezas fragmentadas”, que son, nada más y nada menos, que las diversas realidades y puntos de vista que comparten las personas que entran en él para disfrutar de un desayuno en la barra, un plato caliente en sus mesas o toman una cerveza cautivados por la pantalla. “Por eso, cuando se cierra un bar, desaparece la mirada del otro, desaparece un pueblo porque ya no queda nada ni nadie que pueda venir a identificar a ese pueblo como una comunidad”, lamenta.

La economía local se resiente

Pese a su repercusión social, el hecho de que exista o no exista un bar tiene también un efecto económico, que influye directamente en aspectos tan significativos como es el turismo de una región. El secretario general de la Confederación Empresarial de Hostelería de España, Emilio Gallego, apunta a que por mucho que el municipio cuente con lugares de interés cultural, “como no haya un bar, el rendimiento turístico va a ser un 50% menor”. “Sin un establecimiento de hostelería estás perdiendo la mitad de tu capacidad de rentabilidad turística y un impulso de la actividad económica”, apostilla.

Prosigue que “en España es tan importante lo que comemos como el cómo lo comemos”y recuerda que en nuestro país “damos por hecho un tardeo, una celebración familiar, quedar con los amigos, una comida de negocios… y que, lo que para nosotros es innato, no es habitual en la mayoría de los países de nuestro entorno”. Es por eso que, reconoce que la pérdida de estos lugares genera que la comunidad abandone “un espacio de socialización básico y fundamental para el bienestar individual y colectivo de ese territorio”.

Para ensalzar el poder y la rentabilidad de los bares rurales Emilio Gallego propuso que “a la hora de plantear servicios sociales a la comunidad oara personas mayores o dependientes, entre otras, es mucho más inteligente aprovechar las cocinas de estos pequeños bares que contratar un cáterin que les sirva a cien kilómetros”. Esto supondría, en su opinión, una mejora en la "calidad de la alimentación, en la cercanía y en la generación de actividad económica". "Si dispones de un bar, refuérzalo, enriquécelo”, afirma con contundencia

Emilio Gallego indica que a día de hoy se está llevando a cabo desde su confederación una “labor de concienciación” para que las diferentes entidades comprendan la importancia de los bares como elementos que ayudan a “fijar población, generan actividad económica y que inducen a un efecto de bienestar que se traslada al resto de la comunidad”.

Contacto social como medicina

“Mi abuelo decía ¡qué malito estoy!, llevadme a la taberna. Es una manera muy buena de explicar que para él la salud significaba seguir teniendo un contacto operativo, una asociación que los bares y los restaurantes ofrecen”, destaca Sergio Gil.

Buena prueba de ello es el proyecto SALSA (Salud, Alimentación y Sociabilidad), creado por la Fundación Alícia y diseñado junto con la Unidad de Investigación e Innovación del ICS de Cataluña Central – IDIAPJGol. Una de las coordinadoras de esta iniciativa, la enfermera Anna Ramírez, explica que esta idea nació “con la inquietud de abordar la soledad no deseada, una situación muy prevalente en nuestra sociedad, que conlleva problemas de salud como los trastornos emocionales y la falta de soporte social”. 

Bajo esta premisa y desde la perspectiva de la salud, el proyecto piloto arrancó con un total de 90 participantes que se dividieron en dos grupos. La mitad de ellos acudieron durante cuatro meses a un restaurante dos días a la semana a comer y recibieron un taller de alimentación y cocina saludable una vez al mes. La otra mitad continuó haciendo sus actividades habituales.

El cierre de bares y restaurantes genera que la comunidad abandone un espacio de socialización básico

El cierre de bares y restaurantes genera que la comunidad abandone un espacio de socialización básico / ALBA VIGARAY

Los participantes se sometieron a un test al inicio y al final del estudio para evaluar la depresión, la ansiedad, la percepción de la calidad de vida y la adherencia a la dieta mediterránea, además del soporte social. Al concluir el programa comprobaron los numerosos “resultados positivos” que habían obtenido aquellos que habían acudido al establecimiento hostelero. “A los cuatro meses había conseguido una mejora en la percepción de su calidad de vida y de los síntomas de ansiedad y depresión de entre el 20 y el 25%”, reconoció Ramírez, además de una mejor adherencia a la dieta mediterránea.

La especialista sanitaria expuso que en estos casos “los medicamentos son útiles, pero a veces se dan antes de tiempo, pudiendo solucionarlo con otras técnicas como la que nosotros planteamos en el estudio”. A veces, aclara, es preferible “mejorar el malestar emocional con otros métodos que no sea la medicación, que se han visto que son más útiles, con un abordaje más social, que va más a la raíz”. Es por eso que incide en que lamentablemente “se necesitatodavía un cambio de chip” y que, como sociedad, “aún nos falta mucho para abordar todo lo social y lo sanitario”.