INMIGRACIÓN

¿Cómo sería un CIS migrante?: "Nos preocupa que la preocupación seamos nosotros"

La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas señalaba la inmigración como la principal preocupación de los españoles

La vivienda, el racismo o el paro son algunas de los principales problemas que señala este colectivo, al que le preocupa el señalamiento estadístico y político

Moses von Kallon, Nadia Tabib y Boutaina El Hadri en la sede de Jovesolides.

Moses von Kallon, Nadia Tabib y Boutaina El Hadri en la sede de Jovesolides. / Francisco Calabuig

Marta Rojo

La pregunta decía: "¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España?". La respuesta del 30,4 % de los encuestados, casi uno de cada tres, decía: la inmigración. Según los resultados de la última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), ni el paro, ni la economía, ni la situación política preocupa tanto a los españoles como las personas que vienen a este país procedentes de otros países. Pero las personas migrantes también quieren contestar encuestas. Y si se les hace esa misma pregunta -”¿Cuál es, a su juicio, el principal problema que existe actualmente en España?”- responden que la vivienda, los salarios, la emancipación juvenil, o el acceso a los servicios públicos. Pero también, y sobre todo, el hecho de que sus propias vidas sean vistas como un problema por sus vecinos y vecinas. 

“Lo que más me preocupa es que la principal preocupación seamos nosotros”, destaca Boutaina El Hadri. Boutaina, a la que todos llaman Bouti, nació en Marruecos y vino a la Comunidad Valenciana hace 24 años a estudiar un doctorado en Química. Su experiencia como migrante la llevó después a estudiar un máster de Cooperación al Desarrollo, a impulsar la Casa Marruecos y a ser nombrada vicepresidenta del Consejo Valenciano de Migraciones. Hoy trabaja como gerente de la ONG Jovesolides y su experiencia con personas migrantes la lleva a poner en duda el resultado del CIS. “Yo creo que eso no es real, es fruto de campañas de la extrema derecha y de algunos medios de comunicación”, considera. Es, dice, el resultado de “abrir el periódico o de poner la tele y ver constantemente pateras llenas de personas negras”. “Te espolean en ese sentido y acabas creyendo en la narrativa de que vienen los magrebíes a reconquistar Al-Andalus o los negros a robar a los españoles el trabajo”. Ese discurso, advierte, no solo cala entre los españoles: “Las personas migrantes empiezan a sentir rencor y, si seguimos por ese camino, tendremos una sociedad fracturada”.

La pregunta, para Rodrigo Hernández, director de la delegación de Valencia de Save The Children, es tramposa, pero la respuesta lo es aún más. “La mayor parte de la población extranjera en España, y en la Comunitat Valenciana, viene de otros países de Europa, pero no hablamos de ellos cuando decimos que la inmigración está entre las preocupaciones más acuciantes de los españoles”, advierte. Y lanza una pregunta que no sale en ninguna encuesta: “Si solo nos preocupan los migrantes no europeos, ¿hablamos de xenofobia o de aporofobia? ¿Hablamos de preocupación por la población migrante o por la población empobrecida?”. En su trabajo diario al frente de esta ONG, Hernández se ha encontrado con multitud de casos que han dado lugar a dos certezas. La primera, que las personas migrantes manifiestan preocupaciones comunes a las de las personas nacidas en España, además de otras específicas. “Encontramos muchos problemas relacionados con el empleo o el acceso a la vivienda, pero hay que sumarles problemas específicos de la condición de migrante como el acceso a determinados recursos o servicios públicos, las dificultades burocráticas para acceder a la residencia o a la nacionalidad, el idioma, la reunificación familiar, la falta de redes de apoyo de amigos o familia o el envío de dinero a sus países de origen”, afirma. La segunda certeza parece obvia pero, a la vista de las encuestas, no lo es: el colectivo migrante “no es una amalgama uniforme” que se pueda considerar como una unidad. Por ejemplo, señala, “las familias colombianas no tienen los problemas con el idioma que tienen, por ejemplo, las personas subsaharianas o marroquíes”.

Algunos de los mecanismos de discriminación sí son diferentes según la nacionalidad. Por ejemplo, los de exclusión financiera, como denuncia la responsable de Incidencia de CEAR Valencia, Noelia Montagud. La entidad está recibiendo en los últimos años muchas consultas de personas migrantes sobre las cuentas de pago básicas, un tipo de cuenta gratuita que obligó a crear una normativa europea, y que va destinada sobre todo a las personas migrantes y refugiadas, para que puedan, con ella, pagar suministros, cobrar por un empleo o ser beneficiarias de ayudas sociales. Pero “hay discriminación por nacionalidad, porque a los bancos no les interesa económicamente la pobreza”, denuncia Montagud. Así, a muchas personas migrantes y solicitantes de protección internacional se les deniega este derecho a tener estas cuentas por venir de zonas en conflicto. “Se escudan en la normativa contra el blanqueo de capitales, aunque vayan con un informe de exclusión financiera firmado por la trabajadora social”, lamenta la responsable de CEAR. De nuevo, la pregunta: “¿hablamos de xenofobia o de aporofobia?”.

Precio de la vivienda: “No creas que vas a vivir aquí 20 años más”

Su casero se lo dejó claro cuando le hizo un nuevo contrato de alquiler para cinco años: “No te creas que vas a vivir aquí veinte años más”. Pero Raquel Salguero estaba lejos de hacerse ilusiones desde que murió el padre del actual propietario y el hijo heredó la casa, porque desde ese momento pasó a pagar 200 euros más al mes por vivir en el piso. “Ahora pago 500, que no es mucho para los precios de la ciudad, pero sí es mucho para mí, que estoy sola”, explica. Raquel, nacida en Ecuador y con permiso de residencia en España, madre de dos hijos de dos y diez años e hija de una madre dependiente, tiene que hacer frente a los gastos sola, porque el padre de sus hijos incumple la obligación de pasarle la pensión de los pequeños.

Raquel lleva 20 años en Valencia y encontró el piso hace 19. “En ese momento solo te pedían un contrato de trabajo y, como siempre he trabajado, no era problema, porque no se miraba cuánto ganabas ni nada”. Ahora sabe que el tiempo corre en su contra y que los años pasan deprisa. Como muchas madres, sufre también las dificultades para conciliar su trabajo a media jornada limpiando una casa con la vida familiar de una madre sin pareja. “Al principio, la señora me dejaba llevar a mi hija, pero empezó a hacer travesuras y ya no puedo, y mi madre apenas puede valerse por sí misma”, explica. Con tres personas que dependen de su sueldo y con un contrato de alquiler que vencerá en pocos años, Raquel se pregunta dónde irán y qué podrá hacer por su familia.

Sentirse ciudadano de segunda: "Si eres negro, tienes menos derechos"

Como economista, Moses Von Kallon es consciente de la importancia del acceso de los ciudadanos a los servicios públicos. Estudió en su país de origen, Sierra Leona, pero el título no le ha servido en Valencia, donde llegó en 2018 a bordo del Aquarius. Desde 2018 no ha podido ejercer de economista, y en lugar de ello ha trabajado como albañil, en el campo, de carga y descarga y en limpieza, aunque ahora estudia para formarse como defensor de Derechos Humanos. 

Moses cree que España “se está convirtiendo en un país racista, sobre todo contra los africanos”, y eso se demuestra en las dificultades añadidas para el acceso a la vivienda- “el alquiler sube pero mi sueldo no, y no hay casas de alquiler para los que no tenemos tantos recursos”- o al mercado laboral. “Mi experiencia me dice que no tengo derecho a un trabajo digno, da igual qué títulos tenga; si eres negro no tienes ese derecho”, lamenta. Por todo eso, Moses fundó la asociación Aquarius Supervivientes y admite que, a pesar de tener muy claro que no tiene que pedir perdón por existir, aún le cuesta enfrentarse a ataques como los que vivió hace no mucho tiempo: “Entré al bus, pasé la tarjeta joven y me senté detrás a escuchar música, cuando de repente el conductor paró el autobús y vino detrás para decirme que la vuelva a pasar. Sospechaba que esa tarjeta no era mía”. ¿Por qué la sospecha? El propio conductor se lo dijo: “Eso no es para vosotros”. Lo que más le duele a Moses es que nadie en todo el autobús salió en su defensa.

Ansiedad: "No quiero que piensen que me aprovecho"

A Carmen Hernández le tienen que operar una mano pero, además de para el dolor, toma pastillas contra la ansiedad. “No me gusta llegar a un país y sentir que no estoy aportando nada a cambio, no quiero que piensen que me aprovecho”, asegura. Carmen trabaja como comercial en una tienda de electrónica en Valencia y ha tenido que cogerse una baja hasta que le operen. “Me ha costado entender, gracias a la ayuda psicológica, que es mi derecho, que me pagan porque he cotizado”, admite.

Carmen vino de Venezuela, donde nació, hace seis años, y lo hizo con un DNI español porque su padre nació en España. Entre las preocupaciones de sus primeros años en Valencia recuerda el acceso a la vivienda, la conciliación y los precios. “Miro mucho lo que compro, miro las etiquetas amarillas de oferta y solía caminar muchos kilómetros al Aldi o a Primaprix, que tienen precios más bajos”, destaca. No quiere hacer un drama de ello, y asegura que le importaba porque Valencia “es una ciudad muy plana y es fácil recorrerla andando”. No quiere hacer un drama tampoco de su experiencia como persona migrante. “Nuestra vida no es fácil, pero no es imposible”, concluye.

Emancipación juvenil: "Te piden 10 años de experiencia laboral"

La gandiense Nadia Tabib lleva hijab desde hace un año, aunque a su madre, marroquí y musulmana, le dio miedo que se lo pusiera. “Te vas a meter en problemas”, le advirtió a su hija. Y los ha tenido, como cuando en la piscina de Sagunto dos señoras les gritaron, a ella y a su amiga, por llevar bañador integral, el conocido popularmente como “burkini”. También le preocupa haber escuchado que a unas conocidas musulmanas “les tiraron jamón en un parque” como ataque racista. O tener que ayudar a sus vecinas magrebíes de Tavernes de la Valldigna a pedir cita médica para sus hijos porque el sistema es doblemente complicado para quienes no hablan español.

Nadia, que estudia Psicología en la universidad y un grado superior de promoción de igualdad, tiene preocupaciones derivadas de su condición de migrante, pero también otras que comparte con todas las personas jóvenes. “Me enfrento a las dificultades para poder independizarme, al problema del alquiler, pero también a los contratos de trabajo para personas jóvenes en los que te piden 10 años de experiencia cuando solo tienes 21, o a los contratos de prácticas eternos”, explica. Eso sí, es consciente de que tiene la suerte de que sus padres tramitaran la nacionalidad cuando nació, pero no es tan común como parece. “Me he encontrado a gente con familias que no supieron hacer los trámites y que ahora quieren presentarse a unas oposiciones, por ejemplo, y no pueden por no tener la nacionalidad”, asegura.

Explotación laboral: "Se rieron y me dijeron que no tenía derecho a nada"

Elizabeth Sánchez, colombiana y asilada en Valencia, pensaba que lo había visto todo y que lo había sufrido todo. Como huir de su país intentando evitar la violencia. Como vivir separada de sus padres y de sus hijos, que solo ahora comienzan a ver cómo se tramitan sus permisos de residencia. Como vivir en una habitación, o como cobrar por debajo del salario mínimo, o como cobrar parte del sueldo en negro, o como haber escuchado frasews como “eres puta y te gusta la coca” por ser de Medellín, Colombia.

Aún así, le sorprendió. Trabajaba en una casa con un contrato de 40 horas semanales pero terminó haciendo 12 al día. “Solo de agosto me debían 100 horas extra y, de la mitad de septiembre, 53”, detalla. Entonces tuvo el accidente laboral que le obligó a cogerse una baja médica. “Me despidieron estando de baja”, denuncia. Cuando reclamó a sus empleadores, la respuesta, aún así, le sorprendió por inhumana. “Se rieron en mi cara y me dijeron que no tenía derecho a nada”. Por ser migrante. Por formar parte de la principal preocupación de uno de cada tres españoles según el CIS.