CIENCIA
Yarivith González, la química que resucita baterías
La científica venezolana, premio Princesa de Girona Internacional por su tarea investigadora, ha visitado España esta semana
Michele Catanzaro
En 2022, la química venezolana Yarivith González publicó los detalles un sistema para recuperar metales valiosos como el litio y el cobalto de las baterías agotadas. En los próximos años habrá un tsunami de baterías de móviles y coches eléctricos. Será imprescindible reciclar los materiales raros y caros que contienen. Y González está ayudando a conseguirlo.
A la vez, González es también el tipo de persona que detesta la extrema derecha y los demás xenófobos. Fue activista por el medio ambiente, emigró como pudo de Venezuela en busca de una vida mejor, se adaptó a trabajar de camarera y recaló en Argentina, España y Suecia. Esta química pasó por Barcelona esta semana, en su primera visita a la ciudad condal tras recibir el premio Princesa de Girona Internacional, que le fue otorgado en junio por su tarea investigadora y por “promover la educación ambiental […] en las escuelas de América Latina”.
Reciclaje escolar
González nació en 1988 en Barquisimeto (Venezuela) y allí se estudió Química y Ciencias Ambientales. Los universitarios venezolanos tienen que llevar a cabo trabajo comunitario, como hacer divulgación científica en las escuelas.
Esa experiencia fue la semilla de 'Soy científico', un proyecto diseñado por González, con la participación de escuelas, asociaciones e instituciones. Los escolares recogían plástico usado, una empresa lo reciclaba y lo convertía en productos químicos. Luego, estos volvían a las escuelas, donde se llevaba a cabo un taller para combinarlos y producir productos de limpieza para las clases. “Conseguimos limpiar un poco la ciudad, que era un desastre, y además los escolares veían todo el ciclo del reciclaje”, explica González.
Camarera en Argentina
Sin embargo, la situación en Venezuela fue empeorando y muchos voluntarios del proyecto se fueron del país. En 2017, también le tocó a González. “Trabajaba de profesora de varias materias, pero no era suficiente para llegar a final de mes. Y tenía la responsabilidad de ser la mayor de siete hermanos”, recuerda la científica. “Por mucho que tengas talento, no te sirve si no tienes sustento”, constata. La científica apostó por Argentina. “Aquello fue ensayo y error. Empecé trabajando de camarera en un restaurante”, relata González.
Una compañera venezolana que trabajaba en la Universidad de San Luis la recomendó a su grupo de investigación, el Laboratorio de Metalurgía Extractiva, que estaba explorando el reciclaje de baterías de móviles. “Lo que nos gustó de su currículo es que tenía experiencia y estudios en temas vinculados con el medio ambiente”, explica Lucía Barbosa, codirectora de su tesis en el laboratorio argentino. De la migración venezolana, Barbosa dice que “es gente muy bien preparada y predispuesta a colaborar: se trabaja muy a gusto”.
Tras un periodo de pasantías gratuitas, la química ganó una beca de doctorado y finalmente pudo dejar el delantal y ponerse la bata. “Fue algo impresionante. Había dejado mi profesión para ponerme de mesera y ahora podía volver a ella. Argentina me arropó y mi corazón está dividido 50% y 50% entre Venezuela y Argentina”, dice González.
Tsunami de baterías
La investigadora dio con un tema candente. “Las baterías de litio han permitido el desarrollo de la electrónica portátil. De cara a la electrificación del transporte, son las que garantizan mayor autonomía”, explica María Rosa Palacín, investigadora del Institut de Ciència de Materials de Barcelona (ICMAB), no implicada en el trabajo de González. El problema es que las baterías de los coches son mucho más grandes que las de los móviles.
De pronto, hay una gran demanda de metales caros y raros como litio, cobalto, o niquel. “Aquí entra en juego el reciclaje: hay que desarrollar nuevos procesos mediambientalmente y económicamente sostenibles para reaprovechar los materiales de las baterías agotadas”, explica Palacín. Además, las baterías sin reciclar son tóxicas para el medio ambiente.
Calentados en un horno
González, junto con Barbosa y el jefe del grupo Jorge González, patentó una técnica de reciclaje prometedora basada en la carborreducción. Los electrodos de las baterías se calientan en un horno y se ponen en contacto con sustancias químicas que permiten separar los diversos metales que los componen. “Lo valioso es que se usa una temperatura relativamente baja y reactivos baratos”, observa Barbosa.
González asegura que se recupera el 99% de los metales y que funcionaría también con baterías de coches. Sin embargo, de momento se sabe hacer solo a la pequeña escala del laboratorio. “El conocimiento existe y hay empresas que ya están reciclando baterías. Para que eso alcance una escala más grande falta sobre todo compromiso gubernamental: un compromiso sólido para reciclar las baterías como el que hay con el plástico”, afirma la investigadora.
González no ha dejado su vertiente comprometida. En los dos años pasados fue designada facilitadora regional del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), un papel de puente entre la sociedad civil latinoamericana y esa organización internacional.
Después de acabar su beca doctoral, en 2023 González intentó volver a asentarse en Venezuela. “Vi que era imposible, no iba con mis principios”, constata. Desde mayo del año pasado trabaja en Suecia, en el departamento de investigación de Northvolt, una empresa que recicla baterías.
González está satisfecha con us hallazgos. “Ahora Argentina tiene una potencial solución para las baterías de los dispositivos electrónicos y para cuando lleguen más coches eléctricos. Esto me llena de orgullo como latinoamericana”, concluye.
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