AGRESIONES SEXUALES

La 'otra' sumisión química: agresiones tras el consumo voluntario de alcohol

El abuso 'oportunista' es más habitual que el proactivo

La víctima que consume voluntariamente alcohol u otras sustancias queda en una situación de "vulnerabilidad química".

La víctima que consume voluntariamente alcohol u otras sustancias queda en una situación de "vulnerabilidad química". / Shutterstock

Rafa López

Rafa López

Vigo

Existe la percepción generalizada de que la sumisión química consiste en que a una persona se le echa una droga en la bebida, sin que se entere, para dejarla indefensa ante una agresión sexual. Sin embargo, esta es solo una modalidad de sumisión química, la "proactiva". Es el caso, tristemente célebre, del francés Dominique Pelicot, procesado por drogar a su esposa para que fuese violada por otros hombres.

Sin embargo, existe otra variante de sumisión química, la 'oportunista', en la que la víctima consume voluntariamente alcohol u otras sustancias que terminan reduciendo su nivel de conciencia y queda en una situación de "vulnerabilidad química", circunstancia que aprovecha el perpetrador para cometer la agresión. La sumisión química oportunista, aunque rara vez aparece en los medios de comunicación, es, de hecho, la más frecuente, según subraya el farmacéutico epidemiólogo vigués Pablo Prego Meleiro.

“La evidencia científica en España y otros países indica que la sumisión química oportunista es la práctica mayoritaria en las agresiones sexuales facilitadas por drogas”, señala Prego en un artículo publicado en el portal divulgativo 'The Conversation'. “Los estudios sobre la percepción social del problema reflejan que predomina la falsa creencia de que las agresiones proactivas son mayoritarias”, añade.

Alcohol, principal involucrado

Este epidemiólogo, profesor en el departamento de Salud Pública y Materno-Infantil de la Universidad Complutense de Madrid, apunta que el alcohol es la principal sustancia involucrada en agresiones sexuales con sumisión química. Así lo indican el Instituto Nacional de Toxicología y Ciencias Forenses y estudios recientes en varios países. No hablamos, por tanto, del consumo involuntario de drogas como la burundanga o el GHB, el mal llamado “éxtasis líquido”, utilizados de forma disimulada y premeditada por los agresores, introduciéndolos en las bebidas de sus víctimas. En la mayoría de los casos de sumisión química se consume una droga perfectamente legal para toda persona mayor de 18 años, las bebidas alcohólicas, que también son depresoras del sistema nervioso central, al igual que el GHB.

“La violencia sexual mediante sumisión química no la ejercen solamente los agresores que administran drogas a víctimas de forma encubierta –advierte Prego en su artículo–. Incluye también a quienes actúan de forma oportunista, aprovechándose de los efectos derivados del consumo voluntario de alcohol u otras sustancias por parte de las víctimas. Sin embargo, el foco mediático sobre esta práctica está sesgado, mostrando exclusivamente casos de administración encubierta de drogas”, añade.

El experto diferencia entre dos tipos de sumisión química, entendida como la agresión “perpetrada aprovechando la indefensión que producen los efectos de sustancias psicoactivas: la sumisión química proactiva y la sumisión química oportunista, conocida también como ‘vulnerabilidad química’. Esta última comprende aquellos casos en los que la indefensión que aprovecha el perpetrador deriva del consumo voluntario de sustancias por parte de la víctima”.

Sesgo mediático

Prego lamenta que exista un “enfoque mediático sesgado” sobre este problema, ya que las noticias sobre sumisión química se centran en la variante proactiva. Cita la amplia cobertura mediática del caso Pelicot y, en España, el del 'falso chamán', condenado por drogar contra su voluntad y agredir sexualmente a varias mujeres.

El experto no lo cita en su artículo, pero en el verano de 2022 se generó una considerable alerta en España por las denuncias por pinchazos en discotecas, un supuesto nuevo método de sumisión química. Las redes sociales y los medios de comunicación amplificaron la alarma, que expertos en toxicología clínica y medicina de urgencias situaron después en su justo término. Según un artículo científico publicado en la “Revista Española de Urgencias y Emergencias”, firmado por 14 profesionales de buena parte de España, se tuvo constancia de unos 80 casos. Sin embargo, “en ningún caso se demostró la presencia de alguno de los tóxicos habituales en los casos de vulnerabilidad química, salvo los que habían sido consumidos previamente por los pacientes, fundamentalmente el alcohol –señala el documento–. Si bien se constató la presencia de heridas punzantes, en ningún caso se produjo una agresión sexual secundaria”, añaden los profesionales de medicina de urgencias, farmacología y toxicología en el artículo especial titulado “El fenómeno de los pinchazos y la sumisión química”.

“El sobreenfoque mediático de la sumisión química proactiva margina las agresiones oportunistas, que no reciben suficiente atención –apunta el farmacéutico epidemiólogo Pablo Prego–. Esto conlleva un mayor sentimiento de incomprensión, culpa y vergüenza en víctimas cuya libertad se vio vulnerada tras el uso voluntario de sustancias. Sentimientos que son aún más intensos cuando se trata de drogas ilegales, y a los que se suman los estigmas habituales en casos de violencia sexual”, razona.

Prego recomienda que los medios de comunicación eviten “mensajes sesgados que sobredimensionen la sumisión química proactiva frente a la oportunista”, y recuerda que “la violencia es responsabilidad de la persona que la perpetra, no de quien la sufre”.

Una buena educación afectivo-sexual es la mejor estrategia preventiva frente a la violencia sexual facilitada por drogas”, concluye.