RESPONSABILIDAD DE LOS CUIDADOS

El envejecimiento poblacional eleva los casos de síndrome del cuidador

El trastorno puede derivar en el desarrollo de ansiedad y depresión

Su aparición está ligada a la percepción que tiene cada persona de sus habilidades

La psicóloga María Cabrera, en su consulta del centro Ápice de la capital grancanaria.

La psicóloga María Cabrera, en su consulta del centro Ápice de la capital grancanaria. / Andrés Cruz

Yanira Martín

El envejecimiento de la población ha incrementado los casos de síndrome del cuidador quemado. Así lo pone de manifiesto María Cabrera, psicóloga general sanitaria y terapeuta ocupacional en el centro Ápice de la capital grancanaria. "Cada vez tenemos una población más envejecida, por lo que las necesidades de cuidado van en aumento. Por tanto, la presencia de este trastorno ha crecido con el paso de los años en las consultas", cuenta la especialista. 

Ahora bien, ¿por qué se caracteriza este síndrome? Tal y como explica la profesional, se trata de un desorden que se manifiesta a través de la aparición de una serie de síntomas en las personas que asumen la responsabilidad de cuidar a otras. Entre ellos figuran el cansancio, la fatiga, los sentimientos de culpa, la ansiedad, la depresión, los problemas para conciliar el sueño, los cambios en el apetito, el aislamiento social, la apatía y el abandono del cuidado personal. "Hay que tener en cuenta que este síndrome no afecta a todas las personas cuidadoras, pero es importante que pidan ayuda si experimentan esta sintomatología", comenta la experta. 

Los factores que contribuyen a su desarrollo varían en función de las características personales, si bien están ligados a la percepción que tiene cada sujeto de su capacidad para hacer frente a las demandas del cuidado. "Van de la mano de las impresiones que tiene cada persona de sus habilidades. A esto se suman las tareas que debe asumir, el apoyo con el que cuenta dentro del núcleo familiar y el respaldo social", detalla Cabrera. 

Efectos

Hay que señalar que si el trastorno no se aborda a tiempo puede tener graves efectos en la salud mental y física. De hecho, es frecuente que afecte a la autoestima y que derive en el desarrollo de ansiedad y depresión. "Se sabe que los problemas de salud mental pueden repercutir en el sistema inmunitario. Si a esto le añadimos que es común que se produzcan alteraciones del sueño y del apetito, la gravedad aumenta", advierte la psicóloga. 

La mayoría de las aquejadas son mujeres, pues es la población femenina la que asume en mayor medida la responsabilidad de los cuidados. Pero, ¿cómo se puede diagnosticar? Según afirma María Cabrera, a través del estudio de la sintomatología y de una entrevista personal. "Es fundamental que los profesionales de la salud mental conozcamos cómo se sienten los pacientes, cuánto tiempo llevan experimentando esas emociones y las repercusiones que están teniendo en sus vidas", informa. 

"Es esencial ofrecer pautas para gestionar la frustración", anota María Cabrera

Con base en la experiencia de la psicóloga, es habitual que las personas tarden en ser conscientes del problema. De ahí la importancia de conocer las señales de alarma. "Muchas veces están tan inmersas en los cuidados que necesita la otra persona que se abandonan a sí mismas. Por eso, es frecuente que pasen por alto las señales de alerta y que tarden en pedir ayuda".

El primer paso del tratamiento psicológico se centra en hacer un análisis de las demandas de la persona que necesita los cuidados. Después, es imprescindible animar a los pacientes a buscar un apoyo que le permita repartir las tareas que deben realizar. "También trabajamos el autocuidado mental y físico, y fomentamos la recuperación de las relaciones sociales, ya que muchas veces los afectados se aíslan. Además, es esencial ofrecer pautas para gestionar el cansancio o la frustración y dar estrategias que permitan resolver problemas y mejorar las habilidades de comunicación", señala la especialista. 

No obstante, existen una serie de acciones que pueden reducir el riesgo de padecer este síndrome. "La prevención es lo más importante. Para ello, lo primero que hay que hacer es ajustar la carga de cuidados al tiempo y a las capacidades de cada persona. Esto pasa por pedir ayuda a los familiares y a los profesionales que puedan desempeñar estas funciones", asevera la psicóloga.

Asimismo, la profesional recomienda mantener las actividades de ocio, realizar ejercicio físico, apostar por una alimentación saludable y respetar los patrones del sueño. "Es necesario que los cuidadores no se vean sobrepasados y, sobre todo, que soliciten apoyo psicológico antes de que se sientan desbordados", concluye Cabrera. 

Un perfil autoexigente

Los problemas de salud mental siempre dependen de múltiples factores. No obstante, existen rasgos en la personalidad que predisponen a sufrirlos. En el caso del síndrome del cuidador quemado, el perfil predominante de pacientes lo conforman las personas muy autoexigentes. "Suelen tener muchos sentimientos de culpa si no responden a las necesidades de cuidado que tiene la persona dependiente. Esto les genera muchísima frustración y estrés", manifiesta la psicóloga María Cabrera. Este trastorno aparece como respuesta a una situación prolongada de estrés constante, por lo que es fundamental solicitar ayuda psicológica para tratar los síntomas. | Y. M.