LA VIDA CONTIGO

Ponte guapa, pero que no se te note mucho el esfuerzo

La aparición de la actriz Sara Sálamo en los Goya ha abierto un debate sobre la belleza natural

La tendencia actual es utilizar muchos productos para conseguir un efecto casi de cara lavada

Sara Sálamo y Alicia Keys.

Sara Sálamo y Alicia Keys. / EFE

María G. San Narciso

María G. San Narciso

Sara Sálamo se ha convertido en uno de los nombres más repetidos tras la gala de los Goya tras acudir con la cara lavada. Un gesto que, según dijo y escribió en redes, trataba de reivindicar la naturalidad y la aceptación de una misma "para que podamos sentirnos cómodas sin artificios". Su objetivo era que "el maquillaje, la moda o la belleza sean un accesorio y un juego, sin volvernos víctimas de ello”.

Ir con la cara lavada no es una opción para muchas mujeres, y menos en un mundo y en un evento como estos premios, en lo que actrices, guionistas, directoras o demás trabajadoras del cine se pasan horas maquillándose, peinándose y poniéndose a punto para pasar por la alfombra roja. Pero en el día a día de mucha gente pasa un poco lo mismo. Por eso, muchas personas aplaudieron el gesto, como Rigoberta Bandini, que explicó que si bien a su pareja necesita solo cinco minutos para ponerse traje y estar listo para un evento, ella tiene de previa dos horas de maquillaje y peluquería.

“Una mujer quiere abrir paso a que otras nos tengamos que ahorrar tener que producirnos por OBLIGACIÓN para otros eventos y la aplaudimos. Se lo agradecemos y seguimos adelante. Y mañana puede aparecer maquillada porque no está diciendo que maquillarse sea malo sino que sea algo opcional. Que normalicemos nuestras caras lavadas como algo bello”, escribía en una story de Instagram.

Con lo del tiempo no le falta razón. Según una encuesta realizada por la empresa de salud y bienestar Beuer, en un día típico cada mujer pasa con la cara llena de cosméticos durante casi 13 horas al día. En este estudio detallado sobre hábitos de maquillaje y rutinas de belleza también encontraron que, de media, ellas se pasan al día 11 minutos aplicándose maquillaje y gastan unas 121 libras (136 euros) en estos productos al año. Unos meses más tarde, otra investigación de FeelUnique.com concluyó que el 60% de las mujeres "preferiría deshacerse de su hombre que quedarse sin cosméticos".

El 60% de las españolas se maquillan, como mínimo, una vez al día

Asimismo, Yves Rocher encontró que el 60% de las españolas se maquilla al menos una vez al día. La mayoría ni concibe salir de casa sin maquillarse. En este sentido, cerca del 60% se maquillan como mínimo una vez al día, porcentaje que disminuye al 52% conforme avanza la edad. Además, un 17% lo hace aunque no tenga intención de salir de casa. Eso sí, la mayoría prefieren un look "natural".

Pero lo de Rigoberta Bandini venía sobre todo por las críticas que había recibido Sálamo y en las que, según la cantante, se ridiculizaba su acción “como si este gesto no fuera suficiente porque no estaba lo suficientemente ‘fea’”. Lo cierto es que su gesto fue mucho más comentado que la naturalidad de la directora Isabel Coixet, que llegó a los premios con una chaqueta negra de una tienda de segunda mano que le había costado 15 euros. “Hay gente que disfruta con el tuneo. Yo nunca lo he disfrutado”, reconocía en la alfombra roja.

La guapura y juventud de Sara Sálamo, a ojos del mismo sistema patriarcal que exige estar impecable en una gala como esta, también premia. Lo mismo que la naturalidad. El problema aquí es que poder mostrar esa belleza natural que reivindica la actriz no está al alcance de todas de la misma forma. Salvo que la genética te haya premiado, alcanzar un cutis así requiere de tratamientos y productos cosméticos a los que no todas las personas pueden acceder. También se debe seguir una vida sana, que incluya una buena alimentación y a ser posible un nivel justo de estrés (uno de los mayores enemigos de problemas de la piel como el acné o la rosácea, entre otros).

La tendencia de maquillarte sin que se note

La otra opción es seguir buscar un clean look, una tendencia que consiste en estar maquillada pero sin que apenas se note. TikTok está lleno de vídeos para aprender a hacerlo. El hashtag #cleangirlmakeup acumula en el momento del cierre de este texto más de 470 millones de publicaciones. Eso sí, prepara el bolsillo si quieres conseguirlo. La mayoría de tutoriales incluyen la preparación de la piel que exige, como mínimo, una buena rutina facial y crema hidratante, además de sérum. Después vendría, en muchos casos, una base ultraligera, una BB cream o una mezcla de hidratante y base; el corrector; producto para hacer el contorneado; iluminador; el rizador de pestañas o rímel; el brillo de labios... Todo ello puesto con sus respectivas brochas y esponjas específicas.

La crítica y colaboradora de medios como The New York Times o Vogue Jessica DePino explica en un artículo el dinero que mueve la industria del maquillaje para que no se note que vas maquillada. "Enmarcar la tendencia como un 'cambio de imagen de cinco minutos' o 'maquillaje de dos minutos' o simplemente 'limpio' permite a los clientes de cierta clase, la burguesía de la belleza, cosechar las recompensas del trabajo cosmético sin la apariencia torpe de haber realizado dicho trabajo", apunta esta experta. Para ella, esta rutina típica representa "el estándar mínimo de belleza que se espera que cumplan las mujeres, especialmente en cuanto a la piel clara y resplandeciente; cejas y pestañas exuberantes; mejillas y labios sonrojados". Se busca una apariencia de menos para la que necesitas el más. Pero, ¿por qué dedicar tanto esfuerzo, tiempo y dinero para que los demás no lo noten?

Una de las respuestas más contundentes la da canadiense Daphné B., quien recuerda en su libro Maquillada (Ed. Blatt&Ríos) cómo una vez le comentó a una autora su interés por el maquillaje y ella saltó a decirle que se sentía orgullosa de no haberse maquillado nunca. “Podríamos decir que el maquillaje nos parece aceptable cuando se esconde, cuando oculta el mismo gesto que le dio nacimiento. Toleramos el artificio si es doblemente mentiroso y puede camuflar su verdadera naturaleza. El maquillaje no debe verse y debe parecer ‘natural’”, escribe.

Por eso, apunta la autora, aplaudimos el look “sin maquillaje”, es decir, aquel en el que mejoramos la belleza previa, con su toque de colorete, de brillo o de rímel, pero que no se vea una metamorfosis. "Aceptamos el maquillaje desde hace relativamente poco. Si miramos a la industria del cine, vemos que antes estaba fuertemente asociada con las trabajadoras sexuales, que estaban bastante discriminadas por la putofobia", explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA.

Ellos las prefieren naturales

Sin embargo, la autora cree que si bien a ellos les gustan a priori las chicas así, sexualmente atractivas y emancipadas (o putas, en ese imaginario del que habla), el sentirse atraídos por ellas les enfada porque "no las pueden controlar". Habla de para explicar que ya en aquella época el uso de los colores era sometido al escrutinio por cambiar la realidad y crear una transformación y una falsedad. También, como en el libro, cita al poeta Ovidio, autor de El Arte de Amar, y mansplainer pionero, que aconsejaba a las mujeres que se maquillaran de la forma más sutilmente posible para seducir a los hombres, para que no lo notaran.

“Los hombres desean la belleza, pero no quieren ver el trabajo que hay detrás"

Los hombres desean la belleza, pero no quieren ver el trabajo que hay detrás; no desean ver el espacio que ocupa la belleza”, apuntaba Arabelle Sicardi, en una entrada en Medium sobre la belleza en la historia −recogida en Maquillada−, en la que señala también que “controlamos la belleza reconociéndola solo como las versiones más patriarcales de nosotros mismos: es decir, en la que la mayoría de nosotros no la vemos en absoluto”.

Un indicador de la clase social

La naturalidad también es un indicador de la clase social. La colaboradora de la revista ELLE Jessica Andrews recuerda en un artículo cómo cambió su modo de ver su apariencia cuando comenzó a la universidad. Era la primera universitaria de una familia de clase trabajadora. Antes de eso, todo se limitaba a hacer alarde de lo que tenían y en mostrar de lo que habían trabajado para poder pagar. Pero una vez que puso el pie en la King’s College London, descubrió que su bronceado falso y sus pestañas postizas ya no eran símbolos de poder.

“Me encontré con un conjunto discreto de estándares de belleza de clase media y alta y comencé a entender mi propio aspecto como estereotípicamente de clase trabajadora”, escribe. Sus vestidos cortos, su bronceado y su cabello teñido, que en su momento habían sido marcadores de orgullos, representaban sus antecedentes de clase. Era una choni a ojos de sus compañero y compañeras, que se limitaban a usar crema hidratante y, si acaso, algo de rímel y bálsamo labial.  Ella cambió aquellas sombras de ojos llamativas y las pestañas postizas por un ritual de belleza que encajara dentro de la “clase media intelectual”. Con ello, asegura, sacrificó su identidad trabajadora.

Prohibir la actuación de la feminidad extravagante y bronceada de la biblioteca, la galería de arte o la sala de conferencias es ignorar a las mujeres de clase trabajadora que están presentes y son poderosas, entrando orgullosamente en la noche con cigarrillos en nuestros sostenes y pegamento para pestañas en nuestros bolsos. diciéndole al mundo: estamos aquí”, concluye.

Lo femenino, a la sombra

El planteamiento de Sara Sálamo no es nuevo. Alicia Keys, por ejemplo, lleva años siendo abanderada del movimiento #NoMakeUp. Pero ha sido con la actriz española cuando más se ha cuestionado ese adjetivo de "natural" si acompaña a la palabra belleza. Apelar a ello, escribe la periodista Alba Correa en Vogue, "puede ser la pequeña zancadilla del potencial de estos gestos que pretenden desactivar la presión sobre los modelos de belleza femeninos. Lo natural viene en distintas formas y pelajes, y los más alejados de la norma y con más capacidad de subvertirla todavía no encuentran representación. Es delicado establecer un esbozo de lo natural como algo también alineado con los cánones normativos de belleza".

Por todo ello, muchas voces piensan que cada vez se aleja más de la normatividad una cara con un maquillaje extremo que una lavada. Y más en un mundo donde la hiper-feminidad sigue despreciándose y mirándose por encima del hombro (y, si no, que se lo digan a Una rubia muy legal). De ahí que para muchas y muchos, incluidas muchas personas del movimiento LGTBI+, usar cosméticos sea un medio de expresión fundamental.