LIMÓN & VINAGRE

Georg Gänswein, el bello y fiel benedictino

Uno le imagina citándose a media tarde en un cafetín de Roma con molestos emisarios deseosos de ver a Ratzinger cuando era Papa

Georg Gänswein, secretario de Benedicto XVI, en Limón & Vinagre

Georg Gänswein, secretario de Benedicto XVI, en Limón & Vinagre / EPE/DPA

José María de Loma

José María de Loma

"Apagué las luces cuando Benedicto XVI abandonó el Vaticano. Fue un momento muy emotivo y muy triste", le dijo al diario La Repubblica Georg Gänswein, Giorgio para los italianos, secretario de Ratzinger, al que algunos en su juventud apodaba el bello. Bello Giorgio. Este jurista y clérigo, alemán natural de la Selva Negra, hijo y nieto de herreros, de 67 años, ha sido el mayor benedictino del orbe cristiano. O sea, Benedictino de Benedicto, dada su fidelidad al finado, con el que empezó a trabajar hace ya más de veinte años. Era su confidente, no sabemos si su confesor, su secretario, jefe de gabinete, ayuda de cámara, hombre de confianza. Su percha y apoyo. Antes, y además de su ocupación en la Iglesia fue deportista e incluso, dicen sus panegiristas, cartero en el sur de Alemania, lo cual no sabemos si es un tipo de condena vital, un empleo cómodo o una suerte de dato extraño que no debe faltar en la biografía de un prohombre. El típico hombre en la sombra. El segundo consciente de ser el primero y orgulloso de (¿dirigir, manejar, influir?) en el primero.

Uno imagina a Gänswein enredando por los pasillos del Vaticano, ejerciendo las intrigas, influyendo, trazando alianzas, citándose a media tarde, con esa sotana que le caía como un guante, en un cafetín de Roma con molestos emisarios llegados de todo el mundo deseosos de ver a Ratzinger cuando era Papa. Él hacía de parapeto. Gänswein escribiría discursos a su Papa, discutiría con él de teología, vería fútbol a su vera y le llevaría los prosaicos asuntos del día y la correspondencia. Un amigo. Alguien que no le abandonó cuando renunció al papado. Pero en estas jornadas, nuestro personaje ha salido de las sombras y se ha descolgado con unas declaraciones que ora ponen los pelos de punta ora parece que el hombre se ha escapado de El código da Vinci: "El diablo ha actuado contra Benedicto XVI". Al parecer, Benedicto XVI habría expresado su deseo, le habría expresado su deseo, de renunciar para "no tener una larga agonía pública al estilo de Juan Pablo II".

Georg Ganswein, junto a Benedicto XVI.

Georg Ganswein, junto a Benedicto XVI. / EPE

Tal vez se refiera a los numerosos escándalos, como los relacionados con la pederastia, que cercaban a la Iglesia en determinada época. O al Vaticanoleaks o la financiación de la propia Iglesia, asuntos que tal vez Ratzinger no quiso o supo gestionar. No sabemos si el libro que planea escribir este hombre será un best seller. Parece que sí. Esperemos que no tenga prosa de homilía. O tal vez todo le dé para un magnífico guión cinematográfico. Lo veo delante de la cámara incluso. Sí, es que lo veo.

Esto de las teorías (conspirativas) sobre por qué renunció Ratzinger no ha hecho más que empezar. Todavía se están escribiendo libros sobre quién mató a Juan Pablo I. La vaticanidad y el vaticanismo son una fuente que mana siempre abundante para alimentar productos culturales de ficción, espirituales, periodísticos o de tertulianismo. 'Los verdaderos motivos de la renuncia de Benedicto XVI' debería llamarse el libro o la tertulia televisiva o la serie documental que dentro de una década verán en Netflix nuestros hijos (si es que existe Netflix y si es que aún se puede mantener la atención en algo que dure más de veinte minutos) como nosotros ahora vemos en el Canal Historia una bio de Wojtyla.

La vida de nuestro protagonista tal vez adquiera ahora un nuevo-viejo sentido: defender el legado de su jefe, líder espiritual. El de un teólogo, el de alguien más armado intelectualmente que su sucesor. Para que no sea un mero nombre en un listado ni tampoco un Papa cuyo único rasgo a recordar fue renunciar al cargo. Georg Gänswein acudió al funeral discreto y conmovido, con sotana y roquete. “Comenzó a respirar con dificultad y rezamos. Creo que sus últimas palabras fueron Dios te amo”, ha dicho respecto a los últimos momentos de Benedicto XVI. Corresponsal en la muerte. Pero él, al contrario, no pretende descansar en paz.

El George Clooney de San Pedro, como lo bautizó Vanity Fair (sí, no es para tanto) quiere atajar las “calumnias”, mentiras y errores que según él se están profiriendo. Y quiere hacerlo con un libro que resulte aclaratorio y definitivo (y superventas). Tendrá que batirse, si sale pronto, que parece que sí, en las estanterías librescas con las memorias del príncipe Harry, aunque finales de enero no es época de grandes novedades literarias. Sí, por qué no, de grandes revelaciones. Atentos. El asunto está to guapo.