Opinión | RUPTURAS

Del amor y desamor y Miraflores

Las versiones son como el culo: todos tenemos uno y el lobo siempre es el malo si en el Hola solo entrevistan a Caperucita

Imagen de archivo de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa.

Imagen de archivo de Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. / Juan Manuel Prats

Cuentan que la realidad, a veces, supera a la ficción. Otras se entremezcla de tal forma que cuesta distinguir dónde empieza la una y termina a la otra. Que se lo pregunten a Mario Vargas Llosa, famoso escritor y protagonista reciente de una historia de amor con Isabel Preysler, famosa a secas y que incluye en sus fantásticas coincidencias hasta el nombre del escenario: Miraflores. Iniciado el relato en el distrito de Miraflores, en Lima, donde con orgullo municipal uno puede visitar el “universo Vargasllosiano” recorriendo los lugares “donde el autor vivió sus primeros idilios amorosos” y que hoy ineludiblemente debería incluir a 10.000 kilómetros de distancia otra Miraflores; en la madrileña urbanización Puerta del Hierro de la que el escritor salió dando un portazo hace unos días.

“En ese tiempo remoto, yo era muy joven y vivía con mis abuelos en una quinta de paredes blancas de la calle Ocharán, en Miraflores”, arranca en 1977 ‘La tía Julia y el escribidor’, la seudoficción con demasiados tintes autobiográficos donde narra las aventuras de un joven escritor y sus amores con su tía política, Julia, diez años mayor, escrita poco después de haberse divorciado de su tía Julia al enamorarse de su prima, Patricia —la hija de sus hasta entonces cuñados y ahora suegros—, a la que acogieron en casa en sus tiernos quince años.

Con vaya a saber qué intención, Vargas Llosa no dudó en dedicarle el libro a su exmujer: “A Julia Urquidi Illane, a quien tanto debemos yo y esta novela”, de la que más adelante vendería los derechos para los 101 episodios de una telenovela que exprimía aún más la pasión de gavilanes que rodeara el matrimonio. A quién se le ocurre, siendo la ex también escritora, quien dándose totalmente por aludida respondió en 1987 con otro libro: “Lo que Varguitas no dijo”, en el que se despachó a gusto en su versión de los hechos sobre las ínfulas y traiciones del escritor, que será, poco más o menos lo que nos depare estos días la prensa rosa haciendo caja de ese afán de los corazones y los orgullos rotos de que se conozca SU verdad.

"Ha bastado ver a Patricia de nuevo un segundo, para confirmar en mí mismo esta evidencia. No quiero a nadie más, no querré nunca a nadie más", le escribía Vargas Llosa a su tía Julia pidiéndole el divorcio. Y es que, a veces, nunca nadie más es un el amor es eterno mientras dura, lo mismito que un segundo o hasta un nanosegundo bastan para que el corazón se desbarate. Que se lo pregunten a Tamara Falcó, hija de Isabel Preysler y chef celebrity, que tras que se publicaran las imágenes de su prometido olvidando lo prometido con otra, le advirtiera: “Que sepas que me da igual que hayan sido seis segundos o un nanosegundo en el metaverso. Como sea verdad, esto se acaba”. Y se acabó, porque si hay algo que sabemos los chefs y las tías Julia es que cuando unos huevos o una promesa se descomponen, lo mejor que puedes hacer es tirarlos.

Sucedió entonces que la pobre Tamara, arropada por España entera, recogió los pedazos de su corazón y los llevó a Miraflores —el de Lima no, el otro—, pero para demostrar que se pueden seguir tomando malas decisiones, también a un congreso ultracatólico en México en el que, ciega de desamor y henchida de fe dijo: “Ahora vivimos un momento muy complicado para la humanidad, hay tantos tipos diferentes de sexualidades, hay tantos lugares donde puedes ejercer el mal”, que provocó la indignación de todos los colectivos LGTBI, pero también, según cuentan las revistas, un repentino ataque de vergüenza ajena a Vargas Llosa que dijo llevándose las manos a la cabeza hasta aquí hemos llegado. Es la versión del entorno de él, claro. La de ella es que el escritor sufría de celos hacia la popularidad de ella, cansado el Premio Nobel de Literatura, Premio Cervantes, Premio Princesa de Asturias —entre una larga lista de premios— de aparecer en la prensa con pies de foto del tipo: “Isabel Preysler, ex de Julio Iglesias, ex del marqués de Griñón y viuda del exministro Miguel Boyer, luciendo un bonito vestido acompañada por su nuevo novio”.

¿Cuál es la moraleja de todo esto? Habrá quien encuentre consuelo en ver que los ricos también lloran, que también llega el mirainvierno a Miraflores. Mis ex respirarán aliviados por lo improbable de que Lecturas o Netflix se interesen por esta historia en la que exigiría sí o sí que me interprete Angelina Jolie o Carmen Machi. Quizá nos sirva para recordar que las versiones son como el culo: todos tenemos uno y el lobo siempre es el malo si en el Hola solo entrevistan a Caperucita. Pero como estamos en año electoral no quisiera terminar sin traerles las palabras que el premio Nobel de Literatura —y recientemente soltero— pronunciara en la Convención del Partido Popular de 2021 a la que acudió en apoyo del también hoy proscrito Pablo Casado: “Lo importante de unas elecciones no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien. Quienes votan mal lo pagan muy caro”. FIN.