Bartomeu Bennàssar

El sacerdote que quiere que la confesión deje de ser contar los pecados y que el Papa diga: "Mujer, tienes razón"

Respecto al conflicto con la comunidad de monjas de Sant Jeroni de Palma, Bennàssar opina que "se ha dado un espectáculo deplorable"

Bartomeu Bennàssar.

Bartomeu Bennàssar.

Pere Estelrich i Massutí

A sus ochenta y cinco años, Bartomeu Bennàssar vive en Felanitx, retirado de sus actividades como sacerdote involucrado en temas sociales y teológicos. Desde su casa se permite dialogar sobre los aspectos que interesan al mundo de hoy.

En tiempos de Navidad es casi obligado preguntarle sobre qué significan estas fiestas para un sacerdote.

Para empezar deberíamos matizar el significado de la palabra sacerdote, pues tiene un simbolismo propio del Antiguo Testamento y que ya no sirve para el siglo XXI, una época en la que la inmediatez se ha acaparado de todos nosotros y que dificulta las relaciones largas y duraderas. Y esta rotura de relaciones crea desconfianza, pues más que una línea recta, que dura en el espacio, estas relaciones son puntos concretos.

Así que realmente no me siento cómodo con el calificativo de sacerdote. Sobre la Navidad, ¿cómo vives ese tiempo sin una relación estable entre los miembros de tu comunidad? La hemos reducido a estereotipos, con imágenes que lo que consiguen es infantilizarnos la Navidad. Todo falso, cuando tenemos niños reales en Ucrania, rotos por las balas o inmigrantes que han llegado a nuestra costa atravesando un mar lleno de peligros y desgracias.

Pero conocer esos elementos icónicos que aparecen en la Biblia nos ayuda a entender parte de la historia del arte.

Cierto, debemos conocer esas metáforas que aparecen en el Antiguo y Nuevo Testamentos para entender mejor nuestra historia y la del arte en particular, como también deberemos enseñar a nuestros alumnos los elementos de otras religiones si queremos integrar a los que llegan. Pero eso no es vivencia religiosa, es otra cosa.

Por tanto, ¿qué sería para usted celebrar la Navidad?

Aproximar a Jesús al mundo de hoy, hacer que ese Dios nuestro se encarne, no dentro de una figura de un belén, sino en cada una de las personas que sufren, que padecen injusticia. Eso sería celebrar la verdad. Hoy vivimos demasiado de representaciones, de «hacer cómo si», de fachadas, en definitiva y nos falta lo esencial, la vivencia en sí misma.

Y todo esto, ese simbolismo y ese cambio constante, ¿cómo influyen en la Iglesia?

La pregunta sería: ¿cómo puede construirse una sociedad sólida con ese cambio constante y con tanto simbolismo? No se puede hacer comunidad si cambiamos tanto. Y la Iglesia es, o debería ser, comunidad. Vivimos momentos de mentira existencial, de mentira eclesial incluso. Yo entiendo a la Iglesia como una comunidad que cuestiona, que debate; que pone sobre la mesa dogmas y creencias para valorarlos. Incluso que se replantea los sacramentos. ¿O es que hoy tiene valor la penitencia tal cómo la entiende la Iglesia?

Hoy, confesarse no debería ser contar tus pecados a otro, con quien no tienes porqué confiar, sino pedir perdón a quien has ofendido. Ese debería ser el sacramento de la penitencia. Y no solamente entre personas, también entre familias y países. Cada vez que hay un gesto de aproximación, de perdón, de reconciliación, de pacificación, entonces allí está Dios.

Ha confrontado antes punto y línea, ¿qué se siente más, una cosa o la otra?

La línea, a nivel personal, es metáfora de creencias firmes, pero que pueden modificarse y adaptarse con el tiempo, como las líneas mismas que pueden alargarse y acortarse. Yo mismo he tenido que acomodar mi manera de ser al tiempo que he vivido. Las circunstancias te hacen, te moldean. Mi padre, que era obrero, me decía siempre que no me olvidara de los pobres, y creo que lo he ido haciendo, siempre según las posibilidades de cada momento. Todo ello sin olvidarme de mí mismo, pues he podido reflexionar sobre lo que estaba haciendo en cada momento. Eso es ser línea, crecer y acortarse, que también es una manera de crecer.

«Al credo que rezamos en las iglesias le sobran elementos, le hemos puesto demasiadas cosas»

¿Cuál es el Credo de un cristiano actual?

Al credo que rezamos en las iglesias le sobran elementos, le hemos puesto demasiadas cosas en qué creer. En el fondo bastaría decir que uno cree en ese Jesús que lo dio todo. Cargar de creencias no implica más firmeza. Una cuerda más gruesa no quiere decir más fuerte. Un hilo de un material sólido puede ser más resistente que una cuerda gruesa. Hemos engordado el Credo. Cuanto más creyente quieras ser, cree en menos cosas, pero más afinadas y sólidas.

Con el Papa Francisco, ¿se va hacia esa idea?

Seguramente sí, una idea que nació con Joan XXIII pero que después se tergiversó. El Papa Francisco retorna a esa idea inicial, la que empezó con el Concilio, pero que no se continuó plenamente.

Y mientras, no es que las iglesias estén vacías de feligreses también los seminarios lo están de futuros sacerdotes.

Volvamos al inicio de la conversación, la palabra sacerdote ya es, en sí misma, anacrónica. No podemos mantener una idea propia del Antiguo Testamento veinte siglos después de haber iniciado el Nuevo. Para Jesús no existían los sacerdotes, sino que eran laicos entregados. Sacerdote nos lleva a lo sagrado, no a lo auténtico. La palabra sacerdote implica ponerse por encima de los demás, y no debería ser eso. Cito de nuevo al Papa Francisco, que aconseja ir con más cuidado con el clericalismo, que ha sido una de las carcomas de la Iglesia. Para él, la Iglesia debe ser de los laicos.

Pero entre los que sí continúan pensando en el valor del sacerdocio, ¿no hay un cierto retorno al conservadurismo?

Cierto. Dile retorno al Antiguo Testamento en lugar de al Nuevo. Una tendencia que ha nacido como efecto pendular al de las ideas nacidas en el Concilio Vaticano II. Hubo inconformistas que parecía que se marchaba por no considerar las ideas nuevas como válidas, pero no se fueron del todo, ya que vinieron unos años en los que la misma Iglesia en lugar de iluminar, deslumbraba, no haciendo suyos algunos puntos importantes nacidos con Juan XXIII.

Yo me siento hijo del Concilio, pero no todos se sienten como tales y ahora parece que vuelven. Vuelven los que consideran a la Iglesia como una gran comunidad, cuando la real, la auténtica, se da en las pequeñas asambleas, en los pequeños pueblos. No por ser más grande una comunidad, habrá más Dios en ella.

La unidad pastoral no es buena, lo verdaderamente cristiano es lo local. Lo universal no tiene consistencia, elimina el pensamiento particular para imponer el pensamiento único. Incluso las diócesis son demasiado potentes, los obispos inicialmente eran nombrados por la comunidad, ahora lo son por la autoridad y por tanto se deben a la jerarquía más que a sus fieles. Este es un punto importante que frena el ir hacia adelante: no poder elegir a tus rectores no es bueno.

Y ¿qué debería hacer la comunidad cristiana al respecto?

Aprovechar que tenemos otro Papa conciliar y doblemente franciscano, por nombre y por ideas, para romper amarras con el pasado.

«La palabra sacerdote implica ponerse por encima de los demás, y no debería ser eso»

¿Es crítico con la jerarquía?

Mire, acaba de salir un libro en homenaje al obispo Taltavull, a quien apruebo y aprecio. Se me pidió una colaboración y la redacté y envié, aunque la titulé «Humilitat pastoral», ya que todos los que mandan tienen el peligro de autor referenciarse y quedarse en el palacio episcopal. Y eso no es bueno ni es lo que predica el Papa. De todas maneras, me consta que nuestro obispo visita sus comunidades y las escucha.

Y ¿dónde ponemos el conflicto con la comunidad de monjas de Sant Jeroni de Palma?

Se ha dado un espectáculo deplorable y creo que el propio obispo es consciente de ello. La Iglesia cuando ha sido más auténtica ha sido cuando no ha tenido riquezas. La riqueza, en la Iglesia, no ha sido buena. Pero no siempre los que están al lado de quien decide aconsejan bien. Seguro que a éste y a otros obispos les llegan consejos equivocados que se desmontan cuando ha pasado el tiempo y ya es demasiado tarde. Corregir y corregirse es bueno, pero cuesta.

Llevar sotana, ¿imprime carácter?

Si es para diferenciarse, para hacer ver que eres más importante que el resto, cualquier elemento distintivo es contraproducente. Aunque si un elemento es para indicar que puedo estar al lado de la comunidad, entonces no lo es tanto.

«El Papa Francisco aconseja ir con más cuidado con el clericalismo, que ha sido una de las carcomas de la Iglesia»

¿Cuál es la oración del siglo XXI?

El «Padre Nuestro» siempre es vigente. Pero también me quedo con el libro de los Salmos, actualizados, naturalmente. Y aún más: saludar al otro de forma amigable, esa es también una manera de orar. Decir «Buenos días» a las personas que te encuentras, siempre que sea un deseo, o mejor, una manera de dar algo, esto es hacer oración.

Y ¿qué decir de la mujer en la Iglesia?

Es urgente que el Papa redacte una encíclica que empiece diciendo: «Mujer, tienes razón», que está en el propio evangelio; Jesús se la dijo a una mujer que le reprochó un comportamiento. «Mujer, tienes razón», le dijo. Y a partir de aquí, el tema de la mujer en la Iglesia se iría resituando, se iniciaría un largo camino, que no sería fácil pues seguro que habría estamentos opositores a dar a la mujer el lugar que le corresponde.

Usted ha escrito, poesía, artículos y aforismos. ¿Cuál es el aforismo que resume el Evangelio?

Uno que ya está inventado por el mismo Jesús es «Amaos», y yo diría «Estimulad y regad vuestras raíces». Y otro que me gusta mucho es «Bienaventurados los que os dejáis tomar el pelo pues llegaréis calvos al reino del cielo».