Opinión | EL TRIÁNGULO

Días más que días

Hoy, que ya es ayer, sucede algo que sucede todos los días en muchas partes del mundo y que, sin embargo, cambia todos tus planes y te hace pensar que vivimos permanentemente sostenidos de un cable que el día que se enfurezca en exceso nos dejará sin noción ni información sobre nosotros mismos

Llega el frío, la lluvia y la nieve a España

Llega el frío, la lluvia y la nieve a España / Ben Fraser

Hoy, que ya es ayer, sucede algo que sucede todos los días en muchas partes del mundo y que, sin embargo, cambia todos tus planes y te hace pensar que vivimos permanentemente sostenidos de un cable que el día que se enfurezca en exceso nos dejará sin noción ni información sobre nosotros mismos. Llueve mucho en la ciudad y es uno de esos días desapacibles que comienzan con no buenas noticias y que, en un grito de carpe diem, sueñas que acabará brindando por el presente, desatendiendo al futuro que cada día es más coqueto y caprichoso.

La cita, recuerdas, es a las doce y una vez más llegas tarde, no porque quieras llegar tarde, sino porque las llamadas de cosas que no te importan se suceden y retrasan tu ducha, así como esa forma tan delicada que tienes de dejar todo en orden, sin polvo y desinfectado antes de salir de casa. Y sales de casa y llueve y llegas tarde, así que coges un taxi y te das cuenta de que el móvil te lo has dejado en casa cargando, pero en casa no hay nadie y olvidaste las llaves y nada puedes hacer que no sea confiar en la suerte y en la atención de la persona que te espera en algún banco de la ciudad para hacer determinadas operaciones que no sabes hacer, porque el sistema ha cambiado y tú te entendías mejor con el viejo, lo nuevo a veces es insufrible, piensas.

Llegas a la puerta del banco a las 12 y seis minutos y te sientes bien, porque no es un gran retraso, y nada más hojear todo el espacio, te das cuenta de que tu persona de contacto está ocupada, así que te sientas tranquilamente a esperar, mientras vas escuchando conversaciones que hablan de venta de fondos, sueños y pesadillas hipotecarias y cosas que son una continuidad en la vida tan discontinua y en ocasiones tan adversa.

Ya es tu turno, el señor se acaba de levantar y se despide ceremoniosamente y en ese instante se va la luz y entonces comprendes que nada de lo que venías a hacer se va a poder hacer finalmente, porque sí llevas el ordenador, pero has olvidado el móvil y no hay datos, ni manera alguna de conectarte a la wifi del banco al haberse quedado sin luz.

Ella, mi contacto, y yo nos quedamos mirando a través de una de esas pantallas transparentes que el covid ha instalado en nuestras vidas y sonreímos. Ella me dice que si no llega la luz no podremos hacer nada y la luz no llega y nada podemos hacer y yo me voy y fuera, sigue lloviendo y bajo caminando, pensando que qué vulnerables somos. Conforme pienso eso, entró en un bar, pido un vino y una empanadilla y compro un número de lotería. Y pienso que quizá hoy sea el día.