LA ERA DE LAS IA (IV)

¿Puede competir un profesor con una inteligencia artificial?: "Somos más que transmisores de contenido"

La ONU y el Consejo de Europa aseguran ser conscientes de las posibilidades de la IA en la educación, pero dudan de cómo introducirla en las aulas.

La tecnología posibilitará el desarrollo del lado más humano de los docentes.

Descubrir cómo integrar la inteligencia artificial en la educación es uno de los retos marcados por la ONU

Descubrir cómo integrar la inteligencia artificial en la educación es uno de los retos marcados por la ONU / CANVA PREMIUM

Alberto Muñoz

Alberto Muñoz

Las inteligencias artificiales ya son capaces de elaborar programas educativos, de corregir exámenes y de analizar, en apenas unos minutos, si un alumno ha memorizado o no cómo se hace una ecuación de segundo grado o quiénes fueron los Reyes Católicos. Y, sin embargo, nunca serán capaces de mirar a los ojos a un alumno y comprender qué es lo que de verdad necesita. En la era de la tecnología, organizaciones como la ONU y el Consejo de Europa debaten ya en sus informes sobre la mejor forma de abrir la puerta de las aulas a las máquinas inteligentes, pero, entre tanto algoritmo, tienen claro cuál es la fórmula para cuando llegue ese momento: “Los profesores deberán desarrollar aún más sus cualidades humanas”.

"Es absurdo intentar poner trabas a la entrada de la tecnología en la educación, pero también lo es pensar que una IA vaya a ser capaz de sustituir la labor del docente. Debe, como siempre, servir para amplificar las capacidades del ser humano, nunca para sustituirlo, porque un profesor es algo más que un transmisor de contenido", defiende ante EL PERIÓDICO DE ESPAÑA el filósofo y pedagogo Gregorio Luri.

A priori, el hecho de que una de estas máquinas sea capaz de procesar información millones de veces más rápido que cualquier persona debería darles ventaja. A día de hoy, ya existen herramientas que permiten elaborar programas educativos a partir de miles de páginas de documentación, adaptar las estructuras de enseñanza a las debilidades y fortalezas de cada uno de los alumnos para mejorar su curva de aprendizaje y responder a sus dudas las 24 horas del día. Pero, ¿es a eso a lo que se reduce la labor de un profesor?

"Una inteligencia artificial puede crearte una programación maravillosa para una asignatura, pero luego entras al aula y no te encuentras con máquinas. Te encuentras con la mirada aburrida, interesada, pícara, avergonzada y enamorada de tu grupo de alumnos, y es a eso a lo que un profesor tiene que dar respuesta. A lo que esas miradas te plantean. Quizás algún día renunciemos a nuestra humanidad, pero a día de hoy no le veo sustituto a nuestra capacidad", analiza Luri.

"Muchas de estas herramientas se centran en reducir la carga de trabajo para dejarles más tiempo para otras tareas, pero pensar en que eso puede eliminar la necesidad de un profesor humano es no entender cuál es la importancia del rol social en el proceso de aprendizaje", sostiene por su parte la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en un reciente informe sobre el tema. "Eso sí, ese papel va a cambiar con la llegada de las inteligencias artificiales, aunque todavía no sepamos exactamente cómo. Lo más probable es que en ese momento los profesores deberán desarrollar aún más sus habilidades sociales".

"¿Existe una máquina capaz de detectar si ese niño al que está evaluando pasó ayer una buena noche? ¿Si tiene una situación estable en casa o si ha mejorado respecto a sus propias circunstancias? De momento la respuesta es no y por eso la educación siempre va a necesitar una interacción de persona a persona. Una inteligencia artificial puede tener una buena técnica didáctica, pero en el proceso de aprendizaje siempre van a estar presentes muchos factores emocionales, relacionales y experienciales", asegura a este periódico Jaume Funes, educador y psicólogo.

El debate está abierto ahora mismo en la ONU, pero también en el Consejo de Europa (CdE). Ambos organismos indican en sendos informes ser plenamente conscientes de las posibilidades de la inteligencia artificial a la hora de potenciar las capacidades de los profesores, pero tienen dudas acerca de cómo debe gestionarse su entrada en las aulas.

"Somos conscientes del potencial que tiene la inteligencia artificial para la educación, pero también nos hemos dado cuenta de que presenta muchos desafíos. Es decir ¿Cómo podemos estar seguros de que protege y no vulnera los derechos humanos, la democracia o el cumplimiento de la ley? ¿Cómo sabemos cuál es la forma correcta de educar a través de las IA?", se preguntan los investigadores del Consejo de Europa en las conclusiones de un informe publicado hace una semana.

A priori, la fórmula parece inclinarse más por una suerte de 'profesor biónico' capaz de integrar lo mejor del factor humano con las posibilidades que otorga el desarrollo de la tecnología. Es decir, un docente que se centre en el "rol social" de la educación del que habla la ONU en su informe y que delegue las tareas más mecanizadas o de procesamiento de datos en una inteligencia artificial que le de apoyo.

El experimento pionero de este modelo dual fue el que llevó a cabo el profesor Ashok K. Goel en el Instituto Tecnológico de Georgia, Estados Unidos, donde su asistente, la profesora Jill Watson, estuvo un semestre entero respondiendo a las dudas de los alumnos con tanta cercanía que incluso se llegaron a plantear nominarla como profesora del año de la universidad.

Al acabar el curso, se descubrió que Jill no era más que una inteligencia artificial diseñada para parecer humana, y que, cuando tenía que responder a cuestiones que escapaban a sus posibilidades como máquina, las derivaba a una persona de carne y hueso. La noticia provocó una cierta sensación de desengaño, e incluso se llegó a criticar a Goel, pero sirvió para demostrar que una colaboración entre ambos modelos es posible.

La interferencia de las máquinas

Sin embargo, la UNESCO, la agencia de la ONU para la educación, se pregunta si con estas herramientas digitales no se corre el riesgo de "interferir en la relación entre el estudiante y el profesor". Es decir, uno de los objetivos de la inteligencia artificial a día de hoy es liberar al docente de las tareas más farragosas, como corregir exámenes, que serían calificados automática y rápidamente por una máquina en base a criterios estrictamente objetivos.

No obstante, determinar el nivel de aprendizaje de un alumno va más allá de la pura memorización de un contenido o de la resolución correcta de un problema Hay factores como el esfuerzo, la motivación, la participación en el aula o el trabajo personal que no se reflejan necesariamente en un examen. Por eso, la tecnología puede ayudar a que los docentes se centren en lo esencial y aprovechen la oportunidad para conocer mejor a sus estudiantes.

Una idea que quedó patente durante la pandemia de coronavirus es que, pese a los avances de la tecnología, la educación a distancia todavía no puede competir con el cara a cara de un centro educativo, recuerda Luri.

"Desde el primer día quedó claro que las escuelas estaban siendo sometidas a mucho estrés, y, a pesar de que se pensó que la pantalla sería la solución, resulta que al final fueron otros medios como el teléfono los que resultaron más cálidos para conectar a alumnos y profesores. Fue la voz la que permitió revivir la sensación de conexión entre ambos", dice el pedagogo. Eso sin olvidar que los alumnos estaban deseando volver a tener clases presenciales para encontrarse de nuevo con sus amigos cara a cara en el aula.