LA VIDA CONTIGO

¿Por qué hay parejas que están juntas aunque no funcionen?

Un artículo muestra que somos muy exigentes a la hora de idealizar a nuestra pareja ideal, pero no tanto cuando iniciamos una relación romántica

Las personas nos sentimos atraídas por una gama mucho más amplia de posibles novias y novios de lo que pensamos

Romper un vínculo cuando no ha ocurrido nada grave no es nada fácil

Los psicólogos explican que romper una relación no es fácil

Los psicólogos explican que romper una relación no es fácil / Marta Alberca

María G. San Narciso

María G. San Narciso

Todos conocemos parejas que no sabemos muy bien qué hacen juntas. O no te pegan, o parece que no se aguantan, o ves que la cosa entre ellos no funciona. 

La teoría es que no es tan fácil encontrar a alguien que nos encaje como para que sea nuestra pareja. Lo ideal es nos cuadre a un nivel romántico, intelectual y sexual, y que no choque en determinados valores. Pero, a veces, aunque las red flags ondeen frente a tu cara, empiezan las disculpas. ¿Que vota a ese partido de extremo que va en contra de tus ideales? Da igual, no es racista. ¿Qué te aburres en la cama? Ya lo solucionaréis con el tiempo.

Y así, aunque lo único que te llene de esa persona sean los ratos muertos entre semana o haya ratos en los que te caiga hasta mal, hay gente que va dejando pasar el tiempo y de repente, zas, está en una relación. Después viene la convivencia, compromisos más fuertes y un día se encuentran celebrando la fecha especial número 40. Y sin vistas a dejarlo.

Sesgo de progresión

En la cultura occidental los expertos explican que las citas nos sirven como una fase de prueba para las relaciones románticas, durante la cual la pareja potencial se evalúa para determinar si encajan a largo plazo. “Sin embargo, esta narrativa cultural asume que las personas están bien preparadas para rechazar una pareja poco adecuada”, apuntan los psicólogos de la Universidad de Toronto Samantha Joel y Geoff MacDonald en un artículo publicado en la revista Personality and Social Psychology Review. La cosa, como han comprobado, es que no es tan así.

Los autores argumentan que la mayoría de las personas simplemente pasan por las diversas etapas construyendo relaciones sin ninguna consideración seria -o realista- de si su pareja es la adecuada para ellas a largo plazo. A esta tendencia a seguir avanzando en una relación la llaman sesgo de progresión.

"Si una persona no experimenta inicialmente mucha atracción física, pasión o satisfacción sexual con su pareja, debe optar por pasar por alto esa preocupación, tal vez con la creencia de que tales sentimientos se desarrollarán con el tiempo. Si cualquiera de los miembros encuentra señales de alerta o "puntos decisivos" con respecto al otro, estos también deben pasarse por alto en favor de las cualidades positivas de la pareja. Con el tiempo, ambos deben elegir mutuamente y continuamente invertir en esa relación en particular. Por lo general, se toma una serie larga y específica de decisiones, como presentar a la pareja a amigos y familiares, pasar la noche juntos, acordar ser exclusivos, planificar actividades futuras juntos y, finalmente, mudarse juntos y/o comprometerse", explican en el artículo.

Al final, frente a cada contratiempo que puedan poner a prueba la relación, los autores indican que ambos deben optar por perseverar en lugar de separarse.

De lo teórico... a lo práctico

Los investigadores Joel y MacDonald realizaron un experimento en el que descubrieron que la mayoría de los estudiantes universitarios rechazaban, en una situación hipotética, citas potenciales que no fueran atractivas o que tuvieran un rasgo que ellos considerasen un "factor decisivo".

Las cifras se desplomaron cuando ese escenario de emparejamiento pasó de lo hipotético a lo real, lo que les sugiere a los autores que los estudiantes son mucho menos selectivos románticamente de lo que pretenden ser y que sobreestiman su disposición a rechazar a los demás.

Diversos trabajos muestran que las personas nos sentimos atraídas por una gama mucho más amplia de posibles parejas de lo que realmente creemos y somos capaces de adaptarnos y a pasar por alto lo que a priori no nos gusta. También terminamos por apegarnos de forma romántica, aunque no sean nuestras parejas ideales.

Romper un vínculo no es tan fácil

¿Qué nos hace, entonces, seguir en esa relación? Ángeles Sanz Yaque, psicóloga clínica del Centro de Investigación de Terapia de Conducta (Cinteco) explica a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA que el momento en que conoces a tu pareja es crucial: si te ennovias de joven, ambos os vais haciendo el uno al otro si evolucionáis de la misma manera; si no, comienzan los desajustes. "Eso no siempre se traduce en divorcio o ruptura. Existen otros muchos miedos que no se han trabajado, como el de sentir abandono o el enfrentarse a la vida en soledad", indica.

"Pero si las personas se conocen más mayores -prosigue-, ocurre que muchas veces uno se engaña". Lo que pasa aquí es que uno quiere sentir esa sensación de compañía, pero no siempre teniendo claro lo que realmente busca. Además, depende también de cómo la otra persona pueda o sepa acompañar. Se da entonces una mezcla de dos estilos de quererse que en un principio parece que están parejos, pero que, cuando la pareja se va conociendo, puede que descubra que no lo es.

Además de este miedo a la soledad, a veces se juntan los motivos económicos o familiares para seguir la relación. Lo que está claro es que cuando ocurre algo grave es más fácil entender que sin la otra persona tu vida va a ser digna. Cuando lo que te pasa es que tienes carencias o no eres totalmente feliz, la cuestión se complica. "Uno se agarra a la parte buena esperando el cambio sin aceptar al cien por cien a la otra persona", asegura la psicóloga. Y eso, que rara vez ocurre, es lo que se ve desde fuera.

Para cortar, "hay que tener muy claro la ganancia de romper ese vínculo. No es que te quieras ir, sino qué te aporta la vida sin esa persona. Esa es la pregunta buena", concluye.