Publicación en 'Environmental Pollution'

La contaminación causa cambios estructurales en el cerebro hasta los ocho años

Un estudio de ISGlobal demuestra cómo este órgano es "especialmente vulnerable" a la polución no solo durante el embarazo, sino también en la niñez | Los resultados sugieren que los países europeos deberían bajar aún más los niveles fijados de dióxido de nitrógeno y materia particulada

Episodio de contaminación en Barcelona el 23 de febrero de 2021.

Episodio de contaminación en Barcelona el 23 de febrero de 2021.

Beatriz Pérez

Estar expuesto a contaminantes atmosféricos en el vientre materno y durante los primeros ocho años y medio de vida altera la conectividad estructural del cerebro del niño, mes a mes. En particular, los mayores cambios se dan cuanto mayor es la contaminación recibida en los cinco primeros años. Así lo muestra un estudio recién publicado en la revista 'Environmental Pollution' y liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación La Caixa. La principal novedad de la investigación es precisamente esta: ya se conocía el impacto de la contaminación en la estructura cerebral del feto durante el embarazo, pero el estudio identifica el efecto de la misma también durante los primeros años de vida del niño o niña. Esto es, la "vulnerabilidad" del cerebro a la polución en la temprana infancia.

La conectividad estructural es la existencia de tractos de sustancia blanca que conectan diferentes regiones del cerebro. Constituye un marcador del desarrollo típico del cerebro. Una microestructura de la sustancia blanca anormal se ha relacionado con trastornos psiquiátricos como, por ejemplo, síntomas depresivos, ansiedad o trastornos del espectro autista. Esto no quiere decir que la contaminación cause trastornos psiquiátricos, pues el estudio de ISGlobal no sigue estos trastornos. "Nosotros no miramos trastornos psiquiátricos directamente. Sí que se ha visto que estos cambios estructurales en el cerebro pueden causar problemas psiquiátricos en la gente, pero no es una causalidad directa. Aún se está investigando mucho esto", matiza la investigadora Mònica Guxens.

Además de esta asociación, el estudio también ha encontrado un vínculo entre la exposición específica a las partículas PM2,5 y el volumen de una estructura del cerebro conocida como putamen, que está implicada en la función motora en y los procesos de aprendizaje. El estudio ha observado que, cuanto mayor es la exposición a las partículas PM2,5, sobre todo en los primeros dos años de vida, mayor es el volumen del putamen.

Según la primera autora del estudio, Anne-Claire Binter, este estudio es "novedoso" porque "identifica los periodos de susceptibilidad a la contaminación atmosférica". "Hemos usado una escala temporal más fina para considerar la exposición, analizando los datos mes a mes, cuando los estudios anteriores investigaban trimestres de embarazo o años de infancia. De este modo, hemos estudiado la contaminación atmosférica desde la concepción hasta los 8,5 años con una periodicidad mensual", dice Binter.

3.500 menores holandeses

El estudio se ha pasado en una gran cohorte, pues ha seguido a 3.515 niños y niñas de los Países Bajos. Para conocer a qué contaminación atmosférica habían estado expuestos, se estimaron los niveles diarios de dióxido de nitrógeno (NO2) y de materia particulada (PM2,5) registrados allá donde habían vivido desde su concepción hasta los 8,5 años. Cuando tuvieron entre 9 y 12 años, se les tomaron imágenes cerebrales mediante resonancia magnética y se calcularon varios volúmenes cerebrales y la conectividad estructural.

Los niveles de NO2 y PM2,5 registrados en el estudio superaban las actuales recomendaciones de la OMS (10 y 5 microgramos por metro cúbico respectivamente), pero sin embargo cumplían con la normativa de la Unión Europea. "La contaminación se relaciona con cambios estructurales en el cerebro y estos pueden estar relacionados con algunos trastornos psiquiátricos. Pero no hemos visto que esté relacionado en la cohorte de los Países Bajos", explica Binter a este diario. "No es tanto un problema individual -es decir, no debe ser un motivo de inquietud para los padres- como de los países, ya que puede indicar que es necesario reducir, aún más, los niveles de contaminación. Es más un problema de salud pública que individual", añade la investigadora.

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