Opinión | PRENSA
Sin desmayo
Un país se pone en marcha un día tras otro con malas o buenas noticias, a 40 grados o a menos cinco, con vacaciones o sin ellas, con cervezas o agua del grifo
Cada grado de temperatura que sube, cada imagen térmica del mapa de España en rojo fuego y no patriótico, cada noche sin dormir de esta semana interminable en la que se confunden los días, el desánimo pesa un poco más. Cada indicador adelantado del IPC y el oficial, porque nos lo repiten dos veces, hace que contengamos un poco más la respiración casi de la misma manera que cuando vas a la gasolinera o compras una sandía. Nos asustamos macro y microeconómicamente, no hacemos distingos en nuestras reacciones, ya entendimos los riesgos globales y particulares con la pandemia. Cada imagen de bombardeos o de torturas en esta guerra que nos parece latente, menos en lo económico, nos hace creer en la inercia del mal y en la imposibilidad de plantar cara al abuso y la dominación.
Las previsiones de un otoño duro frente a un verano lleno al completo, da la medida de la necesidad del escape de aquellos que pueden. Tomar un poco de aire en un entramado de malas noticias, algunas reales y otras forzadas. Porque el enrarecimiento del ambiente con las distorsiones calculadas y dirigidas por unos pocos para desestabilizar la paz social acrecienta esa sensación de desvalimiento.
Confundir para sacar beneficios, quizá eso ha hecho tanta mella que el 69% de las personas, según el Digital News Report 2022 que coordina el Reuters Institute evita deliberadamente las noticias por hartazgo, desánimo o desconfianza. Los escépticos con el contenido de las noticias superan a los que se fían de ellas, el 39% frente al 32%. España se encuentra entre los diez países con menor credibilidad en las noticias, sólo por detrás de Grecia, Taiwán, Francia y Corea del Sur. No querer saber o no buscar donde conocer es también un síntoma de derrota. Cada insulto en la arena de lo político, cada mentira en campaña electoral, cada meme viralizado sobre los que deberían poner seriedad y no histrionismo en la gestión de lo público es otra recaída en la frivolización de lo importante, y apuntala más la idea de que ya todo da igual.
Pero frente a cada décima de variación económica que tiene nombre y apellido, frente a cada agresión por el hecho de pensar o de querer lo que te de la gana, cada dificultad para llegar a fin de mes, cada ataque a la convivencia seguiremos resistentes. Probablemente los que trabajan por ella son menos visibles o noticiables, pero un país se pone en marcha un día tras otro con malas o buenas noticias, a 40 grados o a menos cinco, con vacaciones o sin ellas, con cervezas o agua del grifo.
Hay mucha gente que no se rinde, que hace que el engranaje funcione, por mucho que te cuenten lo contrario, para ver si por fin se rompe.
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