Entrevista al ministro de Universidades

Joan Subirats: "La lógica patriarcal sigue estando presente en la universidad"

El ministro confía en que la ley de convivencia, que se aprueba el miércoles en el Senado, luche contra el acoso y los abusos machistas en las facultades

El ministro de Universidades, Joan Subirats, en su despacho.

El ministro de Universidades, Joan Subirats, en su despacho.

Olga Pereda

Sus hermanos tuvieron que ponerse a trabajar con 15 años. Él fue más afortunado y estudió en la facultad, el primero de su familia en hacerlo. Doctor en Ciencias Económicas y catedrático de Ciencia Política y de la Administración, hace ahora 47 años se convirtió en docente universitario. Lo hizo de la mano de Jordi Solé Tura, su director de tesis. Teniente de alcalde de Cultura, Educación, Ciencia y Comunidad en el Ayuntamiento de Barcelona, en diciembre fue reclutado por el Gobierno de coalición para sustituir a Manuel Castells al frente del Ministerio de Universidades. Joan Subirats (Barcelona, 1951) recibe en su despacho a EL PERIÓDICO después de que el diario revelara cómo las garras del acoso y el machismo alcanzan también a la universidad, el templo del conocimiento y la convivencia.

¿Qué ha sentido al leer en EL PERIÓDICO las informaciones sobre el MeToo?

Lo mismo que decía la rectora de Huelva en la entrevista que mantuvo con vosotros: vergüenza ajena. Que a estas alturas tengamos que enfrentarnos a este tipo de situaciones… La universidad no es una isla y las situaciones que se dan socialmente en otros contextos acaban repercutiendo en las facultades. Es una batalla larga. Al mismo tiempo, pienso que hemos ido incorporando elementos de carácter normativo que van en la buena dirección.

Pero la universidad es el templo del conocimiento. Su predecesor, Castells, la definía como un “espacio de tolerancia, diálogo y convivencia”. ¿Cómo puede ser que se produzcan tantos abusos contra investigadoras y docentes por el hecho de ser mujeres?

La UE nos dice que las universidades deben ser un ejemplo, un espacio abierto de defensa de los derechos. Pero en las instituciones estamos acostumbrados a la contradicción entre lo que se predica y lo que se hace. Tiene que haber más coherencia, es una labor que debemos continuar.

¿Ha sido usted testigo de algún caso?

No lo he vivido personalmente, pero me consta que ha pasado en los centros en los que he estado, la UB y la Autònoma. Estoy hablando de hace años, una época en la que no existía ni la sensibilidad actual ni el grado de vigilancia social en relación a estos temas y no había protocolos adecuados. Es evidente que el avance ha sido notable. 

El miércoles se aprueba en el Senado la ley de convivencia universitaria, que sustituye un decreto franquista del año 54. La norma no solo sancionará las novatadas y los plagios sino que también luchará contra el acoso sexista. ¿Cómo?

La ley se sitúa en un contexto de cambio normativo. La legislación sobre creación de universidades ya exige la existencia de unidades de género y obliga a las universidades públicas y privadas a tener planes de igualdad y protocolos contra el acoso sexual. En la LOSU (ley orgánica del sistema universitario, que está en proceso de redacción) vamos a incorporar el seguimiento de las políticas de igualdad y no discriminación. La ley de convivencia es otra pieza importante. Integra los distintos protagonistas: Estado, comunidades autónomas y universidades. El texto define el marco de la convivencia, el respeto y la no discriminación. Pero da un paso más. En el artículo 4 no solo se habla de prevención primaria y secundaria y de las respuestas que hay que dar sino que en el 4.4 se concretan unos principios básicos que las universidades tendrán que plantear ante cualquier situación de violencia, discriminación o acoso: enfoque de género, respeto y protección, confidencialidad, imparcialidad y prohibición de represalias.

¿Es compatible con la autonomía de las universidades?

Podría haber personas que dijeran “usted me establece los criterios generales y luego yo concretaré a partir de mi autonomía”. Una cosa son las disposiciones generales y otra la implementación. En este caso, la ley de convivencia da un paso más. Establece los criterios generales y además se dice cómo han de implementarse. Es muy importante el artículo 4.4. Evita que la autonomía pueda acabar generando situaciones de no intervención.

"En la ley de convivencia universitaria no está prevista la mediación en los temas que afectan al acoso sexual"

Ante los conflictos, la ley apuesta por la mediación. Pero deja a las universidades la potestad de aplicarla. 

En el caso de los temas que afectan al acoso sexual y violencia no está prevista la mediación. La ley contra la violencia machista descarta la mediación porque parte de la hipótesis de la igualdad entre dos partes. Cuando hay acoso no hay igualdad. Hay un agraviado. 

La víctima puede ir a los tribunales directamente. 

Si el acoso y la violencia que se ha producido afecta a tipos penales, evidentemente hay que ir a los jueces. En estos casos, la universidad tiene que trasladar a la fiscalía la información que tenga. Hay otros casos que no son calificados de tipo penal y ahí es donde toda la ley de convivencia y las unidades de atención a los temas de género tienen que intervenir. En todo caso, lo mejor, como dice la propia ley, es que antes haya habido un proceso de prevención y anticipación. No pensemos que lo que tiene que haber siempre es resolución de conflicto. Hay que trabajar para que no ocurra.

¿Cómo?

La norma especifica la prevención primaria: sensibilización, concienciación y formación. La prevención secundaria advierte de los contextos en los que estos problemas se dan de manera más especial: tutorías, actividades deportivas y prácticas de laboratorio. La vigilancia tiene que ser ahí más activa.

"Decir que la universidad española es machista es una afirmación demasiado genérica"

¿Es machista la universidad española?

Creo que es una afirmación demasiado genérica. Es como decir que la sociedad española es machista. Es evidente que venimos de una tradición jerárquica, patriarcal y machista. Y las facultades están en medio de ese contexto. Lo vemos en el porcentaje de mujeres que alcanzan puestos directivos tras realizar el doctorado. La lógica patriarcal sigue estando presente en la universidad porque no es un problema legal. Ojalá la ley acabara con estas situaciones, pero la sociedad no se cambia por decreto. Va cambiando a partir de las prácticas que se van produciendo tras la implementación de normas.

A partir de la entrada en vigor de la ley de convivencia universitaria, una investigadora, por ejemplo, ¿podrá tener más armas para denunciar a su director de tesis si la acosa?

El artículo 4 ofrece elementos que van a favor de la protección de estas personas. En la práctica, dependerá de cómo se aplique la legislación en la universidad y cómo intervengan las unidades de género.

¿Esta ley es un paso hacia la igualdad?

Yo lo entiendo así.

Usted es experto en tender puentes, pero PP, Cs y Vox votarán en contra.

Nos gustaría que el mundo fuera distinto. Pero es el que es. Hay formaciones políticas a las que cuesta pensar que este tipo de actuaciones son positivas. Ellos parten de la hipótesis de que se alteran las lógicas de siempre. Yo pienso que si la tradición que tenemos que respetar es jerárquica y patriarcal, no merece ser respetada. En otros casos hay elementos más de matiz. Puede ser que algún grupo entienda que la ley invade el campo competencial de las universidades. El PP dice que no debería ser una norma tan intervencionista, pero hemos tenido mayoría para su aprobación en el Congreso y ahora lo hará, con toda probabilidad, en el Senado.

Se le ve cómodo en el papel de ministro.

Yo estaba tranquilo ejerciendo de profesor emérito, pero ahora me dedico a una cosa que conozco bien, las universidades.

Cuando ocupaba este despacho, Castells recibía emails de alumnos que se le quejaban por varios motivos. ¿Usted también?

Espero que no sea una invitación a recibir más, pero continúo teniendo activo el correo de mi universidad en el que me llegan mensajes de de profesores, amigos y estudiantes. También estoy presente en Twitter. No es un inconveniente, es una forma de recibir señales.

Vamos hacia un modelo educativo más competencial, también en bachillerato. ¿Qué opinión le merece?

Me parece bien. Tenemos que ver cómo lo podemos ajustar al campo universitario. Debemos dar más importancia a la docencia en las facultades. Al margen de los conocimientos básicos, que son clave, esas competencias como trabajar en grupo, la creatividad y la innovación, son muy significativas.

Castells no hacía exámenes a sus alumnos. ¿Usted?

Para mí, lo ideal es la combinación. Son fundamentales las prácticas en las que los alumnos y alumnas puedan demostrar su creatividad. En primer curso de Ciencia Política trabajamos sobre las elecciones y los partidos, así que les pido a los estudiantes que vayan a un pleno del ayuntamiento de su ciudad. La mayoría se sorprenden, bien por lo divertido que les resulta o lo aburrido. Le pido que entrevisten a políticos. Es un trabajo creativo que se complementa con otros en los que demuestran que han aprendido conocimientos.