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La pediatra Mar López desmonta cinco mitos sobre la salud infantil: "Los que comen papillas se atragantan lo mismo"

En ‘Las respuestas de mi pediatra’ responde a las dudas recurrentes en torno a la crianza de los cero a tres años

La alimentación y el sueño son los dos campos de mayor preocupación acerca de las criaturas más pequeñas

El sueño y la alimentación son los asuntos que más preocupan a las madres y padres en los tres primeros años de vida de sus bebés.

El sueño y la alimentación son los asuntos que más preocupan a las madres y padres en los tres primeros años de vida de sus bebés.

Ángeles Castellano

Ángeles Castellano

"Me hace gracia porque muchas veces los mitos en torno a la crianza van en contra de los niños y de su propia salud". Así de clara se muestra la doctora Mar López Sureda, pediatra y divulgadora en redes sociales. Por eso, y porque muchas de las consultas que recibe tanto en su práctica diaria como a través de sus perfiles en Instagram y TikTok (donde acumula cerca de 620.000 seguidores) ha escrito Las respuestas de mi pediatra. Tu guía fácil y práctica de salud infantil en casa (Grijalbo, 2023), un libro dividido por edades (abarca hasta los cuatro años) en el que además de ofrecer hitos del desarrollo por etapas y recomendaciones en relación al sueño, la alimentación y la salud en general, explica ante qué situaciones las familias deben acudir a un especialista.

"Los tres primeros años de vida son los más duros de la crianza", afirma López en una entrevista por teléfono desde Palma, donde reside y ejerce. "Hay mucha gente que no está en contacto con los bebés hasta que tiene hijos y no tiene respuestas para todas las situaciones que vive". ¿Es este el motivo por el que hay ahora tanto material dedicado a la crianza? "Puede ser. Antes, cuando una mujer era mamá llevaba toda la vida rodeada de niños y de madres y ahora vivimos más aisladas y a veces no tenemos un bebé en los brazos hasta que no nace el nuestro. Yo no vi dar el pecho hasta que no fui pediatra", responde.

La evidencia científica vs las abuelas

Con cada bebé que nace, nace también una madre y, al menos, una abuela. Una de las principales luchas que encuentra López en su experiencia es la resistencia de muchas ideas en torno a la crianza, que suelen materializarse en recomendaciones de las abuelas y que, en demasiadas ocasiones, entran en contradicción con lo que dicta la evidencia científica. Si eres madre o tienes a alguna alrededor, seguro que has escuchado alguna de estas frases: "No andes descalzo que te vas a resfriar", "Abrígale más", "No le metas en tu cama o no le podrás sacar nunca", o "No le des trozos que aún no tiene dientes y se va a atragantar".

Algunos de estos mitos están tan enraizados, explica esta pediatra, que incluso tiene compañeras que le escriben para decirle "Oye, yo sé que esto no es así, pero no paran de llegarme consultas en este sentido, ¿estoy haciendo algo mal?". "A veces, por mucho que diga un estudio científico, hay personas para las que es impensable que eso pueda ser verdad", dice.

Cinco mitos recurrentes en torno a la salud infantil

Los dos grandes temas que preocupan a padres y madres en los primeros años de vida de un bebé son el sueño y la alimentación. Estos son algunos de los mitos recurrentes en torno a la salud infantil:

1. Si le meto cereales en la leche, dormirá del tirón

El desarrollo del sueño en los bebés tiene diferentes etapas, que varía según los meses. Lo normal, según la ciencia -y sobre esto hay mucha literatura disponible- es que no sean capaces de dormir toda la noche del tirón hasta que no superan el año. En su libro, la doctora López explica que a los doce meses, la media de despertares con cuatro o cinco veces, y las ventanas de sueño de entre dos horas y media y cuatro horas.

Sin embargo, se suele usar la expresión "dormir como un bebé" para referirse a una noche de sueño prolongado y en el imaginario colectivo sigue persistiendo esa idea de largas noches de sueño ininterrumpido, por lo que los nuevos padres suelen obsesionarse con alargar los periodos de sueño de su retoño. Para lograrlo, está muy extendida la idea de que un biberón, en lugar de una toma de pecho, hará al bebé dormir más horas seguidas, y aún más si el mencionado biberón de leche de fórmula lleva añadidos los cereales.

Es falso. No va a dormir más por tomar un biberón de cereales. De hecho, ni siquiera es necesario introducir los cereales a los cuatro o cinco meses de vida del bebé, tal y como se creía hasta ahora. "Es verdad que antiguamente les dábamos este tipo de cereales de caja porque venían fortificados con hierro, y como los bebes a los seis meses necesitan mucha cantidad de hierro, once veces más que antes, pues los pediatras pensábamos que les estábamos dando un aporte de hierro extra, pero han salido estudios en los últimos dos años -es tan reciente que la Asociación Española de Pediatría aún no está actualizada- que nos dicen que el hierro del cereal fortificado casi no se absorbe, o sea que encima no hemos dado cereales para nada, porque ni siquiera le estaban aportando un extra de hierro al bebé".

2. Abrígale que se va a resfriar

No. El frío no transmite enfermedades. Un constipado es resultado del contagio de un virus, no de andar descalzo ni de salir a la calle sin abrigo o con el pelo mojado en invierno. Este es uno de los mitos recurrentes que la la autora de Las respuestas de mi pediatra se ve impelida a desmontar una y otra vez. "Esto lo oigo a mi alrededor muchísimo", reconoce López. "El frío no nos enferma, nos enferma el niño que está al lado, con el que estamos jugando, que tiene unos mocos que le llegan hasta la barbilla y este es el niño que está contagiando", insiste. "Es tan ridículo como pensar que nos contagiamos de coronavirus porque hace frío".

3. Si no le doy un bollo no desayuna y se va a quedar con hambre

La alimentación es otro de los temas de preocupación de las familias en relación a los más pequeños. Saber cuánto deben comer o si estarán comiendo suficiente para seguir creciendo suele ser un tormento para los padres y madres, sobre todo en las primeras maternidades. Sin embargo, López recuerda que el crecimiento se da en diferentes etapas y que son estas las que determinan cuánto necesita comer un bebé. Las criaturas son capaces de autorregularse -en condiciones normales, si no existe ninguna patología- y por tanto no se debe insistir en que coman más. Más bien al contrario, la insistencia puede generar hábitos alimenticios que más adelante pueden ser causantes de obesidad infantil y las enfermedades derivadas de esta.

Muchas madres, preocupadas porque sus criaturas vayan a la escuela infantil sin desayunar, deciden ofrecerles algo dulce: mejor un bollo que nada. López alerta contra esta práctica. "Es muy parecido a lo que ocurre en Navidad: que está muy buena la comida y tú comes un extra que no necesitas, estás lleno, pero sigues comiendo bombones porque están muy buenos", compara. "Pues con los niños ocurre un poco lo mismo, y terminamos provocando un efecto no deseado: caries, obesidad, obesidad, hipertensión, más probabilidad de colesterol elevado...".

Otro efecto no deseado de ofrecer snacks dulces para desayunar o merendar es justamente el contrario del buscado: reducen el apetito. "¿Qué ocurre? Que luego no tienen hambre. Están llenos cuando les damos la comida o la cena, que es más saludable. Así que al final no tiene sentido. Es como un círculo vicioso. Un niño se puede regular perfectamente. Sólo comen cuando tienen hambre. Si realmente un niño no come, siempre hay que mirar por qué, si hay una anemia o algún otro problema detrás, o quizás hay que animarles para que tengan ganas de venir a sentarse a la mesa, a hacer algún juego en la mesa o a poner la comida divertida, pero no sustituir un alimento por un dulce".

4. Si le doy a comer trozos con seis meses se va a atragantar, mejor papillas

A los seis meses los bebés multiplican por once sus necesidades de hierro y es recomendable comenzar a introducir la alimentación complementaria, esto es, que vayan ingiriendo algo más que leche. Se suele empezar con la fruta, porque el estómago no tolera todos los alimentos de golpe. Hasta tiempos recientes, los pediatras solían recomendar ofrecer los alimentos en papillas. Sin embargo, cada día cobra más fuerza la tendencia a ofrecer alimentos sólidos directamente, aunque los bebés no tengan dientes. Uno de sus beneficios es, precisamente, que estimula la dentición.

El gran miedo en torno a esta corriente -que se suele llamar Baby Led Weaning, o por sus siglas, BLW- es el miedo al atragantamiento. Es uno de los mitos que la doctora López reconoce como más duros de combatir: en sus charlas sobre alimentación suele encontrar resistencia, a pesar de mostrar la evidencia científica en torno a esto. "Sabemos, por diferentes estudios, que los niños que comen trozos desde los seis meses y los que comen papillas se atragantan el mismo número de veces", explica. "Yo en mis cursos siempre pregunto a los padres: ¿Y tú qué crees personalmente? ¿Tú tienes más miedo si le das un trozo? Y todos dicen que sí".

5. No le cojas en brazos que se va a acostumbrar

El propio instinto de supervivencia del bebé hace que duerma mejor si se siente seguro y, sin duda, donde más se siente así es en los brazos de su madre, de su padre o de las figuras de apego de su entorno. López explica que constantemente recibe consultas en torno a esto. "Existe una idea generalizada de que si el bebé llora cuando le devuelves a su cuna es porque trata de manipularte. Que si lo coges porque llora se acostumbra. Pues claro. Que se acostumbre a que si tiene un problema y llora la gente lo consuele es fantástico. No puede hacer otra cosa. No sabe expresarse de otro modo", zanja.

6. Posdata: el azúcar y las pantallas, los grandes enemigos de la infancia

El libro de Mar López incluye los problemas más comunes que suelen enfrentar los padres y madres, así como algunas herramientas para prevenir los accidentes más comunes. Además, dedica un epígrafe a los dos grandes males de la infancia: el exceso de azúcar y de pantallas.

Los efectos del uso excesivo de las pantallas es algo que se está estudiando recientemente y de sus conclusiones se pueden extraer recomendaciones muy claras: lo deseable es que los niños no estén expuestos a ningún tipo de pantalla hasta los tres años. "Hemos empezado a ver que hay retrasos en el desarrollo del lenguaje, que aparecen rasgos de autismo en niños que no están diagnosticados como autistas, problemas para socializar, un aumento en las cifras de TDAH..." enumera López. "En menores de tres años, lo mejor es cero, y a partir de ahí, cuanto más, peor".

En cualquier caso, la doctora aclara: no es lo mismo tener la televisión encendida de fondo todo el día que dedicar cinco o diez minutos diarios a ver dibujos animados o un programa educativo en familia: "Es diferente, pero no es lo ideal. También aumentan el riesgo de miopía, o incluso el dolor de cabeza".