OBESIDAD

En terapia para tratar la adicción a la comida: "Hola, me llamo Inés y no sé comer"

El Hospital 12 de Octubre estudia si la psicoterapia en grupo beneficia en la mejora de los hábitos de comida en pacientes con obesidad mórbida, candidatos a cirugía bariátrica y que tienen ingesta emocional de alimentos

La adicción a la comida es comparable a la del alcohol, dice el doctor Gabriel Rubio: "Para cualquier dificultad emocional, tenemos las bebidas y las comidas"

"Nadie asocia la obesidad a una adicción. Piensan que eres gorda porque comes mucho. Nadie piensa lo que hay detrás", confiesa Elena, 44 años, que antes pesaba 130 kilos y ahora, quince menos.

Inés, paciente en terapia obesidad

Inés, paciente en terapia obesidad / Alba Vigaray

Mediodía en el Centro de Actividades Ambulatorias del madrileño Hospital 12 de octubre, una enorme ciudad sanitaria en constante movimiento. Es lunes y toca terapia para tratar a personas con adicción a la comida. Acuden Almudena, Elena e Inés. Las tres, cuentan sin reparo, toda una vida arrastrando una relación de amor-odio hacia la alimentación. Las tres, con obesidad, son candidatas a cirugía bariátrica. Antes, deberán aprender a saber comer para no recaer y volver a ganar peso una vez operadas, algo muy común. Lo más difícil. Y a quererse y aceptar su cuerpo. Porque, explican los psiquiatras, la ansiedad, el aburrimiento, la tristeza... están casi siempre detrás de esos viajes a la nevera para pegarse un atracón.

"Hola, me llamo Inés y vengo a este cursillo porque soy una persona que no sé comer, no sé alimentarme bien", comenzará relatando una de las mujeres, 53 años, 113 kilos cuando comenzó la terapia. Ahora, 100. Empoderada como sus compañeras tras varias sesiones, se felicita a sí misma: "Cuando lo consigues, es una alegría inmensa", confiesa con emoción.

En España hay 400.000 personas con obesidad mórbida. El Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario 12 de Octubre puso en marcha en mayo -con un parón en verano- una técnica de psicoterapia en grupo para estudiar el beneficio en la mejora de los hábitos de comida en pacientes candidatos a cirugía bariátrica -de obesidad- y que tienen ingesta emocional de alimentos ricos en grasa, carbohidratos y azúcares. Este lunes se cumplía la sesión número quince -hora y media de terapia cada semana-, explica la psicóloga Sara Solera, responsable del programa ante la atenta mirada de Yolanda Guerrero, enfermera de psiquiatría.

En su grupo de WhatsApp comparten fotos de comida o los menús que planifican y se levantan cuando tienen bajones.

Todas, las sanitarias y las pacientes -las diez que forman parte del grupo son mujeres, con edades entre 30 y 55 años-, están encantadas. De haberse conocido. De hablar de una adicción -como otras tantas- poco conocida, casi oculta y muy aceptada socialmente. De proponerse objetivos. Y, de poquito a poco, cumplirlos. Kilo arriba, kilo abajo. Porque esto, cuentan, va mucho más allá de asaltar la nevera y pegarse un atracón. Va de sentirse mal. De no quererse. De esconder detrás otros problemas. De comer para calmar la ansiedad. Va, también, de empoderarse. Porque, dicen todas, se han hecho amigas, se apoyan, se aconsejan.

En su grupo de WhatsApp comparten fotos de comida o los menús que planifican y se levantan cuando tienen bajones. Que los hay. Pero, luego, está la vida. Inés por ejemplo ha contado a sus compañeras de grupo que ese día su hermana tiene quimio. Le ayuda.

La frustración

Y ese apoyo mutuo es oro molido para ellas. Lo explica Elena, 44 años, muchos combatiendo su adicción. Con todo tipo de dietas, con ejercicio... Nada le ha dado resultado. "Todo lo que he hecho no me ha servido de nada. Por más que lo intento, no logro bajar. Me doy cuenta de mis errores por ansiedad, por malestar, por situaciones en la vida que vienen... Poco a poco he ido gestionando de forma constructiva cómo debo lidiar con la comida. Es importante porque, si me operan y cometo los mismos errores, no interesa. Necesito un peso constante y saludable. Y esto me ayuda: pesaba 130 y he bajado 15 kilos", relata en la terapia.

El programa se desarrollará a lo largo de 24 sesiones, en las que se les proporcionará herramientas que sean capaces de cambiar su estilo de vida.

El uso de la terapia cognitivo-conductual grupal en la adicción a la comida es una oportunidad para comprobar si este tipo de intervención ayuda a reducir peso, controlar la alimentación y mejorar la calidad de vida y, así, disminuir las complicaciones en salud que conlleva la obesidad mórbida. El 12 de Octubre prevé un análisis comparativo entre el grupo de pacientes participante y otro de control que seguirá el protocolo habitual de evaluación, tratamiento y seguimiento del programa de Cirugía Bariátrica del centro. El estudio se desarrollará a lo largo de 24 sesiones, en las que se les proporcionará herramientas que sean capaces de cambiar su estilo de vida.

Consejos para aprender a comer, preparar la casa y el trabajo para hacer posible esta transformación, distinguir entre el hambre y el deseo compulsivo de ingerir alimentos, incrementar el ejercicio físico, modificar los pensamientos negativos, practicar métodos de relajación y aprender a afrontar situaciones de riesgo y estrés. Durante este tiempo, se les hará un seguimiento continuo de peso, adicción a la comida y niveles de ansiedad que permitan verificar el compromiso del paciente con la terapia

"Eres gorda porque comes mucho"

Porque, explica Elena, la cosa no es tan sencilla. Y, a veces, se sienten invisibles. Muy incomprendidas también. "Nadie asocia la obesidad a una adicción. Piensan que eres gorda porque comes mucho. Nadie piensa lo que hay detrás", advierte.

El jefe de Psiquiatría del 12 de Octubre, el doctor Gabriel Rubio, explica que este tipo de terapia podría ser muy práctica, también, antes de que las personas desarrollaran esa adicción a la comida, pero inicialmente se aplica a quienes esperan para operarse de obesidad. También que en Psiquiatría llevan años dándose cuenta de que, incluso después de ser intervenidas, algunas personas tienen problemas para volver a recuperar su peso e, incluso, piden una nueva operación. Es más, con datos a nivel mundial, más del 50% de quienes se someten a esta intervención, ganan peso al cabo de dos años. Y a los cuatro, más de la mitad piden una nueva operación.

El doctor Gabriel Rubio, jefe de psiquiatría.

El doctor Gabriel Rubio, jefe de Psiquiatría. / Alba Vigaray

Con larga experiencia en conductas adictivas en el servicio que dirige, vieron que hay determinadas personas que utilizan la comida para aliviar estados emocionales. "No es sólo cuestión de voluntad. Hay un componente adicional", señala el especialista. Según el doctor Rubio, con respecto a la adicción a la comida, hay dos grandes teorías: "Que hay alimentos adictivos -como el chocolate o las hamburguesas, cita- y otra, que plantea que es la propia conducta de quien tiene esa dependencia. Sea como sea, esta terapia innovadora lo que quiere es que estas personas que están en lista de espera para ser intervenidas, aprendan cuáles son los mecanismos de esta comida emocional, para que cuando les operen, no tengan las recaídas que experimenta un grupo importante de pacientes".

"Esto de que una persona gordita es una persona con buen humor, es mentira. Para cualquier problema emocional tenemos la comida o la bebida", dice el psiquiatra Gabriel Rubio.

Gabriel Rubio apunta que la adicción a la comida, en nuestra sociedad, es comparable a la del alcohol. "Estás con ansiedad, estás aburrido. ¿Qué haces? Vas a la nevera abres y coges la tarrina del helado. Por un lado se nos dice que tenemos que estar esbeltos, pero, por otro, para cualquier dificultad emocional, tenemos las bebidas y las comidas. Es, además, una adicción incomprendida. Esto de que una persona gordita es una persona con buen humor, es mentira", señala. Además, habla de la vergüenza que siente quien tiene obesidad mórbida. "Renuncian a salir, a socializarse... Es uno de los problemas que más estigmas provoca", afirma el médico.

El músculo de la resistencia

En la sala de terapia, su responsable, la psicóloga Sara Solera, pregunta a Almudena, Inés y Elena cómo ha ido la semana. Confiesa Almudena -33 años, de las nuevas del grupo, tres semanas yendo a terapia- que, en algún punto, se ha escapado a la nevera. Pero que se ha controlado. Venció la tentación saliendo a dar un paseo: "Cuando volví, esa ansiedad tremenda no la tenía". En siete días, ha adelgazado un kilo. Antes, admite, lo que hacía era comerse todos los restos de los menús de sus hijas. Para atajarlo, como le enseñó Yolanda, la enfermera, se puso un cartel que reza: "No soy la basura". La psicóloga felicita a Almudena. Yolanda le pregunta cómo ha organizado la compra. La chica responde: ha dejado a un lado la improvisación y, como le han explicado, planifica y registra todo lo que ha comido. Para una semana.

Almudena, 33 años, tres semanas en terapia.

Almudena, 33 años, tres semanas en terapia. / Alba Vigaray

Las enhorabuenas se suceden. Habla Elena. Reconoce con orgullo que ha cumplido las instrucciones de lo que puede y no comer. "No tengo necesidad. El impulso ha sido muy alto pero...". Más felicitaciones. Yolanda le pregunta cómo se sintió. "Muy bien. He visto que puedo", responde.

Para "ejercitar el músculo de la resistencia", Inés se pone más comida en el plato a modo de experimento.

Turno de Inés. Su semana, dice, ha sido interesante. Se ha propuesto hacer un experimento: se pone en el plato más comida de la que debe para probarse a sí misma. "Mi tarea es comerme mi verdura, un filetito de pollo y el postre. Entonces, pongo en vez de uno, dos filetes. Me cuesta, pero estoy ejercitando el músculo de la resistencia, de no comer lo que no debo. Y lo estoy logrando. Me quedo con hambre, porque yo comía más, pero lo consigo", explica con enorme satisfacción.

La psicóloga clínica Sara Solera.

La psicóloga clínica Sara Solera. / Alba Vigaray

Las tres han llegado derivadas del endocrino. Endocrinología y Nutrición, y Cirugía General y Aparato Digestivo también participan en este programa en el que el perfil de las mujeres está asociado a la obesidad, el trastorno por atracón y la bulimia. Alguna con un peso de hasta 140 kilos y todas con diagnóstico por obesidad mórbida moderada-grave. Confiesa Inés, sin tapujo alguno -en esa sala no los hay- que es una persona con mucha ansiedad por la comida. "Soy obesa", afirma con rotundidad.

Almudena sabe de gente, de su entorno, que ya se ha planteado viajar a Turquía por las listas de espera para operarse en España.

Elena y Almudena admiten que la demora para la cirugía bariátrica es muchísima. Ellas ni tan siquiera tienen fecha. Sí apunta Elena que su hermano, también con obesidad, lleva la friolera de siete años esperando a pasar por el quirófano. Y dice Almudena que sabe de gente, de su entorno, que ya se ha planteado viajar a Turquía donde te operan al momento, con los riesgos que conlleva, como vienen alertando los médicos desde hace meses. Sólo hace falta dinero para el viaje. La demora media en España es de entre uno y dos años y sólo se opera a menos del 3% de personas con obesidad mórbida. En torno a 10.000 personas se encuentran en esas listas. De hecho, la obesidad es una de las enfermedades más prevalentes y menos diagnosticadas.

Las tres mujeres se quejan las miradas cuando, como sucede con el alcohol, el entorno considera que comer mucho, es lo normal.

Pero, se insiste en la terapia, de nada vale operarse si, como explicaba el doctor Rubio, no se cambia la conducta a la hora de alimentarse. Por eso, dicen las tres mujeres, esas sesiones de los lunes son fundamentales. En un país donde cada vez hay más jóvenes con sobrepeso, aconsejan pedir ayuda profesional si se ven en el mismo pellejo que ellas. "Una cosa es un consejo de amiga, otra quien sepa llevar esto", apunta Inés. Luego, está el estigma. O el soportar las miradas cuando, como sucede con el alcohol, el entorno considera que comer mucho, es lo normal. O resistirse a la presión social: "Todo el mundo hace lo que tú no puedes y encima, te miran mal", señala Elena. La obesidad no se considera como fruto de una adicción, dicen las tres al unísono. Y eso es un hándicap, aseguran.

Aprender a comer despacio, sentadas, no tener en casa alimentos muy calóricos, distinguir entre el ejercicio planificado y el espontáneo...son algunos cambios de conducta.

En la terapia, trabajan el cambio de conductas. La psicóloga enumera: aprender a comer despacio -la comida es visual y mental, precisa-; sentada -alimentarse de pie es hacerlo de forma impulsiva-; no tener en casa alimentos muy calóricos; distinguir entre el ejercicio planificado -gimnasio, bailar...- y el espontáneo -subir unas escaleras, bajarse una parada antes de metro y andar...-; exponerse a los alimentos prohibidos... También evitar situaciones de riesgo: celebraciones, cumpleaños, el alcohol, viajes, vacaciones... Finalmente aprender a manejar la ansiedad, la tristeza, la ira, el estrés... El meollo de todo.

Las tres pacientes en la terapia de los lunes.

Las tres pacientes en la terapia de los lunes. / Alba Vigaray

"Una de las cosas que trabajamos es que ellas sean su prioridad. Las mujeres siempre tienen el rol de cuidadoras. Aunque parezca egoísta, deben aprender a pensar que ellas son las primeras. Les advertimos que ellas son lo importante, que es su cuerpo y, si quieren modificarlo, deben hacer una serie de cosas. Como solas no pueden, que encuentren su tiempo para dedicarlo a estas estrategias", detalla la enfermera Yolanda Guerrero. Inés dice que ha encontrado mucho apoyo en su marido y su hija. "Pero, también, hay gente que te está criticando. No pongo oídos. Estoy a dieta, me viene muy bien y no me importa lo que dicen los demás", asegura. Sus compañeras asienten: "Nos hacen ser psicológicamente fuertes", corean las tres a modo de despedida.