ALIMENTACIÓN

Una semana practicando el "realfooding": la experiencia y el precio de comer como Carlos Ríos

¿Los productos del nutricionista Carlos Ríos cumplen con lo que prometen?, ¿qué efecto tiene en la salud un exceso de ultraprocesados?: estas son las conclusiones tras varios días probando la corriente nutricional popular entre los jóvenes

Una semana practicando el "realfooding": algunos productos de la marca de Carlos Ríos.

Una semana practicando el "realfooding": algunos productos de la marca de Carlos Ríos.

Elena M. Chorén

La crema de chocolate no solo tiene leche, cacao, avellanas y azúcar como cantaban en el anuncio. Los edulcorantes, el aceite de girasol y la polidextrosa (un potenciador de sabor) están presentes en una proporción muy alta. La crema de cacao de los “realfooders(personas que apuestan por una alimentación sin ultraprocesados) lleva puré de castañas, agua, sal, dátiles, cacao, aceite de oliva y como conservador sorbato potásico (E202). Estos dos productos antagónicos comparten desde hace poco espacio en los supermercados.

Carlos Ríos, el nutricionista propulsor del movimiento “realfooding”, decidió dar el salto a los lineales a finales de 2021 y competir con la industria alimentaria que tanto critica por fomentar una alimentación basada en alimentos procesados. A día de hoy, tiene una decena de artículos en el mercado y ya piensa en montar un supermercado saludable. Apoyo no le falta. Le siguen más de un millón y medio de personas en redes sociales y sus productos se agotan.

¿Están buenos?, ¿cumplen con lo que prometen?, ¿qué efectos provoca en la salud reducir la ingesta de procesados? Respondemos a estas cuestiones tras seguir durante una semana el “realfooding”, la corriente nutricional de moda.

Los productos de la firma más populares son el hummus -con garbanzos y tahini-, el mutabal -un plato típico de la cocina libanesa y siria elaborado con berenjena asada como ingrediente principal-, el gazpacho y la crema de cacao. Llevan los ingredientes justos porque una de las reglas fundamentales del movimiento es: desconfía de aquellos productos que lleven más de tres ingredientes.

Defienden una dieta basada en alimentos frescos y de proximidad y, de tener que incluir algún artículo “envasado”, mirar bien las etiquetas para no caer en los ultraprocesados. Se deben evitar los azúcares añadidos, conservantes y aditivos. Pero, ¿son tan malos como los pintan? 

“A nivel fisiológico, los procesados pueden tener un impacto sobre determinados parámetros, por ejemplo, algunos aditivos alimentarios como los edulcorantes interaccionan con la microbiota intestinal produciendo cambios en su composición y actividad”, apunta Sonia González, profesora titular del Área de Fisiología de la Universidad de Oviedo e Investigadora del grupo Dieta, Microbiota y Salud.

La ingesta de ultraprocesados en exceso puede tener consecuencias no deseables, según González, como la "pérdida de la calidad nutricional de los productos". Además, la utilización de potenciadores del sabor "puede predisponer a largo plazo a patrones dietéticos más palatables (ricos en grasas y azúcares), pero menos saludables. Esto tiene especial importancia en las edades tempranas de la vida en las que se están adquiriendo los hábitos dietéticos que marcarán la dieta en la edad adulta".

Su mensaje es: hay que controlar, pero no estigmatizar los productos con aditivos porque su presencia en los alimentos está controlada y dentro de unos parámetros establecidos. “Para que los ultraprocesados puedan repercutir en la salud del consumidor a largo plazo es necesario que estos compuestos se consuman en unas cantidades determinadas y de forma habitual”, especifica.

El problema es que la sociedad recurre cada vez más a alimentos cocinados. “Comemos como vivimos; por lo que en una ‘fast life’ (vida rápida), ‘fast food’ (comida rápida)”, explica la experta, que añade un dato más a tener en cuenta: “Por el coste de los alimentos, la tendencia natural es ir cada vez hacia patrones más procesados”. 

En este contexto frenético aparece Carlos Ríos y cambia la mentalidad de millones de personas. Sus productos llegan justo a tiempo y a un precio razonable. Por ejemplo, el guacamole —hecho con 95% de aguacate, cebolla, ajo, limón y sal— cuesta 2,40 euros; un precio dentro de la media. La combinación de productos sanos y asequibles junto a una certera campaña de marketing a través de redes sociales hace que el "realfooding" conecte directamente con el público joven.

“No son tan caros como cabría esperar", concluye el estudio de los alumnos de nutrición del grado de Biología de la Universidad de Oviedo

Los productos de la marca de Carlos Ríos han llamado la atención de un grupo de alumnos de la asignatura de nutrición del grado de biología de la Universidad de Oviedo. Eva Gómez, Fruela Fernández, Gonzalo Ferro, Adrián González, Sergio González e Isabel Moreno-Luque han probado los artículos y los han analizado a nivel nutricional. Destacan que ofrecen un menor porcentaje de azúcares y grasas saturadas, pero son más ricos en proteínas y, al no tener conservantes, caducan antes.

En cuanto al sabor, reconocen que, al poseer menos azúcares, la gente suele preferir otras opciones al estar acostumbrada a alimentos dulces. Se libra el gazpacho. “Se suele preferir el de la marca Realfooding porque tiene un sabor semejante al casero, más natural e intenso, gracias a un menor procesamiento”, comentan. Del precio, no tienen nada que objetar: “No son tan caros como cabría esperar y en muchos casos pueden costar menos que en otras marcas”. El único “defecto” es que no están disponibles en todo los supermercados. 

Semana "realfooder"

Comprar los productos realfooding es una auténtica aventura porque no hay un establecimiento que los venda todos. En grandes superficies como Alcampo o Alimerka se puede encontrar gran parte, pero no todos. La solución pasa por peregrinar entre varias tiendas o recurrir a la compra online en pequeños comercios ecológicos donde los venden.

Si metemos todos los productos en la cesta -once artículos- el precio ronda los 20 euros. La mayoría sirven para hacer canapés o como un capricho; es decir, sustituyen a otras opciones de picoteo menos saludables, pero no están pensados para ser la base del menú, que como promueve esta corriente nutricional, debe estar compuesto por frutas, verduras, legumbres, carne y pescado. 

Uno puede vivir sin comer guacamole o hummus, pero el equipo de marketing de Carlos Ríos se encarga de hacer deseables sus productos gracias a las cientos de recetas fáciles que cuelga en sus canales sociales. Por eso, la semana de prueba del “realfooding” comienza desayunando una tostada del pan integral de trigo 100% de la marca, untada con su cacao sin azúcares añadidos y trocitos de plátano por encima.

Para comer, bastones de batata con hummus y lasaña de patata con su queso crema finas hierbas. La cena, un básico: un bocadillo con toque realfooder; es decir, con su pan integral y su guacamole mezclado con atún, huevo cocido y un toque de limón. También me animé con un postre: una tarta de queso crema realfooder, que solo lleva leche, fermentos lácteos, cuajo y sal. Más allá de la "magia" de las recetas de Instagram, el menú es muy similar al de la dieta mediterránea.

El talismán de la marca es su refresco de cola a base de té fermentado, que lanzó en marzo de este año. Nada tiene que ver con la popular bebida. Básicamente, porque es una kombucha elaborada con agua, azúcar de caña para fermentar, té negro y verde, mate verde, zumo de limón, extracto de malta, aroma natural de cola, infusión de hojas de estevia para endulzar y canela. ¿A qué sabe? Podría definirse como una mezcla de cola y sidra espumosa. 

El refresco de cola a base de té no es el último producto de la marca: preparan pizzas saludables, galletas, mermeladas y cremas de verduras

La Cola no será el último producto de la marca. Preparan pizzas saludables, galletas, mermeladas y cremas de verduras. La polémica está servida. 

Hay quien acusa al nutricionista onubense de vender humo y no cumplir con los estándares que él mismo critica de la industria alimentaria. "La crema de cacao de Carlos Ríos muestra un flamante A en el sistema Nutriscore. Lo que viene a ser como hacer publicidad de un iPhone con el sistema operativo Android.", narra en un largo hilo de Twitter Juan Revenga, profesor en la Universidad San Jorge y uno de los nutricionistas más visibles y respetados de España.

Acusa a Ríos de escasa honestidad en el etiquetado de la crema o de retorcer las reglas del algoritmo de su app MyRealFood para escanear productos y hacer que su crema encaje en el "buen procesado". El problema estaba en poner "sin azúcares", pero Ríos lo solucionó especificando que estaban presentes de forma natural en los dátiles. 

El problema está, tal como apunta la doctora Marían García (Boticaria García) en su libro "El jamón de York no existe", es que el "etiquetado nutricional sigue sin ser legible para los ciudadanos". En la publicación analiza yogures, panes, embutidos y todos aquellos productos que "vende lo que no son". Su conclusión es que hay aditivos necesarios como el ácido cítrico (E330) que se añade al tomate frito como antioxidante y corrector de acidez. Los que se deben evitar son los potenciadores de sabor (van del E620 al E635), como los edulcorantes, conservantes y espesantes. Boticaria García recomienda tener especial cuidado con el glutamato monosódico (E621) porque cambia la conducta alimentaria y hace que comamos más.

Tras una semana de análisis de etiquetas, uno termina agotado y con una sola conclusión: es momento de ponerse a plantar la huerta. 

El precio de comer como Carlos Ríos

  • Crema de cacao sin azúcares añadidos y sin edulcorantes: 2,81 euros el envase de 200 gramos.
  • Hummus sin conservantes ni colorantes y con aceite de oliva virgen extra: 1,49 euros el envase de 240 gramos.
  • Mutabal (crema de berenjena asada y tahini, natural 100%): 1,87 euros el envase de 200 gramos.
  • Gazpacho y salmorejo: 2.69 euros la botella.
  • Guacamole: 2,40 euros
  • Pan 100% integral: 2,10 euros
  • Queso crema cremette 100% ingredientes naturales (clásico, tomate y finas hierbas): 1,55 euros la unidad
  • Refresco cola: 1,89 euros una botella de cristal de 250 ml