BÚNKER OCULTO
Dentro de la macro caja fuerte que almacena los objetos perdidos de Madrid: "Hemos recibido urnas funerarias, piernas ortopédicas y un cáliz de oro"
En el almacén se apilan más de 77.000 bártulos procedentes de la vía pública o medios de transporte y, si nadie los reclama en los próximos dos años, serán propiedad de quien los encontró

El almacén de la Oficina de Objetos Perdidos del Ayuntamiento de Madrid. / ALBA VIGARAY

Son las ocho y media de la mañana cuando Cristina Molinero, responsable de oficina, abre la puerta de lo que, con el tiempo, se ha convertido en uno de los búnkers más preciados de Madrid. La Oficina de Objetos Perdidos del Ayuntamiento de Madrid, ubicada en el barrio de Legazpi, alberga más de 77.000 artículos extraviados. La mayoría, un 52%, provienen del Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas. El resto, de otros medios de transporte como autobuses, metros, taxis o trenes, de buzones de Correos o de la vía pública. “Una vez entran aquí, los pasamos por un escáner para comprobar que no tengan objetos punzantes, armas, alimentos o drogas”, explica Carmen Fernández, jefa del servicio. Todo aquello que, por razones de seguridad, no supera la radiografía, queda en manos de la Policía. Por sus estanterías de ocho metros de altura han pasado urnas funerarias, piernas ortopédicas, un cáliz de oro, un telescopio, una máquina de envasar al vacío, sillas de ruedas, una barbacoa o un panel solar, entre otros. “Ya nada nos sorprende, estamos curadas de espanto”, señalan. En él trabajan cerca de una veintena de mujeres encargadas de clasificar lo que cruza el portón.
Este año, el almacén ha alcanzado su récord histórico, pues en temporadas anteriores los enseres no superaban las 40.000 o 50.000 unidades. Todas ellas, al ser registradas, permanecen en este refugio a pie de calle por dos años, a menos que su dueño original lo recoja antes del vencimiento. En caso de que nadie reclame su posesión durante los 24 meses, será su hallador (persona que lo encontró) quien decida si quiere quedárselo o no. “Menos del 10% de propietarios recuperan sus pertenencias, desgraciadamente. Tenemos el depósito a tope porque así lo dispone el Código Civil, que es del siglo XIX. Estamos saturadas”, relata Fernández. En su opinión, seis meses serían suficientes, ya que gran parte de los sujetos que están ahí más de medio año, nunca regresan con su propietario: “Debería modificarse, pero es algo que excede el ámbito provincial y lo tendrían que aprobar en el Congreso de los Diputados”. Al hablar de los halladores, la cifra asciende ligeramente, especialmente cuando se han encontrado en la calle: “En muchas ocasiones son los empleados quienes, por motivos profesionales, no se inscriben como beneficiarios”.

Una de las trabajadoras de la Oficina de Objetos Perdidos de Madrid coloca una maleta en la estantería del almacén. / ALBA VIGARAY

Cientos de objetos llegan cada día a las inmediaciones de la Oficina de Objetos Perdidos de Madrid. / ALBA VIGARAY
Una vez el objeto ha sido aceptado en las inmediaciones municipales, la plantilla comprueba el estado del mismo, además de si existe algún dato identificatorio de la persona que lo ha extraviado. “Hacemos una tarea de investigación enorme si, con ellos, viene el DNI o la tarjeta sanitaria. Hemos hecho virguerías con muy poco, es una labor de sabueso”, suma Molinero. Recientemente, lograron devolverle a una niña su mochila escolar con un libro viajero en su interior: “Nos dio tanta pena la cantidad de esfuerzo que llevaba dentro, que logramos dar con el colegio en internet a través de una fotografía”. Como ella, cientos de personas recuperan la fe en la humanidad al recibir de vuelta lo que un día fue suyo. “En marzo de 2024, una ciudadana perdió una mochila con 5.000 euros en la T4 que pudo recuperar. Fue muy emocionante ya que eran todos sus ahorros”, recuerdan. También en el aeropuerto, un hombre dejó olvidados en la bandeja del control dos anillos que resultaron ser el único recuerdo de su madre fallecida: “Lloraba de emoción”. Igualmente, los hay que donan el efectivo recuperado a una ONG porque “lo daban por perdido”.
Un Rolex por 6.000 euros
Las historias felices abundan paralelamente entre los halladores. Inesperados afortunados a los que un día les suena el teléfono y, en ciertos casos, les cambia la vida. “En mayo de 2021 una señora nos trajo unas placas de oro que encontró en la vía pública con un valor de 60.000 euros. Nadie vino a por ellas y se las quedó su halladora. Fue como si le hubiera tocado la lotería”, rememora Carmen. Un mes más tarde, fue una persona sin hogar quien entregó 400 euros a la policía y dejó sus datos para ser beneficiario: “Dos años después, el dinero era suyo”. Juntas hacen memoria y narran cómo un ciudadano perdió tres monederos diferentes en tres autobuses diferentes a lo largo de diciembre de 2022; o cuando un taxista vino con un móvil y al localizar al cónyuge de la supuesta propietaria, comunicó que el extravío se había producido un lustro atrás y la titular había muerto. “No es un trabajo administrativo al uso el que hacemos aquí, tiene su parte emocional. Cristina me llama sorprendida muchas veces”, dice la responsable, que desembolsó la mitra de un arzobispo hace escasas semanas.

Tras dos años de almacenaje, si el hallador no quiere el objeto, pasa a ser propiedad del Ayuntamiento de Madrid. / ALBA VIGARAY

Decenas de móviles, tabletas y ordenadores llegan cada día a las inmediaciones de la Oficina de Objetos Perdidos de Madrid. / ALBA VIGARAY
Si bien algunos bártulos tienen suerte y regresan a casa, la mayoría pasa a disposición del Ayuntamiento de Madrid, que decide cuál será su destino: “Nos los quedamos y ahí comienza la segunda parte de la tediosa labor del despacho, que es darle una segunda vida a estos artículos”. Este grupo de mujeres separa lo que tiene un coste considerable y puede ser subastado de lo que ceden a otras dependencias municipales. “Servicios Sociales se lleva ropa y juguetes, las residencias de ancianos y el Samur recogen muletas, sillas de ruedas… Además, donamos infinidad de elementos a ONGs”, aclara. El sobrante es trasladado a plantas de reciclaje mediante convenios con el área de Medio Ambiente. Al llegar el momento de organizar una puja, la Oficina de Objetos Perdidos de Madrid oferta un contrato entre las casas de subastas locales: “El que gana, se lo lleva. Unas veces ha sido la Sala Retiro, en otras ocasiones Surus”. Joyas, relojes, bisutería y aparatos electrónicos como ordenadores, teléfonos o tabletas acaparan el grueso de cada licitación. “Lo más caro que se ha vendido fue un Rolex por 6.000 euros y un anillo de diamantes por 4.000”, desvelan. No conocen la identidad de los compradores, pues la subasta es anónima: “Puede ser cualquiera”.
150.000 euros en 2024
Todo gana peso en las pujas cuando en su etiqueta aparece el nombre de una marca relevante o asociada al sector del lujo. “Al final, unas gafas Ray Ban, un bolso de Tous o un reloj de Cartier, tiran más que cualquier otra cosa”, suma Fernández, quien siempre se cerciora de que la entidad contratada sepa detectar falsificaciones y restaurar todo aquello que lo requiera. A su lado, una caja repleta de auriculares inalámbricos a la que ambas miran con incredulidad: “Ahora estamos con ellos y hemos decidido no venderlos, aunque sean Apple. Es un poco antihigiénico”. Al elevar la mirada hacia los cientos de cachivaches apilados que parecen llegar al cielo, son las maletas y mochilas de viaje las que destacan por encima del resto en el almacén del paseo del Molino. Una de las operarias, subida a un elevador industrial con matrícula ‘Anna’, ocupa los últimos huecos disponibles entre los pasillos. Casi la totalidad de ellas provienen de Barajas y, en su caso, el procedimiento es diferente. “Nunca subastamos una maleta y menos sin haberla abierto”, dejan claro. Una vez que ha pasado el periodo reglamentario y nadie ha solicitado su posesión, la abren y comienzan a organizar lo que hay en su interior: “Es otro mundo, volvemos a empezar”.

La Oficina de Objetos Perdidos de Madrid organiza subastas con los artículos que nadie recoge pasados dos años de su recepción. / ALBA VIGARAY

Las joyas y los relojes son los más demandados en las subastas, siendo el objeto más caro subastado un Rolex de 6.000 euros. / ALBA VIGARAY
Los billetes y monedas son un hallazgo común en esta bodega. Los que logran recuperar su pequeña (o gran) fortuna, agradecen la labor de las trabajadoras. “Que el dinero esté o no, no es gracias a nosotras”, bromea. Sólo en 2024, más de 150.000 euros fueron recolectados de carteras, monederos, bolsas de viaje y porta equipajes tras los dos años. “Se los queda el ayuntamiento para el beneficio de los madrileños y las arcas municipales”, atestiguan. Durante su recolección, permanece oculto en una caja fuerte con combinación secreta oculta dentro de la habitación de seguridad: “Ahí también guardamos los objetos de alto valor. Es un cuarto con cámaras de vigilancia”. En sus 13 años al frente del departamento, Carmen ha presenciado algunos intentos de robo, aunque según ella “no es algo habitual”. Una profesión desconocida para muchos, que vivió un histórico parón debido a la pandemia, cuando el goteo disminuyó. “La gente no salía ni viajaba y esta nave estaba a la mitad de su capacidad”, zanjan. Lo que está claro es que, sin el buen hacer de halladores y trabajadoras, las calles de la capital serían mucho más oscuras.