EN BURGOS
Con el alfarero que ha construido en Burgos en 15 años un impresionante pueblo medieval él solo: "Me lié"
Félix Yáñez ha replicado en Quintanilla del Agua (Burgos) un pueblo tradicional convirtiéndolo en un impresionante museo de las costumbres de Castilla que recibe 50.000 visitantes al año
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Félix Yáñez, de 62 años, es el hacedor de la maravilla de Territorio Artlanza, un pueblo castellano que es a la vez la mayor escultura al aire libre del mundo y un museo etnográfico. / ALBA VIGARAY

Hay un hombre en Quintanilla del Agua (Burgos), al pie de Lerma, que lo hace todo. Se llama Félix Yáñez, es escultor, aunque de mozo ayudaba de albañil a su padre y que, con 50 años, se puso a construir un poblado castellano él solito. Con materiales reciclados obtenidos de derribos de casas viejas, de escombreras, de aportaciones de herencias. Lo que empezó como un hobby se ha convertido 15 años después en Territorio Artlanza, la mayor escultura del mundo al aire libre, con decenas de fachadas típicas castellanas, 15 museos temáticos, varios escaparates y dos corrales de comedias, en uno de los cuales, con capacidad para 120 personas, se organiza un festival de verano todos los julios. [VEA IMÁGENES DEL PUEBLO]
Acostumbrado a recorrerse toda España para vender sus figuras de cerámica -"las Navidades las pasaba en la estación de Atocha vendiendo belenes"-, en 2008 la crisis del ladrillo le golpeó de lleno. Fueron años de no vender casi nada. "Esto no es fruto de una idea. Empezó como un capricho; todo esto lo teníamos de césped y aquí en verano con los amigos, unas chuletillas, unas risas, empecé a tapar unas leñeras que había...", relata al empezar la ruta por su impresionante creación.

Vista de la cantina tradicional castellana replicada en Territorio Artlanza, en Burgos. / ALBA VIGARAY
Lo primero, una plaza típica castellana
Lo primero que hizo, en 2010, frente a su taller, en unos terrenos de su suegro, cuando "ya estaba malviviendo de la cerámica", fue una recreación de una plaza típica castellana, del valle del Arlanza, con ese particular estilo de plazas porticadas con soportales de madera presente en casi todos los pueblos de la zona menos precisamente en Quintanilla, cuyo centro histórico destrozaron los franceses en la Guerra de la Independencia.
"Cuando la hice empezaron a venir amigos míos de por aquí, y a la siguiente semana venían con otros amigos. 'Mira, el Yáñez se ha vuelto loco', decían. Y de ahí empecé a hacer más, y más... desde el primer día empecé a usarlo como museo mientras yo trabaja a ratos", relata Félix mientras recorremos con él este tratado vivo de la historia y las costumbres de Castilla.

Vista del corral de comedias de Territorio Artlanza donde todos los meses de julio se montan festivales de teatro. / ALBA VIGARAY
Hay ferretería, cantina, barbería, escuela, botica, horno, alfarería y taberna, entre otras estancias. Todo ello pequeños museos etnográficos con elementos originales del pasado siglo e incluso anteriores. Pucheros, braseros, carros, guardacenizas de la lumbre, ropajes de hace más de 150 años, ruecas, pesebres o carracas "con las que los jóvenes llamaban a misa"... todo se puede encontrar en estos pequeños departamentos que viajan al pasado de Castilla, unidos por callejuelas con suelos hechos con cantos y piedras. "Como al final hice un pueblo he hecho estos espacios que había en los pueblos", asegura Félix, que añade que "todo es encontrado o de gente que me trae cosas; ya le tengo dicho ya a la gente que no me traiga más carros ni más trillos, que no sé qué hacer con las cosas".
Madera de sabina, que es "más resistente"
La madera de enebro, la sabina, es la que cruza fachadas, y sujeta soportales y techos, ya que es más resistente: "Es que no la ataca ni el agua ni la polilla". Félix fue despelgando su sueño castellano por tierras de familiares y otras muchas -"unas 30 finquitas pequeñas, muchas de ellas ahorcadas que les decimos, que no tienen acceso a caminos, que para llegar a tu finca tienes que pasar por la del vecino"- que fue comprando.

La Plaza Mayor de Territorio Artlanza, a la que Felix Yáñez ha dedicado sus últimos 15 años. / ALBA VIGARAY
"Aquí no había nada, pero todo lo que he hecho no está programado, me lié. Me encontraba una puerta, ponía la puerta, luego los postes, pues venga, 'voy a hacer un pequeño hornito'. Los materiales que me encontraba en las escombreras me marcaban lo que iba a hacer. A la gente le puede parecer bonito o no, pero el esfuerzo que ha llevado... eso no me lo pueden negar", dice con naturalidad mientras atravesamos un soportal porticado para salir a un corral de comedias de la época medieval, que tiene sus camerinos y todo: "Llevamos ya diez años con el festival de teatro en verano y todos los años damos un premio a alguien. A Gemma Cuervo, a Manuel Galiana, a Pepe Viyuela...".
Excursiones de escolares
Tal es la enveradura del museo, situado al pie del río Arlanza, que vienen excursiones de escolares no sólo de Burgos, sino de otros puntos de Castilla y León e incluso del extranjero para conocer de primera mano la historia de los pueblos castellanos. "Hacemos grupos de 20-25 niños cuando vienen excursiones y mientras unos hacen talleres de barro, otros de mundo rural, de cómo se esquilaba a la oveja, o cómo las abuelas hacían el hilo", apunta Félix, cuyo museo tuvo el año pasado más de 50.000 visitantes (una salvajada) y que tiene un espacio de homenaje a su maestro, Fidel, con el que aprendió a moldear la cerámica cuando terminaba el tajo con su padre.
Con la brutal despoblación que fagocita la vida en la España rural, con tradiciones que se van perdiendo, Territorio Artlanza va ganando importancia año tras año. Se ha convertido en un refugio de los recuerdos, de la historia, de la nostalgia. Un lugar que te conecta emocionalmente con tus antepasados. "Lo que me estoy dando cuenta es de que a medida que van pasando los años va adquiriendo más valor. En Quintanilla, por ejemplo, ya no hay escuela, ni niños, ni matanza del cerdo, ni tradiciones, ya no se cantan las marzas...".
30.000 metros cuadrados de historia
Mientras uno recorre plazas y callejuelas, le entran ganas de quedarse a vivir aquí, en estos 30.000 metros cuadrados de pasado, en lo que Félix trabajó durante años hasta bien entrada la noche. "Soy de horarios nocturnos, a las 11 o 12 voy a echarme el café al bar, me esperan aunque no haya nada, y allí a veces vemos películas", nos cuenta Félix, cuyo museo es también un recorrido por su vida y por las altas montañas que el destino nos pone en el camino.

Félix Yáñez, en uno de los rincones de Territorio Artlanza, en Burgos, / ALBA VIGARAY
"Mira, haciendo aquí la Plaza Mayor tuve que estar una temporada fuera de circulación. Recuerdo que en esta piedra sentado me comía galletas para que se me pasaran los ardores. Resulta que tenía cáncer de estómago. Me dieron quimio, radio, gracias a Dios se superó y hace un año me dieron el alta. Y después, al ver la luz, ver la vida de otra forma, pues pinté estas casas con más colores; hasta entonces lo veía todo en blanco y negro", revela con total normalidad, como si fuera una lección grabada ya en el alma, mientras un par de gallinas se cruzan en el camino antes de llegar a la plaza dedicada a los juegos tradicionales: bolos, tuta...
Una ermita donde ya se ha casado gente
Ahora lo que queda es disfrutar del éxito porque entremedias Félix y su familia las han pasado canutas. "Ha habido años duros, sin salud, sin dinero, porque al principio solo funcionábamos con donativo; sólo me mantenía vivo que venía gente y repetía con otros amigos y les gustaba mucho, ahora siete personas trabajan en él", reconoce antes de llegar a la Ermita de Nuestra Señora de de la Artlanza "donde ya se ha casado gente" y ha sido el único espacio en el que le ayudaron su padre y sus hermanos: "La acabamos en un mes". Para su construcción usaron piedras de la ermita de Quintanilla que la habían derribado previamente.

Vista de la última parte de Territorio Artlanza, que Félix Yáñez ha dedicado a los más pequeños. / ALBA VIGARAY
La parte final está dedicada a los más pequeños, pues las construcciones merman en tamaño pero ganan en color. Hay figuras que representan a Bluey, a Snoopy, a Mafalda... "Yo hace cinco años acabé el pueblo, pero me vendieron todas estas tierras que ves ahora, y claro", dice Félix, que se volvió a liar y que no duda en seguir cogiendo la desbozadora y venga a darle a la parcela hasta que entre la madrugada. Y así seguirá para seguir enriqueciendo un hito de Castilla que seguramente se recordará durante décadas (o siglos).