HOSTELERÍA
El secreto del bar de un mercado de Madrid que triunfa vendiendo botellines a un euro: "Se llevan cajas enteras"
Sabor Sagrado, en la primera planta del Mercado de la Cebada, se ha convertido en el puesto de moda: "El sábado vendí 608 botellines"

El hostelero Pedro Bermejo posa en su bar del Mercado de la Cebada de Madrid, donde triunfa vendiendo botellines a un euro. / XAVI AMADO
Dice Pedro Bermejo que no sabe muy bien qué hacer ante tanto éxito. "Es la primera vez que me sucede esto. No me lo esperaba. El sábado pasado vendí 608 botellines. Este fin de semana nos hemos apañado mi mujer y yo, pero vamos a ir viendo lo que hacemos, igual hay que contratar a alguien el fin de semana", relata este hostelero abrumado ante la clientela que se acerca últimamente a su puesto del Mercado de la Cebada.
Y es que primero un tiktokero conocido y luego las redes han hecho que el bar de los puestos 203-204 de la primera planta del céntrico mercado, Sabor Sagrado, se haya vuelto viral. El motivo, muy simple. Vende los botellines más baratos de todo Madrid: a un euro. De Alhambra, Estrella Galicia, Mahou, La Sagra, Sol, Heineken, Cruzcampo, San Miguel...

Varios clientes en Sabor Sagrado, el puesto del mercado de la Cebada que triunfa con sus botellinas a un euro. / XAVI AMADO
"Encima el botellín está muy frío"
"Es que es más barato que en el supermercado, si me apuras. Esto es una zona turística, además, aquí casi te cobran por pasar. Tomarte un botellín a un euro... me entran ganas de cantarme una jota", cuenta Ismael, al que ha traído un amigo que sabía de los económicos precios del puesto. "Y encima está muy frío", se sorprende Pasquale, otro de los amigos del grupo. Es un viernes a las 13.30 horas y hay más de 15 personas en la barra del puesto, el que más clientes tiene de todo el mercado.
Muchos se preguntan cuál será el secreto de Pedro para poder vender los botellines tan baratos. "Todo vino porque los chicos que estaban enfrente, que eran peruanos, me metieron en su Central de compras", recuerda el hostelero, que aprecia que para que le den buen precio tiene que comprar palés enteros, lo que es conocido como rapel: cuanto más se compre, más barato resulta el producto.

Perspectiva de Sabor Sagrado, el puesto con más éxito del Mercado de la Cebada de Madrid. / XAVI AMADO
Botellines un pelín más pequeños: 22,5 centilitros
A esto se suma que no pone tapa con la bebida -con el ahorro que eso conlleva- y que algunos botellines son ligeramente más pequeños que los habituales: en vez de 25 centilitros tienen 22,5 (Alhambra) o 20 (Estrella Galicia o La Sagra). Con todos esos mimbres, Pedro pudo poner el precio a un euro desde el pasado junio, aunque cuando ha roto a vender a lo loco ha sido este mes de enero.
"El fin de semana pasado fue increíble. Había gente que no se quedaba ni en mi puesto. Cogían cajas enteras para llevárselas a la calle. Menos mal que tengo una cámara grande que si no sería imposible", dice Pedro, de 66 años y cuya dedicación a la hostelería comenzó hace un año, tras jubilarse de la empresa de telecomunicaciones donde llevaba trabajando toda la vida.
"Mi padre fue cocinero jefe del Ejército", rememora Pedro, que tiene además una carta con productos que no tiene nada que envidiar a la de un buen restaurante: tortilla de patatas -"los huevos son de mis gallinas y las patatas son buenísimas, de Galicia"-, queso añejo 100% leche de cabra, callos a la madrileña, albóndigas de mi abuela, carrillada de cerdo estofada, sándwich de pastrami, una de las especialidades de la casa, ya que "lo macero yo, compro la carne en Mercamadrid; está buenísimo", o la tarta de queso, también casera, "con leche fresca de vaca".
"Es verdad que no pone tapa"
Sabela y Pedro están tomando un botellín después de verlo también en internet. "Somos del barrio, pero es la primera vez que venimos. No está mal, botellines a un euro en estos tiempos que corren... aunque es verdad que no pone tapa", razonan.

Pedro Bermejo, de Sabor Sagrado, posa con la tortilla de patata, una de las especialidades del bar. / XAVI AMADO
Desde luego, Pedro ha entrado en el mundo de la hostelería por la parte grande, gracias sobre todo a un amigo comerciante que tiene en el mercado que le pudo alquilar el puesto a un precio económico, lo que le ha permitido arrancar un poco holgado. "Hacer esto era un capricho. Tengo dos hijos y tres nietos, pero es que no me puedo quedar quieto en casa. Estamos muy contentos, tanto mi mujer como yo, aunque no sé cuánto tiempo podré dejar el botellín a solo un euro", asevera el hostelero, que no para quieto un instante sirviendo bebidas y comida. "Mirad, probad esta mermelada de vino tinto Monastrell que hacemos en casa", cuenta mientas sirve un poco a unos clientes con una cuchar.
Aun así, dentro de esta espiral de ventas de locura tiene también sus momentos de bajón: "El éxito está siendo relativo. Algunos clientes han comido un montón de cosas, y se ha ido sin pagar, tienen mucha cara...".