DE MADRID AL CIELO
La historia detrás de la única leche 100% madrileña que elaboran cuatro familias ganaderas: "Como la de antes, pero para la gente de ahora"
El número de granjas en Madrid ha descendido de 100 a 28 en la última década: Leche Madriz envasa 34.000 litros al día, lo que supone el 23% de la producción en la comunidad
La leche madrileña existe y tiene nombre y apellidos. Ángel en Villa del Pardo, Sergio y Miguel en Griñón, Roberto en Leganés y los hermanos José María y Miguel Ángel en Valdemoro. Ellos seis, junto a sus equipos de trabajo, conforman las cuatro familias ganaderas que sustentan la Cooperativa Lechera Madrileña. Una iniciativa que busca devolver el valor a la industria láctea, promover el relevo generacional y acercar un producto de proximidad a los habitantes de la capital.
“Con la crisis de 2022 subieron los precios de las materias primas y descendió el de la leche. La idea surgió con el objetivo de no desaparecer”, cuenta Ángel García, presidente de la mutualidad y miembro de la Asociación Frisona de Madrid (AFRIDEMA). Pese a las dificultades burocráticas y organizativas que sortearon al comienzo, su responsabilidad en términos de calidad siempre ha regido este proyecto: “La fábrica nos proporciona un silo dos días a la semana y nos aseguramos de que la leche que metemos sea la misma que envasamos”.
García “despachaba” leche cruda cuando era joven en el mismo pueblo donde hoy trabaja como ganadero. En tono orgulloso y con una mirada amable al pasado, cuenta cómo se han acercado a él toda su vida para preguntarle por qué ya no existe un producto como aquel que ordeñaba en sus años de juventud. “Tratamos de hacerla como la de antes, pero para la gente de ahora. Nosotros cargamos los camiones los miércoles por la mañana y, en la madrugada del jueves, ya está envasada. No pasan ni 24 horas”, explica el presidente.
Junto a Sergio, Miguel, Roberto, José María y Miguel Ángel siente pasión por su profesión, de la que habla con una sonrisa. Nada sería posible sin las vacas frisonas con las que conviven cada día: “Son nuestra vida, es a lo que nos hemos dedicado durante décadas. Un trabajo vocacional, las 24 horas del día y los 365 días del año. Nuestra obligación es tenerlas en un hotel de cinco estrellas, cuidando la alimentación natural, manteniéndolas secas y limpias y regulando la temperatura tanto en verano como en invierno”.
Sólo 28 ganaderías en Madrid
Es, precisamente, el bienestar animal uno de los tres pilares que caminan de la mano con la calidad de sus lácteos. Los otros dos engloban la alta tecnología implementada en sus granjas con robots y salas de ordeño inteligentes, así como su trayectoria de más de 30 años como pecuarios. Todo ello permite a las ganaderías Las Piqueñas (Leganés), La Huerta (Villa del Prado), Hiflomar (Valdemoro) y La Rinconera (Griñón) obtener la única bebida que pone 100% madrileña en sus envases.
Cada profesional cuenta con alrededor de 200 vacas, lo que supone una producción diaria de 34.000 litros entre las cuatro granjas y el 23% de la producción en la comunidad. “Nuestra leche entera lleva únicamente un proceso. Es como si antes la cociéramos y bajásemos de temperatura instantáneamente. De esta forma mantenemos el sabor y la cremosidad del producto original”, puntualiza García, que se esfuerza cada día por subsistir en la ciudad.
Los datos no son favorables para el sector, pues en la última década el número de ganaderías en Madrid se ha visto mermado un 72%, resistiendo únicamente 28 en la actualidad. “No sabemos qué quedará dentro de 10 años. Desaparecen por la baja rentabilidad”, confiesa Álvaro Peironcely, director de comunicación de Leche Madriz. Enfocado principalmente en establecerse como marca, habla de la saturación en el sector y su aversión hacia las marcas blancas.
“Hay muchos jugadores en este tablero y precios de compra muy baratos. Nosotros huimos de eso, aunque el consumidor tiende a ahorrar en lugar de comprar cercanía, calidad o marca”, subraya. La razón de ser de estas cuatro familias reside en que el producto madrileño permanezca en la capital, en los hogares de su gente y los comercios de sus calles. “Es el alma del proyecto”, añade el responsable mientras referencia algunos de los edificios más emblemáticos que aparecen en cada brick de la compañía.
Lo local nos salvará
Un mercado liderado por gigantes que luchan entre sí, golpeando también a los de abajo, que tratan de hacerse un hueco en el sector. Las marcas emergentes encuentran difícil acceder al sistema de distribución nacional: “Hay supermercados madrileños que no quisieron apostar por nosotros, aunque ahora estamos en casi todos”, cuenta Ángel. De igual forma, explica que en unas semanas sus productos llegarán también a Carrefour.
Un camino largo por recorrer, en el que ya se divisan nuevos lácteos como la leche fresca, el yogur o el formato barista, al mismo tiempo que expanden horizontes comerciales: “Nuestra cooperativa está abierta para cualquier ganadero madrileño que quiera entrar”. La complejidad de la que hablan García y Peironcely radica en hacer ver a los consumidores que la leche no es gratis, o la cantidad de pasos detrás de cada litro de esta bebida que encontramos a 80 céntimos en la estantería de cualquier tienda.
Una vaca volando en un globo aerostático, acompañada de la frase ‘De Madrid al cielo’ y la arquitectura local, conforman el espíritu de la marca. Un mensaje de cercanía a los ciudadanos que desde Leche Madriz consideran vital para una futura consolidación. “Tras años centrados en la globalización, comienza a haber un mercado emergente de producto regional. La sociedad se vuelca con lo cercano y apoya a sus vecinos. Si en un futuro hay problemas de importación, lo que nos va a salvar es nuestro bien local, que de lo contrario se perderá”, explica Peironcely.
La ilusión, el esfuerzo y la resiliencia mantienen a flote las cuatro ganaderías de Ángel, Sergio, Miguel, Roberto, José María y Miguel Ángel, quienes se han convertido en los rostros visibles del kilómetro 0 en la industria láctea madrileña. Las horas de trabajo, la falta de sueño, el frío y la humedad detrás de un brick de leche no son nada en comparación con la pasión y el buen hacer que habitan los extrarradios de la ciudad.